Por Vannesa Miller, directora de “Cecilia La Incomparable: Bravura plateada”
A la historia de la humanidad hay que tenerle paciencia, somos -los humanos- una especie joven y parece que recién estamos aprendiendo a cuidarnos, a amarnos y a respetarnos a nosotros mismos. Hemos perseguido a nuestros hermanos por su color de piel, por su ideología, por sus tierras, sus religiones y más grave aún: por su identidad. Hemos restringido la variedad de nuestras almas como si con rollos de alambre púa se pudiera asustar la libertad amorosa con que fuimos creados.
“Tranquilein John Wayne”, como decía la Cecilia. A esta niña que cabalgaba a pelo por los acantilados del BioBío, de su amado Tomé, no la bajó del caballo ni la pacatería de su época, ni el machismo, ni las demoras de las instituciones -que vinieron a legalizar tarde el derecho a la libertad identitaria-, ni la franja oscura que dejó a nuestro país herido por un golpe sanguinario que instaló “la guerra” como justificación para apagar la cultura, la fraternidad y la tolerancia.
La cabalgata sin montura de esta joven ídola popular, no se detuvo tampoco con la socarronería burlesca con que la patearon en el suelo los mismos que la endiosaron cuando eso era conveniente. Cecilia tenía una forma de galopar invencible: Cantar, cantar con su vibración INCOMPARABLE.
Y cantando Cecilia fue en el escenario un arquetipo de mujer que obligó al mundo que la rodeaba a madurar, a ser menos prejuicioso, mas inteligente y sobretodo más afinado porque hay que saber entonar con las valientes, las hacedoras de historia, los enamorados de la música, porque la música es uno de los legados más representantivos de la cultura. Y la música de Cecilia es popular, es cultura popular, su lírica poética es parte del imaginario colectivo y del corazón del pueblo.
Es paradójico despedirte justo cuando- después de 11 años de trabajo- la serie de tu vida permitirá que te conozcan más de cerca a ti y a tus canciones preciosas, no sólo los covers inolvidables como Baño de mar o Aleluya, sino las que tú compusiste como Los amantes, Me voy (reversionada por Francisca Valenzuela), La Cita o tu última grabación Jauría de Mujeres, que Mon Laferte tuvo a bien acompañar en una pieza patrimonial exquisita, del inmenso legado que nos dejas.
Hoy, y lo digo con una de tus letras: La cita es con el destino. Gracias a tu manager Yas Bau que tomó tu mano para alargar tu vida y darte lo que siempre soñaste: una familia. Gracias por ser esta incomparable parte de mi camino, me impulsaste, me inspiraste y me diste “el ñeque” para ser una mejor y más realizada versión de mi misma. De eso fuiste capaz no sólo conmigo, sino con este país que amamos tanto.