Por Susannah Buchan, oceanógrafa del Centro de Investigación Oceanográfica del Pacífico Suroriental (COPAS Coastal) y del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA).
Con su extensa costa y diversidad de ecosistemas marinos, Chile alberga más de la mitad de las especies de ballenas del mundo (10 de 17), todas ellas bajo categorías de conservación preocupantes. Los censos recientes no entregan certeza de que las poblaciones de ballenas de Chile se estén recuperando como deberían luego de décadas de caza ballenera que culminó recién en los 80.
Esta riqueza de especies conlleva una responsabilidad como sociedad de proteger a estos animales majestuosos y fomentar su recuperación, porque son patrimonio natural de todos los chilenos, son importantes para la salud de nuestros ecosistemas marinos y para la mitigación del cambio climático, y porque cada vez más hay comunidades costeras en Chile cuyo sustento depende del turismo de avistamiento de ballenas.
Chile cuenta con una ley de protección de cetáceos y tiene compromisos internacionales y nacionales, incluyendo la creación de Áreas Protegidas. Sin embargo, seguimos matando a las ballenas. Según nuestro reciente estudio publicado en Marine Policy, Chile lidera la mortalidad de ballenas por colisiones con embarcaciones en la última década.
Realizamos una revisión de todas las ballenas muertas varadas en la costa de Chile desde el 1972, y encontramos que desde el 2013 -año en el que se empieza a realizar necropsias sistemáticas–, el 31% de los varamientos está relacionado con colisiones con grandes embarcaciones, con un promedio anual de cinco ballenas muertas por esta causa, muy por encima de reportes publicados de otros países. Un resultado subestimado, ya que la mayoría de las ballenas colisionadas se hunden o derivan fuera de la costa.
Las especies más afectadas son la ballena fin, la azul y la jorobada, todas en peligro de extinción o vulnerables. Estas colisiones coinciden con áreas de alto tráfico marítimo y zonas portuarias.
¿Las soluciones? Mejor planificación del maritorio y reducción de velocidades. Donde existen puertos hay que revisar las rutas marítimas. Donde hay ballenas, pero aun poco tráfico, como el Archipiélago de Humboldt, hay que evitar la instalación de nuevos puertos y rutas de tráfico. En otros países estas medidas han logrado un impacto positivo.
Chile tiene una historia de liderazgo en conservación marina. Este es el momento de reafirmarlo.