Incluso ahora, sentado en su casa en La Granja, Santiago Ford (26) se acuerda de cómo y por qué se desilusionó del atletismo cubano. Desde que era un niño de siete años en La Habana, su destino siempre pareció estar en la pista. Fue bicampeón juvenil de la isla y residente destacado de las Escuelas de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) -el semillero de los campeones cubanos-. Ahí entendió en carne propia lo feroz que podía ser la cultura deportiva de su país.

-Los entrenadores te dicen: acá están los mejores. No puedes fallar. Si fallas, hay tres atletas esperando tomar tu lugar-, recuerda.

Luego, con 15 años, Ford entró a la selección de Cuba. Se esforzó mucho para mejorar. Entrenaba cinco horas al día, y el resto la dedicaba a terminar el colegio.

A los 15 viajó a Ucrania. Era su primer mundial de atletismo juvenil. Salió séptimo. Lloró el resultado, pero la experiencia le sirvió para otra cosa.

-Sabíamos que la situación de Cuba era diferente -dice-. Pero fue como que te quitaran la máscara. Por ejemplo, la comida. Había muchos tipos de carne, de arroz, de pasta, tocino, quesos. Cosas que nunca había visto. Uno decía y esto, ¿de dónde salió?

A pesar de esos logros, algunas cosas le hicieron ruido.

Le pasó en su tercer mundial juvenil en Polonia. Una serie de errores de su federación terminaron con él llegando de madrugada a Bydgoszcz.

-Dormí cuatro horas para levantarme a competir. Mi cuerpo no me respondió.

Ford sigue su recuerdo.

-El primer día terminé en el puesto 14. Pero esa noche descansé y subí al cuarto puesto. Quedé a 30 puntos del bronce. Esa hazaña pocos en el mundo la han logrado.

Sin embargo, el atleta dice que nadie de su equipo lo vio de esa forma.

-Esperaba que reconocieran ese esfuerzo. Pero no fue así. Solo lo reconoció mi familia.

Ese día, algo se quebró.

-Ahí empecé a cuestionarme si valía la pena seguir en el equipo nacional en Cuba. Porque si no me reconocen este mérito, ¿qué va a pasar el día de mañana? -dice-. Sentía que tenía que hacer algo, pero aún no sabía qué.

A los siete años Santiago Ford ya aprendía los conceptos básicos del atletismo. A los trece, ya ganaba campeonatos nacionales juveniles. Foto: cedida.

Al año siguiente, al cumplir 18 años, lo obligaron a hacer el Servicio Militar. Estuvo sólo 41 días por ser deportista, pero terminó con una lesión por sobrecarga en el bíceps femoral. Viajó a una competencia en Canadá, pero no pudo terminarla.

Enero del 2018 fue clave. Ese mes, Ford, de 19 años, se preparaba para los Juegos Centroamericanos. Mientras entrenaba en el Estadio Nacional de La Habana se encontró con una delegación del Colegio Sagrados Corazones de la Alameda, que iba de Chile.

El profesor a cargo del grupo se llamaba Alfredo Pavez. Luego de algunas prácticas en conjunto, conversaron un rato.

-Me habló de su vida -dice Pavez-. Me contó que quedó muy postergado en el equipo cubano después de su lesión. Lo tenían en una banca permanente, sin posibilidad de mostrarse ni competir internacionalmente.

Pavez estuvo un mes en Cuba. En esos entrenamientos le fue contando a Ford sobre Chile, su infraestructura y cultura deportiva.

-Le pregunté si me iba a ir bien si me iba a Chile -dice Ford-. Me dijo que sí, pero que me iba a costar. Que tenía que empezar de cero.

Pavez admite que eso cambió la forma de pensar de Ford.

-Llegó todos los días con una pregunta nueva. ¿Cómo son los sueldos? ¿Cómo es el campeonato nacional? ¿Cuánto corre el mejor en esta prueba? ¿Cuánto lanza el mejor de esta prueba? -dice el entrenador-. Al final me preguntó: si me voy a Chile, ¿tú me ayudarías? Y le dije que contara conmigo en un 100%.

Ford cuenta el motivo por el que terminó eligiendo Chile.

-Necesitaba irme a un país donde pudiera surgir rápido -asegura-. Cuando vi las marcas de atletismo, me dije: no son imposibles de hacer. Las puedo lograr o superar.

Tres meses después, Ford sufrió una grave lesión entrenando. Se rompió tres músculos de la pierna izquierda: el isquiotibial, el semimembranoso y el semitendinoso. Estuvo dos meses en cama.

-Nadie me fue a ver. Mi entrenador estaba a media hora de mi casa, y no recibí ni un llamado de él.

Eso precipitó su decisión. Su padre, Alfonso Ford, recuerda el momento.

-Yo soy un cubano fiel y no me gustó que nuestro hijo saliera. Pero tampoco lo iba a dejar desamparado. Lo apoyamos todos como familia.

La idea de Ford era llegar a Chile en avión. Pero le faltaba un último obstáculo.

