Columna de Rodrigo Karmy: Destitución portaliana y nueva Constitución

Portales
Portales ante los notables, óleo de Pedro León Carmona


Por Rodrigo Karmy, académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile

Los tiempos son intempestivos. Apenas se puede visualizar el interregno en el que estamos. Desde la revuelta popular del 18 de Octubre de 2019 hasta la pronta entrega del texto de la nueva Constitución, los pocos años transcurridos, en rigor, han tenido la intensidad de siglos. Momentos en que el tiempo no calza necesariamente con la historia porque se burla de ella: no hay “juicio” histórico posible pues todo consiste en la suspensión radical de todo “juicio”.

Pues la historia devenida mito se presentó como un “tribunal” del tiempo que podía –y debía- dictaminar un “juicio” sobre determinados actores. Pero, lejos del mito historiográfico, la historia irrumpe como un campo de fuerzas múltiples y singulares, tramas casi imperceptibles que, sin embargo, condicionan el destino de las grandes dominaciones.

La irrupción del pueblo el 18 de Octubre impugnó a un mito histórico fundamental de Chile: el mito de Portales. Convertido en “genio”, la historiografía conservadora erigió la figura de Portales en el “fantasma” del orden político chileno. Fantasma transversal a muchas posiciones “ideológicas” pero que ejerce la misma facticidad.

A esta luz, la historiografía no describe al personaje, sino que lo convierte en el “fantasma de la República”, en el imaginario del poder. La lógica del portalianismo es la de la excepción que mantiene un “gobierno fuerte y centralizador” para, supuestamente, evitar la “anarquía, a decir de Portales”. En este sentido, el portalianismo es la idea propiamente oligárquica de que el pueblo carece de “virtudes republicanas” por lo que el poder debe ejercerse siempre autoritariamente, desde arriba hacia abajo, como explicara Góngora. El pueblo nunca puede ejercer el poder, ni menos puede darse una constitución.

El proceso constituyente sobrevenido destituyó parcialmente al portalianismo al hacer del pueblo un agente capaz de legislar y gobernarse sin necesidad de la oligarquía. Al revés: el fantasma portaliano habla en la campaña del Rechazo. Habrá que resistir a la imposición de un “juicio” histórico desde la oligarquía y recordar que lo “nunca sido” abierto por la revuelta y la nueva Constitución quizás encuentre, en los términos de Walter Benjamin, su formulación más precisa: “La tradición de los oprimidos nos enseña que el ‘estado de excepción’ en que vivimos es la regla. Tenemos que llegar a un concepto de historia que le corresponda”.