Por Stéphanie Alenda, Directora de Investigación de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de UNAB
Luego de un debate televisivo que no permitió desempatarlos tan claramente como en 2017, Emmanuel Macron (27,8% en primera vuelta) y Marine Le Pen (23,1%) concentraron sus últimas energías en convocar por un lado al “frente republicano” contra la extrema derecha y por el otro el “todo salvo Macron”. Aunque los sondeos de opinión den la ventaja al Presidente de cara al balotaje del domingo, la principal incógnita es la distancia que separará finalmente a los contendientes, considerando su casi empate en los niveles de rechazo que suscitan entre los franceses (41% para Emmanuel Macron vs. 45% para su rival).
El rechazo hará probablemente que esta elección sea más reñida que las anteriores en las que la extrema derecha compitió en segunda vuelta. Se explica por un lado por el pasivo del Presidente saliente cuestionado tanto por el balance de su gestión como por su personalidad. Disminuye en cambio en el caso de Le Pen, como resultado de la estrategia exitosa de “desdiabolización” del ex Frente Nacional surgido en los años 70 de una agrupación neofascista. Desde que tomó las riendas del partido, la candidata trató en efecto de borrar de su discurso los marcadores nacionalistas o xenófobos.
Estos pronósticos son reveladores de una fuerte insatisfacción democrática, más acentuada que en otros países europeos, expresada tanto en la victoria del voto anti-sistema en primera vuelta como en la casi desaparición de los partidos tradicionales. <
En la primera vuelta, el 58% de los franceses se pronunció a favor de los extremos: 4 de los 12 candidatos se ubicaban en la extrema izquierda y totalizaron 25,7%, mientras la extrema derecha, con tres candidatos, sedujo a un tercio del electorado. Por su parte, el macronismo, al jugar demasiado con la retórica “anti-sistema”, “ni de derecha ni de izquierda”, contribuyó a laminar los dos partidos tradicionales que habían estructurado el sistema político francés desde el advenimiento de la Quinta República en 1958. El PS consiguió 1,7% de los votos en primera vuelta y la centroderecha 4,8%. Como consecuencia, se fortalecieron los extremos y se debilitó el frente republicano.
El desafío fundamental que dejará esta segunda vuelta es el de la recomposición del paisaje político, vale decir la reconstrucción de partidos democráticos fuertes para poner freno a los proyectos iliberales.