Columna de Ximena Risco: Gustos caros
Por Ximena Risco, abogada y ex directora jurídica del Ministerio del Interior
El Ministerio Público surgió como un órgano especializado en la persecución penal, protección de la víctima y represión imparcial y rápida de la delincuencia. Se confiaba en que su intervención conduciría hacia procesos penales más eficiente y selectivos conforme a criterios político criminales conocidos.
Altas expectativas para una institución que no ha madurado bien. Sus últimos titulares permitieron prácticas cuestionables y profundizaron debilidades, instalándose un peligroso continuismo cuyas consecuencias adquirieron publicidad a propósito del nombramiento del nuevo Fiscal Nacional.
Es urgente reposicionar a la Fiscalía mediante un liderazgo fuerte, sin compromisos, determinado a efectuar cambios considerables y abierto también a modificaciones orgánicas. Sin embargo, el Ejecutivo se ha enfrentado a esta necesidad de manera confusa, y a veces parece obedecer más a sus gustos personales que a una estrategia al nivel de la crisis de seguridad que vivimos.
Así, si bien en el primer nombramiento se optó por el pragmatismo, el hecho que senadores ausentes se contaran para el quórum, más las abstenciones oficialistas, supone un capricho avalado por el Ejecutivo. “Faltaron dos votos”, señaló una condescendiente ministra Ríos, sin contar que, tramitados los permisos, los 31 votos de Morales habrían sido suficientes para su aprobación.
En el segundo intento y al borde del plazo, el gobierno nominó a Marta Herrera, atrapado por la paridad. Su rechazo era conocido y justificado desde el primer día y terminó como víctima sacrificial ¿adiós sororidad? Nos enteramos de diferencias entre ministras de Estado y llamados telefónicos del Presidente Boric al Poder Judicial, luego de los cuales se completó la quina con otra mujer.
Y así, la institución a cargo de la persecución penal, protección de la víctima y represión de la delincuencia lleva 100 días sin titular y solo cabe concluir que, después de dos fracasos seguidos, no están los tiempos para gustos caros.