Por Sebastián Salinas, Académico del Centro de Estudios Árabes Eugenio Chahuán y Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos, U. de Chile
Afganistán continuamente ha sido despreciada por las potencias dominantes. En el siglo XIX fue invadida por el Imperio Británico para proteger su dominio de India. En la década de 1980, el apoyo norteamericano a ciertos grupos tuvo como objetivo derrotar a los soviéticos.
La retirada del Ejército de Estados Unidos y el triunfo talibán ahorra todo comentario cuando Joe Biden declaró que “nuestra misión en Afganistán nunca fue construir un país”. ¿Y los afganos? Bien, gracias.
En plena invasión y dominio de Estados Unidos y la OTAN, para 2009 Afganistán era declarado “el país más corrupto del mundo”. Y es sabido que gran parte de la fortaleza económica talibán viene de la venta de opio, contra lo que no se ha hecho nada.
Se abren dudas enormes para el futuro, especialmente en lo referido a la situación de la mujer, si se tiene en mente el primer dominio talibán, donde se llegó a prohibir incluso que las niñas fueran a las escuelas. Es probable que ahora haya diferencias por dos factores. El primero es que redes sociales, internet y otros juegan un papel fundamental para crear una imagen, más en un mundo donde ha aumentado la importancia del feminismo. Llamativo es que hayan realizado una conferencia de prensa para decir que se iba a respetar el derecho a las mujeres (eso sí, “en el marco de la ley islámica”).
Lo segundo es más complejo. Por primera vez en su historia, Afganistán ha sido visto como un país con riquezas: es una de las zonas con mayor reserva de litio aún no explotada, mientras que está en proyecto el gran oleoducto y gasoducto desde Turkmenistán a India, que pasa por territorio afgano y que es vital para evitar intromisión iraní o rusa, además de proveer a dos gigantes como India y China de energía limpia.
Quizás con estos dos elementos se pueda empezar a escribir por fin una historia donde más gente se interese de verdad en Afganistán. Y que eso ayude al avance que muchos afganos han esperado en vano por décadas de indiferencia.