“Lo que más me gusta es la barra. En Santiago no encuentro otro local como este; todos aquí se hacen amigos y ese es el encanto del Bar Nacional”, comenta Patricio Pizarro (67), funcionario del Palacio de Tribunales que hace 35 años, sagradamente, se instala dos o tres veces por semana en uno de los taburetes del antiguo restaurante.
Aunque tiene mesas en su exterior y adentro, la barra es la principal atracción y, en voz de sus parroquianos, el principal motivo de su asistencia, pues permite estar en contacto directo con los garzones y con el resto de los clientes. Allá, a los más fieles se les sabe el nombre de pila.
“Alguien tira una talla allá, nos reímos acá y así vas conociendo y haciendo amigos. Toda la gente que está en la barra te conoce”, menciona sonriendo Hernán Guerrero (58), quien lleva más de 12 años asistiendo al local.
Situado en Huérfanos 1151 y rodeado de edificios históricos -como el Museo Chileno de Arte Precolombino y la Corte Suprema-, este recinto ha albergado a políticos, futbolistas y trabajadores de tribunales en sus más de 60 años de existencia.
Sin embargo, los parroquianos comunes y corrientes son los que, hasta el día de hoy, le dan la vida a este local, que pronto cerrará sus puertas.
El próximo viernes 11 de marzo será el último día que el Bar Nacional atienda al público. Tras el estallido social de 2019, hubo una drástica caída en la asistencia. Como consecuencia, las ventas cayeron un 60%. Y el remate -como en muchos otros casos- vino con la pandemia, que los obligó a dejar de atender entre marzo y noviembre de 2020.
Esto, sumado a que les subieron el valor del arriendo del lugar, obligó a decretar su cierre.
Si bien el recinto bajará el telón, la franquicia aún tiene otros dos locales, en Isidora Goyenechea (Las Condes) y Matías Cousiño (Santiago), que seguirán en funcionamiento. Pero para muchos clientes no es lo mismo.
Susana Pizarro (53), que asiste al bar hace cinco años y es, casi siempre, la única mujer en la barra, afirma que no le gusta mucho: “Emigré del Bar Nacional de Matías Cousiño por el trato. La atención de este bar es excelente, la de allá, no tanto”.
La incertidumbre ahora es qué pasará con los 33 trabajadores del sitio: “No lo he pensado. Los clientes me preguntan qué voy a hacer después…, solo quiero disfrutar los días que quedan”, comenta Israel Acevedo (55), garzón que lleva 29 años atendiendo ahí.
Con la noticia, han estado llegando más personas al establecimiento.
“Cuando un lugar ajeno te parece propio, es porque ahí se nos hace sentir como en casa. Ahí me sentía cómoda y muy bien atendida”, afirma la actual ministra de Desarrollo Social, Karla Rubilar (44), quien iba frecuentemente siendo diputada (2006-2018) e intendenta (2018-2019).
“Muchos recordaremos con nostalgia un lugar tan agradable, de amable y pronta atención, limpio y de servicio muy surtido”, reflexiona Lamberto Cisterna (76), exministro de la Corte Suprema, quien pasaba muy seguido al local en la hora de almuerzo, de preferencia a la barra.
Lo mismo cree Axel Callís (58), sociólogo y analista político, que asistía seguido entre 2000 y 2010, cuando trabajó en los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet 1. “Como yo trabajaba en La Moneda, lo normal era que en las otras mesas se hablara de política y pelaban lo que uno hacía. Por ejemplo, cuando salió el Transantiago, la gente estaba sacándole la mugre”, recordó entre risas.
Temporalmente quedará la sensación de vacío. Dependiendo del porvenir, su dueño, Martino Canata, espera abrir otro local pronto en el sector “y partir de nuevo. La idea es que sea en Santiago Centro”, expresa.
Mientras tanto, queda la despedida de los parroquianos, clientes fieles que irán hasta el último día. Julio Rubilar (64), quien asiste hace 30 años, recuerda a su padre fallecido, que lo llevó por primera vez cuando era joven. “Es una lástima que se estén terminando estos lugares de atención de toda una vida. Gracias, Bar Nacional...”.