Pesimista y preocupado. Así se define el columnista, doctor en filosofía, académico de la Universidad de los Andes e investigador del IES, Daniel Mansuy, sobre el proceso constituyente. Ha seguido de cerca la discusión constitucional de estos días y en especial lo relativo al sistema político donde ha argumentado a favor de mantener el Senado.
“Una Constitución que tiende a concentrar el poder en una sola cámara, sin ningún contrapeso o contrapesos muy débiles, hace posible algo así como un proyecto chavista”, agrega.
¿Está más optimista o pesimista desde que empezó el proceso?
Se viene un tiempo de definiciones que es medio vertiginoso. Uno ve el calendario y en estos pocos meses se van a tener que resolver y zanjar problemas que en Chile arrastramos hace décadas. Y que la clase política, a veces por malos pero a veces por buenos motivos, no pudo resolverlos. Y aquí va a haber que condensar todo con poca deliberación, menos de la que se nos prometió pero por una cuestión de tiempo, tampoco esto es culpa de lo de los propios convencionales. Y sobre tu pregunta, la verdad es que las señales que ha dado la Convención me dejan preocupado. Es cierto que hay que esperar porque aún no hay votaciones en el pleno y que falta para eso pero las señales que hemos tenido en los últimas semanas me dejan más bien preocupado. Y la verdad es que estoy menos optimista o más pesimista de lo que estaba al inicio.
¿Por qué?
Me parece que la Convención no está jugando el papel a la altura del desafío histórico que tiene. Y que es un desafío gigante. Las expectativas sobre ella son enormes, son colosales y me parece que no ha estado, hasta ahora, a la altura. No es que haya sido todo malo pero las cosas que van saliendo me hacen pensar en que no creo que tenga éxito en su tarea. Y cuando digo que tenga éxito, hay dos posibilidades de medir el éxito. Una es ganar el plebiscito, que yo creo que es perfectamente posible que gane pero la pregunta realmente decisiva es ¿esta Constitución va a durar y le va a dar estabilidad a Chile durante las próximas décadas? Eso me cuesta cada vez más creerlo.
¿Y qué cosas específicas del trabajo de la Convención le hacen tener esa mirada?
La preocupación central que tengo es que veo que la mayoría de la Convención, que no sé si llegará a dos tercios del pleno porque por ahora se está votando por simple mayoría en las comisiones, a mi juicio tiene una voluntad por concentrar el poder y por eliminar los contrapesos. O sea, allí donde teníamos un Senado, una Cámara de Diputados y un Presidente, ahora hay una idea de eliminar al Senado y dejar al Presidente bastante supeditado a la Cámara. El Tribunal Constitucional fuera y el Poder Judicial hay algunas normas que hicieron que la Corte Suprema se pronunciara. Hay una acoso sobre la prensa y sobre los medios. Entonces uno va viendo que hay una voluntad por concentrar el poder. Y la verdad es que todo el desarrollo de la democracia occidental del siglo XVIII hasta acá, desde Montesquieu hasta acá, va en el sentido contrario. Las democracias consolidadas estables son aquellas que dividen el poder y que tienen contrapesos. Lo que más me preocupa es que se está haciendo posible el peor escenario. Se está haciendo posible un escenario chavista.
¿A qué se refiere?
No porque la Convención sea chavista. No tengo idea que sea así y no lo creo sino porque yo espero de una Constitución que tenga salvaguardas y tenga resguardos contra un proyecto chavista. Y una Constitución que tiende a concentrar el poder en una sola cámara, sin ningún contrapeso o contrapesos muy débiles, hace posible algo así como el proyecto chavista. Entonces, no es que yo crea que la Convención sea chavista, ni que esté impulsando un proyecto chavista pero no está poniendo las barreras, si es que alguien quiera hacer eso el día de mañana. Y eso me parece altamente preocupante, porque creo que la principal función de una Constitución es limitar y dividir el poder para garantizar las libertades públicas.
En ese sentido, ayer la comisión de sistema político aprobó una propuesta presidencialista, un Estado plurinacional y un Congreso unicameral. Teniendo en cuenta que aún esto es en una aprobación en general y que ha escrito a favor de la importancia de mantener el Senado. ¿Cuáles son sus primeras impresiones de esta decisión de la Convención?
Me parece la peor salida posible, porque el presidencialismo no funciona bien con unicameralismo. La idea era tratar de resolver nuestros problemas políticos, y una medida así sólo podrá agravarlos. Además, una medida así exacerbará aún más nuestro centralismo, pues en una cámara única las zonas menos pobladas son, a decir verdad, irrelevantes. Es una muestra más de que la Convención está obsesionada con la concentración del poder, en lugar de cumplir con su auténtica misión: organizar una democracia, y no sentar las bases para que alguien pueda destruirla.
