Columna de Sebastián Hurtado: Henry Kissinger, Juego de tronos
Por Sebastián Hurtado, Instituto de Historia, Universidad San Sebastián
En la concepción del orden internacional de Henry Kissinger, América Latina debía estar alineada con Estados Unidos o al menos no oponerse activamente a su hegemonía regional y a su proyección como modelo global. Por esto, Kissinger asumió como objetivo del interés nacional de Estados Unidos impedir la consolidación del proyecto de la Unidad Popular en Chile, en virtud de su orientación marxista y su alineamiento con el régimen de Castro en Cuba.
Del mismo modo, vio con buenos ojos las dictaduras militares contrarrevolucionarias en América del Sur. En cualquier caso, la crisis del Poder Ejecutivo en Estados Unidos en la época de Watergate le impidió prestar apoyo como el esperado por los militares chilenos, que creían que merecían mucha más ayuda de Estados Unidos.
Algo que se menciona menos en los recuentos de la política latinoamericana de Kissinger es que en 1974 Estados Unidos alcanzó un entendimiento con los militares peruanos, de orientación izquierdista y cercanos a Cuba y la Unión Soviética.
En su aproximación a América Latina, Kissinger no pensaba de manera diferente a sus antecesores y sucesores en los más altos cargos de la diplomacia estadounidense, ni a sus contrapartes en las otras potencias influyentes en el sistema internacional.
En el esquema tácitamente aceptado de la distensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética, uno de cuyos grandes arquitectos fue Kissinger, no había lugar para alteraciones en las esferas de hegemonía de las grandes potencias. Así como Nixon y Kissinger hicieron lo que estuvo a su alcance -que era menos de lo que usualmente se cree- por evitar la consolidación de Allende, la Unión Soviética se rehusó a prestar apoyo sustancial para el éxito del proyecto de la izquierda chilena. En el juego de tronos de la política de la Guerra Fría, Kissinger era uno de los participantes más aventajados, pero de ninguna manera el único que se atenía bien a sus reglas.
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