Por Wladimir Sierra Freire, analista político ecuatoriano.

Este domingo, los ecuatorianos tenemos que decidir nuestro futuro político. No recuerdo momento tan aterrador en la época democrática, es decir, en los últimos 50 años.

Generalmente, los procesos electorales son momentos donde irrumpe la esperanza anunciando un mejor futuro para los años venideros. El cambio de autoridades políticas tiene ese encanto, el de tratar de enmendar lo malo y propiciar el advenimiento de algo mejor. De algo que encarnan los candidatos por algunas de sus cualidades y propuestas.

En las elecciones presidenciales de 2025 en Ecuador aquello no acontece. A pesar de la variada oferta electoral, 16 candidaturas, son solo dos los potenciales contendientes: el actual Presidente Daniel Noboa y la candidata del correísmo, Luisa González. Ninguno de los dos promueve la esperanza, ninguno de los dos abre el espacio a lo nuevo. Son dos figuras que asustan por lo que significan. El retorno al autoritarismo y la corruptela correísta, o la continuidad de la prepotencia y la incapacidad.

Hay que decidirse por uno de ellos, el voto nulo y el de izquierda han perdido su sentido de disgusto y de protesta. La situación económica y social del país no da para indecisiones. La pobreza que día a día se transforma en miseria para la mayoría es el terreno fértil que alimenta la cultura de la extorsión, el sicariato, la corrupción, el secuestro, que han imprimido los grupos de delincuencia organizada. En el país se ha perdido la poca institucionalidad política que teníamos y, lo que es más grave, se va desmembrando el tejido social que nos permitía sostenernos a pesar de la precariedad económica y jurídica.

Gane la candidata del autoritarismo o gane el candidato de la prepotencia, nada permite suponer una mejora de nuestra situación; no es posible creer que alguna de estas dos alternativas pueda traer consigo algo de esperanza. Y no es posible porque las dos son y tienen que ser subsidiarias del crimen organizado, porque las dos, para gobernar, deben pactar con los carteles del narcotráfico que desde los años de pandemia gobiernan ininterrumpidamente a sangre y fuego nuestro país.