Columna de Romy Hecht: El agente Cerrillos
Por Romy Hecht, profesora de la Escuela de Arquitectura UC
En 1870 el empresario Luis Cousiño emprendió la transformación del llamado Campo de Marte en un espacio público, el Parque Cousiño, que entregaría además plusvalía a la entonces periferia sur de Santiago. En sus 150 años, el renombrado Parque O’Higgins ha albergado instalaciones icónicas, como el proyecto “Defensa de la Raza y Aprovechamiento de las Horas Libres” de Pedro Aguirre Cerda (precedente del IND), y eventos masivos como fondas, paradas militares, festivales y ferias internacionales.
Siguiendo una lógica similar, el Parque Bicentenario de Cerrillos fue ideado en 2011 para convertir al sector surponiente de la capital, criticándose en su gestación el eventual lucro que provocaría el incremento del valor de terrenos aledaños y la eliminación de un aeropuerto alternativo. Lentamente, sus 50 hectáreas de praderas arboladas, explanadas, circuitos, laguna, anfiteatro y equipamiento deportivo comenzaron a reinventar aspectos espaciales y programáticos de la antigua pista de aterrizaje. Si bien no ha alcanzado en plenitud su rol de integrador social (375 mil es el número promedio de visitantes anuales, muy distante de los 5 millones del Parque Metropolitano), afortunadamente esta supuesta leve “rentabilidad social” no ha sido impedimento para la implementación de nueva infraestructura, como el Centro Nacional de Arte Contemporáneo, la Estación Metro Cerrillos o la futura Villa Panamericana.
El anuncio del traslado del festival Lollapalooza desde el Parque O’Higgins al Parque Cerrillos (y la realización de Primavera Sound, también en 2022) es más que simbólica: nos permite distinguir cómo el uso de los parques va asumiendo en el tiempo diversos roles y usos en resonancia con la consolidación de su masa verde, mostrándonos un paisaje producido a partir de las diversas oportunidades de ocio en la metrópolis, capaces de articular demandas ecológicas y socioculturales con prácticas sociales y resoluciones políticas.