-Alfredo me sacó los pasajes. Sólo me faltaba un papel para que me dieran la visa. Pero en la escuela no me pasaron el permiso de trabajo. Decían que no había terminado el Servicio Militar. Pero eso es falso. Ellos no querían que saliera de Cuba.

Ford dice que en ese momento se contactó con un cubano que ya vivía en Chile, quien sabía de un “coyote” -aunque a Ford no le gusta decirle así- que lo iba a ayudar a entrar irregularmente al país. Le cobró 1.700 dólares. Con eso el atleta no tendría que preocuparse de nada más.

Santiago Ford sacó un pasaje para el 8 de septiembre de 2018. Ese día, abordó un vuelo en Aruba Airlines rumbo a Guyana.

Había empezado la prueba más exigente de su vida.

Foto: Andrés Pérez / La Tercera.

Morir en el desierto

Santiago Ford se subió a una camioneta la noche del 15 de septiembre. Ese día en Guyana lo acompañaban un chofer y otros dos cubanos. Salieron rumbo a Boa Vista, al norte de Brasil, en plena selva amazónica. Era un viaje de 13 horas, sobre un camino de tierra después de una noche de lluvia torrencial.

-El viaje fue duro. Me acuerdo que el chofer paró la camioneta. Había un pozo con agua que le llegaba hasta el muslo. Apagó el motor, dejó solo las luces. Lo único que se escuchaban eran los gritos de los jaguares y de los monos en la oscuridad.

La siguiente parada fue en Boa Vista. Ahí, tomó un bus hasta Manaos. Lo primero que hizo allí fue cenar un plato de carne con arroz. Lo que no sabía era que ese plato iba a ser el último que comería en días.

Durante el viaje, Ford se iba comunicando intermitentemente a través de WhatsApp con su familia y con Alfredo Pavez. A su padre le envió fotos desde el bus. Pero Adolfo Ford dice que su hijo le ocultó las condiciones en las que viajaba.

-Nos decía siempre: tranquilos, estoy bien. Luego, tiempo después, me enteré de lo mal que lo pasó.

En Manaos, Ford se subió a un avión que llegó al norte de Perú. Desde ahí tomó un bus hacia Lima. Luego, tenía que tomar un último transporte a Tacna.

-Antes de subirme a ese bus me compré dos paquetes de galletas y una bebida. Eso fue todo lo que comí en las 32 horas de viaje hasta llegar a Tacna, atravesando todo Perú.

Antes de llegar a Tacna, dice que la policía fronteriza lo bajó.

-Estaban buscando plata. Me dijeron que yo estaba ilegal en el país. Les dije que era deportista. Me quitaron toda la ropa, me revisaron entero. Les tuve que pasar 20 dólares para poder seguir.

En Tacna lo tomó el último contacto, el que lo iba a acercar a Chile. Esa persona lo llevó a una cafetería, le compró un agua y, de nuevo, galletas. Era la última oportunidad para reponerse: tenía que cruzar la fría noche del desierto a pie. Ford no estaba preparado para esas condiciones: vestía un pantalón rasgado y un polerón de algodón. Además, tuvo que abandonar una maleta para pasar inadvertido. Quedó con lo puesto y poco más.

El conductor llevó al cubano hasta el Hito Concordia. Era la madrugada del 26 de septiembre. Ahí, detuvo el automóvil y le dio un par de instrucciones. Tenía que caminar hasta encontrar una línea de tren. Cuando llegara a ella, debía seguirla hasta llegar a Arica.

Esto le trajo peligros, supo Alfredo Pavez.

-Santiago me contó que atravesó un alambre de púas y luego pasó por arena muy movediza. No podía caminar sin enterrarse. Luego, le dijeron que atravesó por un campo minado.

Para el cubano, estos últimos metros antes de cruzar la frontera fueron emotivos.

-Venía con hambre, sueño, deshidratado. Había bajado mucho de peso. El pantalón se me caía.

Para Ford, el frío se hacía insoportable. También sentía miedo.

-Todos saben que por ahí pasan migrantes con dinero. Entonces, fácilmente te pueden matar para robarte. Me podrían haber pegado un tiro en medio del desierto y nadie se iba a enterar.

Cuando vio las luces del aeropuerto de Arica, Ford se dio cuenta de que estaba en territorio chileno.

Ahí, dice que empezó a cantar de alegría.

-Me puse a cantar música cristiana que traía en mi celular. Una canción que se llama Creeré.

Al rato de caminar al costado de la carretera, apareció un auto. Ford le levantó el dedo y el conductor lo recogió. El cubano le pidió que lo llevara al terminal de buses.

Ford aún recuerda ese momento.

-Nos fuimos conversando. Le conté lo que me pasó. Me dijo: usted volvió a nacer. Eso sentí cuando llegué a Arica.

Foto: Andrés Pérez / La Tercera

Cruzar la meta

Una vez en Chile, Santiago Ford viajó a la capital con el poco dinero que tenía. Alfredo Pavez lo fue a recoger.

