Son, por estos días, el botín más apreciado -y polémico- de cara a la segunda vuelta. Los 900 mil votantes que Franco Parisi obtuvo el pasado domingo 19 de noviembre se han vuelto objeto de debate, apelación y transmisiones digitales. El propio candidato ha querido jugar un rol, invitando a su programa en internet Bad Boys a Gabriel Boric y José Antonio Kast para que presenten sus propuestas ante los seguidores del Partido de la Gente. El segundo fue el pasado domingo, y el primero terminó declinando su asistencia.

Pero detrás de esa incertidumbre existen varias preguntas cuya respuesta aún está en veremos. ¿Cómo se comportan los votantes de un candidato que perdió? ¿Cuán traspasable es la adhesión de un abanderado a otro? ¿Cuánto ayuda una declaración formal de respaldo en el proceso? ¿Y cuán relevante es intentar lograr estos apoyos versus convocar a gente nueva?

Hay un dato que ilustra lo inédito del escenario de esta segunda vuelta. El 53,74% que sumaron entre los dos candidatos es el menor porcentaje de sufragios acumulados para quienes pasaron al balotaje en toda la historia de este mecanismo en Chile. En algunos casos, la comparación impresiona: en 1999, entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín sumaron en primera vuelta el 95,47% de los votos totales. Seis años después, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera alcanzaron el 71,37%. En 2009, en tanto, Piñera y Eduardo Frei sumaron 73,66%. En 2013, Bachelet y Evelyn Matthei lograron 71,73% entre ambas, y hace cuatro años Piñera y Alejandro Guillier alcanzaron 59,34%, lo que hasta ahora era el menor porcentaje entre dos abanderados.

Esto se traduce en un hecho concreto. La segunda vuelta electoral que se celebrará el próximo domingo será la contienda de su tipo en que haya más votos en disputa, y los 3.250.444 sufragios obtenidos por los otros cinco aspirantes -Parisi, Sebastián Sichel, Yasna Provoste, Marco Enríquez-Ominami y Eduardo Artés- están en el centro de la atención.

No es tanto lo que se conoce de cómo se comportan estos votos. Aunque con la del próximo domingo Chile habrá vivido ya seis elecciones consecutivas yendo al balotaje, las tres primeras (1999-2000, 2005-2006 y 2009-2010) se hicieron con un sistema distinto, donde sólo podían participar aquellas personas que estaban inscritas de antemano y no había posibilidad de inscribirse entre primera y segunda vuelta.

La elección de 2013, donde debutó el sistema de inscripción automática y voto voluntario, se inscribe más bien como una excepción: con un favoritismo amplio para Michelle Bachelet versus Evelyn Matthei, es la única segunda vuelta que ha tenido menos votos que en la primera ronda. Así, el caso más comparable se encuentra en los comicios de 2017, donde compitieron ocho candidatos y pasaron a segunda vuelta dos, Sebastián Piñera y Alejandro Guillier. Y los rastros de las votaciones ayudan a armar un mapa bastante complejo de cómo y adónde se van los apoyos. Eso, claro, en caso de que lleguen finalmente a votar.

No todos los apoyos son iguales

Cristóbal Huneeus comienza con una advertencia: cualquier análisis que se haga sobre la elección de 2017 tiene que considerar un factor central y que pasa inadvertido, que es el recambio de votantes. Y es que, según explica el director de Data Science de Unholster y creador de la plataforma electoral Decide Chile, la gente que sale y entra de votar entre elecciones es el factor incógnito más difícil de ponderar.

Hay un ejemplo a mano. Según información oficial del Servicio Electoral, entre la primera y la segunda vuelta de 2017 hubo un aumento de 333.509 votantes. Pero si se analiza por grupos, el esquema no fue idéntico ni parejo. Por ejemplo, entre los menores de 30 años disminuyó la participación en 35.465 personas, pero entre los mayores de 50 años, la cifra de votos aumentó en 231.455.

Huneeus explica que, en la práctica, con la información disponible y con el sistema de voto voluntario es prácticamente imposible, con la excepción de quienes trabajan en el Servel, saber quién dejó de votar y quién ingresó en una mesa dada. Sólo se puede saber si esa mesa aumentó o disminuyó su participación respecto de las elecciones previas.

