Columna de Sebastián Hurtado: Los Juegos Paralímpicos y el valor del deporte adaptado

Alberto Abarza, Francisca Mardones
Alberto Abarza y Francisca Mardones, los abanderados del equipo paralímpico chileno durante el desfile de Tokio 2021. Foto: @TeamChile_COCH/ Twitter.


Por Sebastián Hurtado, académico Universidad San Sebastián. Jugador de básquetbol y handball en silla de ruedas.

Los Juegos Paralímpicos, cuya decimoséptima versión se inicia el 28 de agosto en París y en los que Chile es representado por una robusta delegación, nos invitan a valorar la creciente práctica de los deportes adaptados como un fenómeno positivo para nuestra sociedad. Hoy, cientos de miles de personas con discapacidades practicamos deportes adaptados en todo el mundo.

Esto es posible primordialmente por la enorme voluntad de los deportistas, generalmente enfrentados a muchas dificultades para poder dedicarnos a alguna disciplina por el entusiasmo y pasión que nos despierta. En Chile, el deporte adaptado nació, ha crecido y se ha consolidado porque hombres y mujeres que han querido dedicarse a alguna de sus disciplinas han persistido frente a condiciones difíciles y han creado espacios para que muchos de nosotros podamos seguirles los pasos.

En el básquetbol en silla de ruedas, por ejemplo, quienes han fundado y sostenido los clubes y organizaciones que lo enmarcan somos los mismos deportistas que lo practicamos semana a semana. En este esfuerzo, han ayudado las mejoras en infraestructura de las últimas décadas y la cada vez mayor comprensión social de la discapacidad, que han hecho de la nuestra una sociedad cada vez más inclusiva.

Con todo, lo más significativo en la práctica del deporte adaptado, tanto en sus formas más elementales como en el alto nivel competitivo de los Juegos Paralímpicos, es la determinación que demuestran día a día sus cultores. Sin mayor atención al hecho de convivir con discapacidades físicas y enfrentando con frecuencia dificultades logísticas, económicas y de salud, los deportistas paralímpicos se dedican a la práctica de sus disciplinas de la misma manera que un deportista convencional, primordialmente por amor al juego.

En el reconocimiento y concreción de esta igualdad esencial radica el valor de los deportes adaptados y su fomento solo va en beneficio de la construcción de una sociedad genuinamente inclusiva.

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