-Cuando lo vi, era un Santiago distinto al que conocí en Cuba. Estaba muy cansado, con varios kilos menos. Pero, sobre todo, los primeros días lo vi muy triste y cansado- comenta Pavez.

Esos primeros días Ford vivía en el centro con otro cubano. Cuando fue a pedir su primer trabajo en una tienda en Ñuñoa, el atleta no podía creer lo que escuchó.

-Me iban a pagar 25 mil pesos al día. Para mí, eso era mucha plata. Nunca me habían pagado 25 dólares al día. Nadie te paga esa plata en Cuba. Nunca había visto tanta plata.

Tres meses después de llegar, Ford encontró trabajo de guardia de seguridad en una discoteca en el barrio Bellavista.

-Tenía que revisar personas, hacer el filtro en la entrada. Vi pistolas. La droga que te imagines la tuve en mis manos -dice-. Y aunque siempre trataba de dialogar primero, me tocó pegar un par de combos. Ahí conocí los peligros de la noche.

Alfredo Pavez decidió presentarle a Ford al entrenador Gerardo San José, quien lo hizo entrar a las primeras competencias en Chile. Luego, lo tomó Matías Barrera, entrenador del Colegio Verbo Divino. Se juntaron afuera del Metro Cristóbal Colón, en Las Condes. Era agosto del 2019.

-Me contaron que era muy bueno, pero que estaba lesionado del isquiotibial. Nos juntamos y le dije que quería hacer un proyecto grande con él -cuenta Barrera-.

Matías Barrera contactó al exvelocista y entonces diputado Sebastián Keitel (ind.-ex EVO). Se juntaron a conversar. Ahí, Keitel escuchó la historia de Ford. Le recordaba su propia experiencia como deportista en los años 90.

-De mis siete grandes amigos cubanos de esa época, cinco se arrancaron -afirma-. Es que el Estado cubano les entrega 18 mil pesos mensuales a sus deportistas. Al final solo se beneficia la imagen del gobierno y no sus deportistas.

Keitel le recomendó algunas cosas a Ford para avanzar en su nacionalización. Lo primero fue autodenunciar su ingreso irregular.

Por mientras, Ford pasó por varios lugares. Vivió en el CAR, aunque fue sacado, dice Barrera, ya que no podía conseguir logros por Chile.

En junio del 2022, Keitel ingresó un proyecto de ley para nacionalizarlo por gracia, basándose en sus méritos deportivos y su labor educativa.

El trámite se aprobó en el Senado por 20 votos a favor y dos abstenciones: Daniel Núñez (PC) y José Miguel Insulza (PS). El exministro justificó su voto. Dijo: “Presidenta, ¿vamos a nacionalizar a todos los deportistas que vengan a Chile?”.

Luego, en la Cámara Baja, la iniciativa pasó con 124 votos a favor. Tres diputados se abstuvieron -Raúl Leiva (PS), Claudia Mix (Comunes), Leonardo Soto (PS)- y una -Clara Sagardia (ind.-CS)- votó en contra.

En enero de 2023 ya era chileno.

-Yo, desde que salí de Cuba, salí mentalizado que iba a competir por Chile. No me dolió, al contrario. Era una respuesta a cómo me trataron -relata-. Siempre digo: voy a llevar a Cuba en mi corazón. Pero estaba desilusionado.

Barrera dice que, con su trabajo, Ford retomó su nivel. En octubre del 2022 volvió a hacer decatlón a un nivel que no había tenido hacía más de cuatro años.

Un año después, representó al Team Chile en los Panamericanos de Santiago. Antes de la última carrera de 1.500 metros planos, con Barrera tuvieron una conversación en el Estadio Nacional:

-Le dije a Santiago que no me importaba que botara los 1.500. Que lo hiciera más lento si quería. Pero que se detuviera a mirar al público. Que fuera una carrera basada en las emociones.

Ambos habían hecho los cálculos: le tenían que sacar 17 segundos de ventaja a Ford para que perdiera el oro.

-Pero no fue así. El americano me sacó unos siete segundos y el brasileño me sacó cuatro. Venían muy cansados.

Ford recuerda que el público chileno, en vez de sofocarlo, lo ayudó.

En la última vuelta solo se concentró en su ritmo. En el último aire vio la línea de meta.

-Ahí me acordé de cuando entré cantando, cruzando la frontera.

Ford, entonces, bajó su marcha en los últimos cinco metros. Pensó en el frío. En lo cerca que estuvo de morir. Por eso, dice, pasó caminando la meta.

Miguel Ángel Mujica, presidente del Comité Olímpico de Chile, lo vio desde el estadio. Su historia, dice, habla sobre algo más grande que la mera proeza deportiva: a pesar de cómo había entrado por Arica, esa noche Ford ganó como un chileno más.

Alfredo Pavez cree lo mismo, pero también con otra lectura.

Que esa noche, cuando cruzó la meta y fue aplaudido por un país que hasta hace poco no era el suyo, Santiago Ford no sólo ganó el oro, también le ganó a su propia vida.