El día en que Chile dejó de hacer vacunas
Por más de un siglo, el Instituto de Vacuna Animal y luego el Instituto Bacteriológico fabricaron muchas de las inyecciones que se usaban en Chile, capacidad que duró hasta 2002. Para justificar el fin de su producción, algunos argumentan falta de recursos, pero otros van más allá y acusan ignorancia.
Era 1887, justo en el gobierno de José Manuel Balmaceda, cuando Chile iniciaba la fabricación de vacunas. El entonces Instituto de Vacuna Animal Julio Besnard (IVA-JB), que funcionaba en la Quinta Normal y que posteriormente dio origen al actual Instituto de Salud Pública (ISP), fabricaba la vacuna antirrábica de uso veterinario a partir de cepas de Laboratorio Pasteur de Buenos Aires que había traído al país el doctor Teodoro Muhm.
Primero se llamó IVC-JB. En 1892 pasó a llamarse Instituto de Higiene y en 1929 se cambió a Instituto Bacteriológico. En 1979 ISP, que es el nombre que perdura hasta hoy. Esta entidad ha sido la encargada de desarrollar vacunas, sueros y antisueros y otros productos biológicos en el país.
Chile fabricaba varias de sus vacunas y lo hizo hasta el año 2002, cuando el Departamento de Producción de Vacunas del ISP fue cerrado definitivamente. En más de un siglo se desarrollaron en forma ininterrumpida 10 tipos diferentes de sueros y 29 vacunas, según un artículo publicado en la revista del Instituto de Salud Pública de Chile el año pasado, “Fabricación de vacunas en Chile una historia de producción local poco (re)conocida”, en el que sus autoras Mirtha Parada y Cecilia Ibarra recurrieron a documentos históricos, que incluyeron las Actas del Consejo Técnico del Instituto Bacteriológico (IB).
¿Qué vacunas? Contra la peste bubónicas, antirrábica, antigripal, contra el coqueluche, contra el tifus, la tuberculosis y contra la difteria y el tétano. Los sueros contra bacterias causantes de lesiones necróticas y escarlatinas se dejaron de producir en 1945, cuando comenzó a utilizarse la penicilina en forma masiva. Es más, la vacuna antituberculosa (BCG) se comenzó a fabricar en el Instituto Bacteriológico en 1953 y se hizo por un poco más de 40 años.
Sin embargo, la ignorancia, para algunos, la falta de recursos e incompatibilidades legales, para otros, acabaron con la posibilidad de seguir haciendo vacunas “made in Chile”.
Ignorancia
El exacadémico de la Universidad de Chile Q.F. Iván Saavedra prefiere pensar que fue la ignorancia la que acabó con la fabricación de vacunas en el país. Cuando asumió como director del ISP en 1991 (“el primer director de profesión químico farmacéutico”, dice), se encontró con una institución que dependía del Ministerio de Salud para todos los financiamientos. “Había que invertir en la fábrica de vacunas, hacer investigación, modernizar los equipos”, pero era el primer gobierno de la Concertación: “Los socialistas querían que compráramos vacunas a Cuba”, critica.
Cuenta que entonces Chile vendía vacunas antirrábicas a Uruguay, Paraguay y Bolivia; también había vacunas pediátricas que se desarrollaban. Intentó conseguir recursos con las autoridades de Salud y de Hacienda, pero la respuesta fue negativa. Hasta presentó un proyecto a la Organización Mundial de la Salud (OMS) junto con la Facultad de Medicina de la U. de Chile (inmunólogos y biólogos moleculares), pero tampoco le dieron más recursos.
“En ese tiempo había un fundo cerca de Lonquén en el que se criaban caballos, ovejas, vacas, conejos y cuyes. Trabajábamos con esos animales, obteníamos suero, por ejemplo. Se alimentaban con producción sin pesticidas. Llegó el gobierno de Eduardo Frei y cambiaron de ministro de Salud. Carlos Massad me llamó y me pidió la renuncia en 1994, porque no vendí la fábrica de vacunas y porque me dijo que manteníamos un fundo. No entendía que hacíamos investigación. Un caballo produce 20 litros de suero, pero eso él como economista no lo sabía”, señala el exdirector del ISP. En su reemplazo llegó el psiquiatra Jorge Sánchez.
