“No quiero volver al colegio. Se van a burlar de mí por no tener casa o por no oler bien”, sostiene Mateo (10), al recordar que el próximo 13 de marzo deberá retomar las clases en la localidad de Santa Juana.
Su casa fue una de las 880 viviendas consumidas por el fuego que azotó a inicios de febrero a la comuna ubicada en la Región del Biobío. Producto de este incendio, Mateo y su familia debieron refugiarse en una casa anexa puesta a disposición por la junta de vecinos de Curalí.
Ahí, Mateo junto a sus hermanos se preparan para volver a las clases junto a los 1.367 estudiantes que forman parte de la matrícula educacional municipal de la zona. Desde la alcaldía señalaron que si bien saben que dentro de su comuna existen 167 niños y niñas afectados, “no se sabe de cuántos estudiantes residen actualmente en los albergues”.
Ana Albornoz, alcaldesa de Santa Juana, menciona a La Tercera que “necesitamos que los niños retomen las clases, que socialicen y que no estén solos. Así podemos asegurar su derecho a la educación y alimentación. Muchas familias perdieron no solo sus casas y trabajos, sino sus plantaciones destinadas al autoconsumo”.
En total cinco de los 17 establecimientos educacionales de la comuna fueron afectados por las llamas, perjudicando a 147 alumnos. En respuesta a esto, la municipalidad transformó el internado de Colico Alto -uno de los colegios quemados- en escuela y coordinó el traslado de cinco estudiantes a otras zonas para que continúen con sus estudios.
Los materiales, transporte y uniformes están asegurados y serán entregados de manera gratuita por parte del Ministerio de Educación, la Municipalidad de Santa Juana y gracias al aporte de privados.
“Me preocupa el inicio del año escolar, porque no tienen ducha, y ellos tienen que ir limpios. Quiero que estén cómodos, que duerman bien. Ahora no están las comodidades que necesitan para descansar e ir con la mente despejada a clases”, relata Liliana Yáñez (34), madre de Mateo. “Tengo cuatro hijos, de 18, 15, 12 y 10 años. Todos son buenos estudiantes. Han salido con 6 o 5,9, entonces me preocupa que ahora bajen sus notas”, agrega.
Miedo a los árboles
Si bien esta vuelta a clases es importante para la comuna -debido al atraso pedagógico que significó la pandemia-, Albornoz recalca que su principal preocupación son las consecuencias psicológicas del incendio. “Les tienen miedo a los pinos, al bosque. Por eso buscaremos que los colegios que se construyan no estén cerca de monocultivos, porque incluso mirar por la ventana y ver árboles los asusta”, señala.
“Tienen pesadillas”, relata Yáñez, añadiendo que sus hijos para tomar el bus e ir al colegio, tienen que caminar cinco cuadras “en medio de árboles. Les da miedo que el fuego los persiga y los encierre”.
“No solo necesitamos una reconstrucción segura, sino que contención emocional anual para estos niños y para los docentes que también lo perdieron todo”, señala Carlos Díaz Marchant, presidente del Colegio de Profesores. Su par del Biobío, Jorge Barriga, se suma al llamado.
“Ya contamos con duplas psicosociales que han estado visitando a los niños y familias afectadas por los incendios. Fue un trabajo conjunto del Mineduc y la Municipalidad”, aclara la presidenta comunal Yaneth Seguel.
Así confirma Yáñez, quien señala que ya los visitó un psicólogo del colegio. “Le preguntó a mi hija cómo estaba y ella se puso a llorar. Con nosotros no se abre porque no quiere angustiarnos más”.
“Ahora me preocupa más la lluvia. Ya empezaron y se van a poner peor. Nadie nos ha dicho nada al respecto. Ya es difícil estudiar así, pero con lluvia y frío...”, finaliza.