Columna de Rodrigo Guendelman: Una ley para nuestra brillante arquitectura

lo barnechea


Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna

“En Chile, casas tan extremas como el paisaje. Inmensos e indomables, el dramatismo de la topografía y el clima del país han producido vertientes únicas y espectaculares en la arquitectura moderna”. Lo que acabas de leer era el título y la bajada del extenso artículo que la revista Style del diario The New York Times le dedicó a la arquitectura chilena en marzo de 2019, con una foto en la portada que mostraba la aplaudida casa de Bahía Azul de la arquitecta Cecilia Puga.

Los profesionales de la arquitectura de nuestro país son constantemente reconocidos en el mundo. La muy prestigiosa revista española El Croquis le acaba de dedicar su más reciente número a la dupla Pezo Von Ellrichshausen (ya lo hizo dos veces antes con Smiljan Radic) y lo mismo ha sucedido con otra influyente publicación: G2, que ha dedicado monografías a Mathias Klotz, Cecilia Puga, a los Pezo y a Smiljan Radic. Hay más. Mucho más.

En este momento, Cristián Izquierdo Lehmann es uno de los de las cuatro finalistas en la categoría Emerge del Mies Crown Hall Americas Prize Award y tres proyectos de arquitectos chilenos compiten por ese mismo premio para la categoría principal.

Cazú Zegers fue destacada el año pasado entre los 18 mejores arquitectos del mundo por la revista Elle Decor de Nueva York. Y aunque lo digamos por enésima vez, es imposible no sentirse orgullosos de tener un premio Pritzker, Alejandro Aravena, cuya oficina diseña proyectos en varios continentes. Pero así como alguna vez el ingeniero Andrés Iacobelli le preguntó en Harvard al mismo Aravena y al arquitecto Pablo Allard por qué si teníamos tan buenos arquitectos en Chile las viviendas sociales eran tan pobres en arquitectura, hoy podemos llevar a esa pregunta a lo público en general.

¿Por qué si tenemos tantos arquitectos de calidad no vemos ese prestigio plasmado en los proyectos que hace el Estado de Chile a través de sus diferentes reparticiones? Una de las grandes explicaciones es que carecemos de una Ley de Fomento a la Arquitectura. “Los arquitectos creemos que una de las áreas de las artes como es la arquitectura, debería contar con una Ley de Fomento como ya cuentan otras de las artes. Esta ley permitiría desarrollar concursos, otorgar el Premio nacional de Arquitectura por parte del Ministerio, financiar actividades de la disciplina como Bienales, seminarios, visitas de profesionales internacionales y la exportación de servicios”, explica Yves Besancon, expresidente de la Asociación de Oficinas de Arquitectos.

“¿Cómo proteger y fomentar la arquitectura de un país? ¿Es posible que el Estado dé reglas e imponga deberes a este respecto”?, se preguntaba el arquitecto Ricardo Abuauad en su columna “Estado y fomento de la arquitectura”. Por su parte, en otra columna que alude al mismo tema, el arquitecto Sebastián Gray explica que “durante el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet, en el entonces Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, se elaboró la Política de Fomento de la Arquitectura, con la participación de representantes de asociaciones gremiales, profesionales e instituciones académicas. Esta política identifica la arquitectura como una disciplina que debe recibir la atención y el impulso del Estado, por su interés colectivo y su trascendental influencia sobre el bien común, permitiendo así garantizar su calidad y la del diseño urbano, sobre todo cuando es fruto de concursos o financiamiento público, y fomentando eficazmente su protección, promoción y difusión. La propuesta legislativa contiene un plazo para ser tramitada en el Congreso Nacional, tiempo que está por cumplirse sin que esto haya ocurrido”. Es decir, hay un extenso trabajo previo que sólo debe ser retomado y enviado al Congreso. ¡No es tan difícil!

Así podríamos tener una legislación parecida a la que se aprobó este año en España -Ley de Calidad de la Arquitectura, se llama- y que nace con el objetivo de garantizar la calidad de la arquitectura como bien de interés general, teniendo como principales metas promover vínculos que fomenten el acercamiento de la arquitectura a la sociedad. Basta leer el primer artículo de nuestra futura (seamos optimistas) Ley de Fomento de la Arquitectura, que está escrita pero que no ha llegado a ser revisada y discutida en el Congreso, para dimensionar su relevancia. Dice así: “El Estado de Chile apoya, fomenta, promueve y difunde el valor cultural de arquitectura como un bien social de interés público, e impulsa su desarrollo para contribuir a mejorar la calidad del entorno construido, y en consecuencia, la calidad de vida de las personas. Así mismo promueve la valorización de las obras arquitectónicas y urbanas y el espacio público por parte de la ciudadanía, como aspecto fundamental del patrimonio de la Nación, y proyecta la calidad en el ejercicio profesional de esta disciplina como factor esencial en la construcción de identidad y en el desarrollo cultural, promoviendo la participación de la ciudadanía en dichos procesos”. ¿Qué estamos esperando?