Columna de Sharmelí Bustíos: Ayacucho, tierra que duele
Por Sharmelí Bustíos Patiño, periodista peruana
Ayacucho, situado en el centro sur de Perú, sigue siendo una tierra que no cierra sus heridas a raíz de las consecuencias tangibles del período de violencia 1980-2000. El informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación señaló que, de las 70.000 víctimas, el 40% se produjeron en nuestra región. En medio de esta coyuntura política, una fuerte represión de las fuerzas del orden ahonda esas viejas heridas cuando parecían estar cicatrizadas.
El 15 de diciembre Ayacucho estuvo nuevamente bajo las balas, helicópteros sobrevolaban sus cielos y una brutal represión contra los manifestantes que intentaron tomar el aeropuerto Alfredo Mendívil Duarte, como protesta para exigir la renuncia de la Presidenta Dina Boluarte y el adelanto de elecciones tras el fallido autogolpe de Pedro Castillo, el 7 de diciembre, que ahora lo tiene en prisión preventiva por 18 meses mientras es investigado por los delitos de rebelión y conspiración. “Que se vayan todos”, ha sido una de las exigencias de los manifestantes, sin imaginar el desenlace de 10 muertos y 53 heridos, según cifras oficiales de la Dirección Regional de Salud.
Detrás de esas vidas perdidas, hay rostros que conmueven, como el de Paula Aguilar Yucra, socia de la Asociación Nacional de Familiares de Secuestrados, Detenidos y Desaparecidos del Perú. Sostiene en su mano la bala que mató a su sobrino, José Luis Aguilar Yucra, que falleció en las protestas del 15 de diciembre. Paula, oriunda de Tambo, provincia La Mar, departamento de Ayacucho, huyó de su pueblo, perdió a sus padres y varios de sus hermanos. Ella conoce cómo son las heridas que produce la violencia, la indiferencia al reclamo de justicia, la estigmatización por ser ayacuchana, que suelen tildarnos de “terrucos”.
Ayacucho vuelve a sufrir el desdén de los años 80-90, cuando el terrorismo de Sendero Luminoso y el terrorismo de Estado desangraban nuestra región. Entonces se creía un problema exclusivo de los Andes. Muchas veces se sentía como un “país” ajeno dentro de otro país como Perú, tan polarizado, complejo y contradictorio.