Sin embargo, los análisis tradicionales de comparación sí pueden ayudar a encender ciertas luces sobre un hecho concreto en cuanto al traspaso de votos: que está claro que no se comporta igual en todos los casos o entre todos los candidatos.

Por ejemplo, de acuerdo con el modelo que Decide Chile usa tradicionalmente para hacer comparaciones entre mesas y elecciones, en la segunda vuelta de 2017 Sebastián Piñera habría recibido en torno al 95% de los sufragios de José Antonio Kast, alrededor de un tercio de los de Marco Enríquez-Ominami y cerca de un cuarto de los sufragios de Carolina Goic y Beatriz Sánchez.

El cálculo es consistente con lo que manifestaron en su momento los propios abanderados: un par de días después de la derrota de Guillier, Sánchez dijo que en sus estimaciones internas el traspaso había sido de entre “un 70% y un 80%” de los votos del FA al senador. Y también reflejan la realidad de que, más allá de que un candidato entregue el apoyo, no todos los votantes se irán con él. Eso sí, a diferencia de otras ocasiones -como el recordado apoyo a última hora en 2009 de ME-O al “candidato del 29%”, en que no mencionó a Eduardo Frei, y donde se calcula que casi un tercio de los votantes del entonces diputado respaldaron a Sebastián Piñera-, prácticamente todos los abanderados que quedaron en el camino entregaron un respaldo público a Boric o Kast en los días posteriores a la primera vuelta. Las dos excepciones: Eduardo Artes y Franco Parisi.

Además, las aproximaciones son similares a algunos de los análisis que se han hecho de cara a la segunda vuelta de este año en cuanto a que no habrá un patrón único de traspaso de votos. En el último sondeo hecho por la empresa Cadem antes de la veda de encuestas, que fue publicado el viernes 3 de diciembre, el 45% de quienes decían haber votado por Franco Parisi señalaban apoyar a Boric, el 18% a Kast y el 37% estaba indeciso; en el caso de Sebastián Sichel, el 58% respaldaba a Kast, el 11% a Boric y el 31% no lo tenía resuelto; y para Yasna Provoste, el traspaso era 70% para Boric y 10% para Kast.

“Aunque el foco ha estado en Parisi, los votos de Sichel son igual de importantes, y los de Yasna Provoste y ME-O, todos importan”, apunta Huneeus. “Pero lo que podemos decir es que no todos los votos de un candidato se van a ir enteros a otro candidato: en 2017 aprendimos que eso no fue así”.

Los que llegan y los que se van

De todas formas, el análisis del traspaso de votos no puede pasar por alto las variaciones entre una vuelta y otra. Según el análisis de Decide Chile para las elecciones de 2017, en el 76,5% de las mesas aumentó la votación entre la primera y segunda vuelta -con un total de 429.376 votos-, mientras en las mesas restantes la votación bajó en 70.625 sufragios. El aumento de la votación fue mayor en zonas donde Piñera y Guillier les había ido mejor en la primera vuelta, y fue menor donde ganó más votos Beatriz Sánchez en primera instancia. A partir de eso, Huneeus dice que los lugares con mejores desempeños pueden ser bolsones atractivos para que los candidatos cosechen ahí mejores resultados “De lo que aprendimos de 2017, yo iría a mirar aquellas comunas y distritos donde le fue bien a José Antonio Kast, como el sur y el distrito 11, y los de Boric, como la Metropolitana”, dice.

Las cantidades en juego no son menores. Según un documento publicado por el consejero del Servel Alfredo Joignant en 2018, 1.044.827 personas que votaron en la primera vuelta de 2017 no acudieron a participar en la segunda; es decir, casi uno de cada seis sufragios. Pero al mismo tiempo, el balotaje sumó a 1.378.366 electores que no habían participado en la primera ocasión. Es decir, de acuerdo con la información oficial, sumando ambos universos se superarían las dos millones 400 mil personas.

A partir de estos datos, Huneeus apunta que los candidatos tienen un doble desafío en estos nichos. Primero, tratar de evitar que quienes están tentados de marginarse del balotaje luego de que su candidato fue derrotado lo hagan. Y segundo, atraer a los que no participaron.

“¿Por qué unos entran y otros salen? No lo sabemos. Pero el hecho de que haya un recambio tan importante, con números muy relevantes, oscurece más el análisis, y nubla el factor verdadero de lo que está pasando”, es su sentencia.