La encuesta Zoom de ReConstitución, de hecho, marca esa tendencia. Si bien ha aumentado el optimismo y la confianza en el proceso constituyente, en términos generales, se mantiene constante el pesimismo en las personas que se identifican con la derecha. En ese sentido, ¿qué tan peligroso es, para el plebiscito de salida, que esas personas no terminen al final plegándose o de alguna forma apoyando el plebiscito?
Una Constitución que gane en el plebiscito de salida 52% contra un 48%, la verdad es que no nos habrá servido de mucho. No nos habrá servido mucho porque si hay una fracción relevante, menos de la mitad, pero más del 40 por ciento de los chilenos que no se siente representada por la Constitución, la verdad que no va a servir. No va a servir porque va haber gente que la va a estar impugnando desde el día 1 y lo que van a querer hacer va a ser cambiar esa Constitución y vamos a entrar en el mismo círculo infernal en el que estuvimos en los últimos 10 o 15 años. Entonces ese plebiscito, una cosa es ganarlo y otra cosa es ganarlo de manera que tú seas capaz de convocar a una mayoría amplia para que esas reglas sean las reglas que van a gobernarnos o las reglas, por decirlo así, a través de las cuales vamos a resolver nuestras diferencias en lo que viene. O sea, dar por perdido o por ganado, ya sea donde tú estés parado, el plebiscito de salida, hoy me parece una apuesta completamente delirante porque pueden pasar muchas cosas. El texto va a ser específico, por tanto puede tocar intereses, puede haber gente que se sienta afectada por eso. Lo que hizo el Poder Judicial yo creo que fue bien significativo de decir “oiga acá hay un problema”. Entonces es gente que en principio, digamos, no está políticamente situada pero que dice acá hay un problema con la base de la democracia, si es que intervenimos de ese modo el Poder Judicial.
¿Por qué un plebiscito donde haya un 52% de personas que aprueben la nueva Constitución no serviría de mucho?
Una Constitución que no sea aprobada por una mayoría muy elocuente, no resuelve el problema constitucional. De esto se dio cuenta Pinochet, convencido por Carlos Cáceres el año 89, donde Pinochet tiene que hacer reformas que él no quería por ningún motivo. ¿Por qué? Porqué la Constitución, con todas las restricciones que tenía, que las cosas concedo todas, pero el mismo Pinochet entendió que una Constitución sacada de tirabuzón no sirve de nada y por cedió reformas, que a él le costaron mucho en ese minuto, para que esa Constitución fuera aprobada por un 90 por ciento de lo que fue el resultado del plebiscito de junio del 89. Plebiscito olvidado pero muy importante. Y eso es lo que permitió con todos los problemas, con todas las dificultades y con todos los problemas objetivos de esa Constitución, permitió que tuviéramos orden político durante varias décadas. Insisto, no quiero negar que esa Constitución haya tenido problemas y todo lo que quiera. Pero Pinochet se dio cuenta de que un orden constitucional tenía que ser legitimado por una amplia mayoría. Una Constitución hecha sin ninguna parte de la derecha que obtuvo con José Antonio Kast, que es su candidato más a la derecha, un 45 por ciento de los votos, es una Constitución que no tiene destino.
La controversia con la Corte Suprema fue dura, tanto por la carta de los supremos sino que también por los dichos de los constituyentes. Se llegó a hablar de un ataque a la autonomía de la Convención, de intromisión indebida, de sobrerreacción, etc. ¿Cómo evalúa el episodio y cúal es su postura?
O sea, yo creo que la sobrerreacción vino de los convencionales, como (Mauricio) Daza y otros que dijeron que esto era inaceptable, como si nadie pudiera criticar lo que hace la Convención. Me parece completamente absurdo y obvio que ellos tienen que estar sometidos al mismo escrutinio que están entrometió los diputados, los senadores los alcaldes o los ministros. Y me parece normal que las personas que tienen opiniones, que tienen trayectoria por opinar sobre las cosas que la Convención Constitucional va no decidiendo pero sí ya orientando, que se manifiesten y digan cuando están en contra. Es tal la cantidad de temas relevantes que discuten, que tiene que discutir la Convención, que yo creo que se tienen que acostumbrar a que mucha gente opine y opine críticamente sobre lo que ellos están haciendo. Y eso es parte de la deliberación pública, si la deliberación no puede estar concentrada en esos 55 personajes que nosotros elegimos. La deliberación también tiene que ver con la opinión pública y si eso les molesta a los convencionales yo creo que no creen en la democracia no más. Me parece muy rara esa sobrerreacción cada vez que alguien dice algo sobre la Convención o es campaña del terror o es injerencia indebida. Entonces ¿nos deberíamos quedar callados los chilenos y no opinar sobre cosas que nos parecen graves? Como ese atentado a la autonomía del Poder Judicial, ¿por ejemplo?