Por Rodrigo Pincheira A., académico e investigador de Concepción

Las ciudades se etiquetan, se nombran a sí mismas, se enuncian o se cifran. Concepción es desde ahora Ciudad Creativa de la Música gracias a la Unesco. Solo Valparaíso y Frutillar tenían esta denominación en Chile. Nueva partida de bautismo porque también nos nombramos como ciudad de la independencia, ciudad cultural, cuna del rock chileno, ciudad roja, ciudad límite o la Perla del Biobío. Apelativos y dispositivos territoriales, históricos, artísticos, identitarios y hasta cariñosos. Nos llaman Conce también. Incluso, a la manera de Ítalo Calvino, hay una ciudad invisible. Posibilidad que se sueña desde el mito, el pasado o el sortilegio como espejo del imaginario urbano que se ha construido desde la fundación en el Valle de la Mocha. En ese entonces éramos La Concepción de María Purísima del Nuevo Extremo.

Entre lo marítimo portuario, campesino, minero, mapuche, universitario, industrial y lo urbano se estructuró un ethos pencopolitano. La Sinfónica de la UDEC, la Orquesta de Cámara Ciudadana, Big Band Jazz Concepción, academias, la incesante escena del rock-pop, el jazz o de música popular, sellos, estudios de grabación y productoras audiovisuales constituyen una trama atractiva y sugerente. Al punto que la ciudad y la música son un lugar de enunciación, pertenencia y territorio.

Por otra parte, el capital cultural de Concepción se sostiene en un sustrato intelectual, educacional y de investigación permanente. Pero hay más. El Estado y el municipio han reconocido el valor y la pertinencia artístico-cultural de un ecosistema estimulante. Ejemplos: la exitosa realización de REC (el festival gratuito más grande del país) y la Universidad del rock que comienza la próxima semana, inédita experiencia en el país convocada por la U. Católica de la Santísima Concepción y el Gobierno Regional. Como si fuera poco han vuelto Los Tres y Los Bunkers, estrellas del rock penquista y de Chile.

La Unesco puso a Concepción frente a un desafío mayor. Habrá que vivir la nominación, soñar nuevos horizontes de sentido, eludir las traiciones y la pravedad o descifrar aquello que nos dejó Borges: “La ciudad está en mí como un poema que aún no he podido contener en palabras”.