Columna de Sergio Molina Monasterios: Después de La Haya, mirar fuera de la caja

Río Silala.


Por Sergio Molina Monasterios, doctor en Estudios Americanos y periodista boliviano-chileno. Coautor del podcast Hermanos entre fronteras

Al termino de las presentaciones orales en La Haya se confirmó que el diferendo es mucho menor que lo esperado una vez que se reconoce que el Silala es un curso de aguas internacional (eso sí, Bolivia agrega: “Cuyo caudal superficial ha sido aumentado artificialmente”). Además, el país vecino, pide soberanía sobre dichos canales artificiales y que cualquier solicitud a Bolivia para la entrega de ese caudal esté sujeta a la celebración de un acuerdo previo. En meses más, cuando conozcamos el fallo, enfrentaremos distintas apreciaciones del resultado, pero hay consenso en Chile de que se tratará de la segunda derrota judicial boliviana en la última década.

En cualquier caso, la visión de ganadores y perdedores no sirve para reconducir los vínculos entre vecinos. La pregunta que debemos hacernos es cómo –después de La Haya— se puede recomponer una relación haciendo cosas distintas a las que tradicionalmente se han hecho a lo largo del siglo XX, sobre todo, ahora que ambas naciones cuentan con gobiernos de izquierda (aunque hay una gran distancia entre la socialdemocracia nórdica que propone Gabriel Boric y el populismo modernizador de Luis Arce).

Mirar fuera de la caja significa entender que a pesar del primer fallo de La Haya sobre el tema marítimo, Bolivia continuará con su demanda histórica (esperar a que los bolivianos por arte de magia la descarten es sinónimo de mantener la política exterior chilena del siglo XX: “La mejor relación con Bolivia es no tener ninguna relación”).

Al mismo tiempo, significa que Chile deba convivir y encapsular esta discrepancia histórica para avanzar lentamente en la reconstrucción de confianzas mutuas (ya hizo algo parecido con Perú y Argentina). Ese encapsulamiento es imprescindible hasta que Bolivia asuma finalmente su condición geográfica mediterránea.

Eso sí, Chile, además, debe asumir la responsabilidad que conlleva haber sido ganador de la guerra y el desarrollo económico que eso le permitió. Más allá de ofrecimientos simbólicos, necesita invertir para mejorar la relación con su vecino.

Si quieren construir una política exterior acorde con el siglo XXI, tanto Chile como Bolivia debe cambiar.