“Yo creo que se dejó morir la fábrica de vacunas por ignorancia. No creo en la maldad de la gente. El futuro nuestro, de la humanidad, serán las pandemias. Pero no fuimos previsores. Se podría haber hecho como se hizo con Codelco. Había capacidad para hacer investigación, había científicos muy capacitados. Pero se definió la dirección del ISP como cuoteo político, personas que no estaban tan preparadas. Aunque se llame de Salud Pública, poco tiene que ver con epidemiología. Era el gran laboratorio chileno, pero se tomaron malas decisiones”, acusa.
Millones de dólares
Gonzalo Navarrete (médico) llegó como director al ISP en el año 1997. ¿Qué encontró? “En 15 años no se había hecho ningún tipo de inversión en infraestructura, equipamiento y actualización de sus equipos profesionales. Había deterioro de la producción. De lo que se producía, se debía eliminar al menos la mitad, porque no pasaban los estándares de calidad. Los equipos eran antiguos”, recuerda.
El país, a cargo del propio ISP, había iniciado los chequeos de buenas prácticas de manufactura GMP y la producción de vacunas de entonces no pasaban la prueba.
En 2001, Navarrete dejó el ISP para asumir la Subsecretaría de Salud, donde estuvo entre enero y octubre de 2002. En su lugar quedó la doctora Jeannette Vega.
Se hizo una evaluación para superar los problemas que había. “El mínimo era 50 millones de dólares. Con esa evaluación fuimos a Hacienda, pero nos dijeron que esa inversión no era posible y que había posibilidad de compra de vacunas en el mercado internacional, por lo que no tenía sentido esa inversión”, dice Navarrete.
Además de los recursos, había un problema institucional. Según el exsubsecretario de Salud, había que cambiar la institucionalidad del ISP, porque hasta entonces aparecía con un rol y al mismo tiempo de control, lo que era incompatible. Entonces, se producía básicamente antirrábicas y polio, no vacunas antivirales.
“Chile tenía una concepción de un Estado no productor, sino subsidiario. Hoy es diferente, porque ya nos dimos cuenta de que con commodities no podemos avanzar. Si en esa época se hubiera tomado la decisión de invertir en el desarrollo de vacunas, probablemente se habría dado un salto cuantitativo importante. Pero se debió haber apostado a largo plazo, para vacunas de alto estándar. Fue una discusión compleja”, insiste Navarrete.
El cierre definitivo
Fue en 2002 cuando finalmente el Depto. de Vacunas se cerró. En febrero de 2003, el nuevo director del ISP, Pedro García, intentó retomar la idea y planteó la posibilidad de crear un consorcio integrado por el ISP, una universidad nacional y un laboratorio extranjero para retomar la elaboración de vacunas, pero no contó con el apoyo necesario. En marzo, García reemplazó a Navarrete en la Subsecretaría de Salud.
Hoy, ante la posibilidad de que la farmacéutica china Sinovac se instale en el país en un trabajo conjunto con la Universidad Católica, la doctora Vega ha planteado que es un buen momento para revisar las políticas de innovación de desarrollo y apoyar no solo ese proyecto, sino también el que tienen la U. de Antofagasta y la U. de Chile.
Proyectos futuros
La U. de Antofagasta, desde el año 2017 trabaja en el proyecto Atacama Desert Vaccine Laboratory. El año pasado, con el apoyo del gobierno regional y el Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII), terminó la primera etapa de evaluación y estudio de mercado. El modelo económico ya está listo: “Fill and finish”, esto es, comprar los insumos, rellenar las dosis en Chile y distribuir.
La propuesta de la U. de Chile es la creación de un Centro de Producción de Biológicos y Vacunas, en el Parque Laguna Carén. Ya se firmó un acuerdo con las universidades de Antofagasta y la UC. La posibilidad de volver a estar entre los países productores está latente.
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