Luana Rafaela Oliveira Barcelos, de 12 años, baleada mientras celebraba el domingo la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta presidencial en Brasil, murió el jueves en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais. La niña, impactada en el abdomen, es la segunda víctima de Ruan Nilton da Luz, de 36 años. El domingo, el abogado Pedro Henrique Dias, de 28 años, también falleció víctima de Da Luz. Otras tres personas resultaron heridas, aunque sus vidas no corren peligro. El caso se investiga como un delito de motivación política, pues Da Luz sería simpatizante del Presidente Jair Bolsonaro. En entrevista con el medio G1, la tía de Pedro, Amanda Dias de Paula, dijo que su sobrino cantaba “Es Lula, es Lula” en el momento del crimen.
El miércoles, tres días después del balotaje, un automovilista avanzó con su vehículo y atropelló una columna de manifestantes bolsonaristas que encabezaban un bloqueo en la Rodovía Washington Luís, en Mirassol, un municipio del estado de Sao Paulo, en protesta por los resultados de las elecciones. De las 17 personas que fueron atropelladas, dos debieron ser trasladadas al Hospital Base de Rio Preto, pues sufrieron heridas graves. El conductor del vehículo, de 29 años, fue detenido por la Policía Militar.
Ambos incidentes confirman el clima de hostilidad resultante de la polarización política que se apoderó de Brasil durante las elecciones de este año. Un fenómeno que no solo genera conflictos en las calles, sino que invade los hogares de los electores y aviva las tensiones entre los familiares. “Son casos que van desde ofensas verbales hasta padres que intentan echar a los hijos de la casa en razón de divergencias políticas”, como lo graficó ayer el diario Folha de Sao Paulo.
El propio Lula se refirió a las consecuencias de esta polarización tras votar en São Bernardo do Campo, cuando dijo que “uno de sus sueños” es “recomponer la relación de paz entre los seres humanos brasileños”. “Quiero que las familias hablen de nuevo, quiero que los vecinos hablen de nuevo. La gente no necesita pensar políticamente de la misma manera (...). Alguien puede ser bolsonarista, alguien puede ser lulista (…), puede ser de cualquier partido. Eso no puede afectar nuestra relación personal, nuestra relación familiar. Y sé la cantidad de familias que fueron destruidas por este odio”, dijo el líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).
Después de una de las campañas más polarizadas de los últimos tiempos en Brasil, que se definió por un estrecho margen en las urnas (50,9% contra 49,1% a favor de Lula, quien se impuso en 13 de los 27 estados del país), los expertos coinciden en la difícil tarea que tiene por delante el futuro inquilino del Palacio de Planalto, donde una de sus prioridades deberá ser tratar de unir al país nuevamente.
“El Presidente Lula tiene un enorme desafío por delante: unir al país. El Presidente Bolsonaro dividió el país y, desde el inicio de su mandato, apostó a la polarización política. En muchos de sus discursos afirmó que en Brasil se estaba gestando ‘una lucha del bien contra el mal’. Bolsonaro es el principal responsable de la ola de violencia que enfrentamos. Por lo tanto, Lula deberá dialogar con los más diversos líderes políticos, económicos y religiosos para unir al país, que está completamente dividido”, comenta a La Tercera Rodolfo Capler, teólogo e investigador del Laboratorio de Políticas, Comportamientos y Medios de la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo.
“El mayor desafío de Lula será unir al país”, coincide el director de Fundação Getulio Vargas Social, Marcelo Neri. “No sólo en la lucha contra la pobreza y la desigualdad catalogada como primera prioridad práctica en su primera elección, sino también en el sentido socioemocional. Lula tendrá que ser una especie de Mandela tupiniquim (pueblo indígena de Brasil) luchando contra el apartheid de desconfianza y odio que divide al país”, explica el economista a este medio.
“En los últimos años, su paso por la cárcel -como Mandela- parece haberlo hecho madurar, haciéndolo más generoso con los demás más allá de su partido y de las personas que comparten sus ideas. El amplio frente político, su discurso de victoria y la forma en que comienza a liderar la transición apuntan en esta dirección de unión. Un Lula de/para/con todos”, agrega.
Eliane Cantanhêde, columnista del diario O Estado de Sao Paulo, cree que las declaraciones efectuadas por el petista durante la misma jornada electoral apuntan en esa dirección, la búsqueda de la unidad. “El día de las elecciones, Lula habló tres veces y en las tres se dirigió al electorado bolsonarista diciendo que ‘no hay dos Brasiles’, pidiendo paz y armonía. Al votar dijo: ‘Quiero que familias y vecinos vuelvan a hablar. Puedes ser bolsonarista y lulista, no puedes meterte en nuestra relación personal, familiar. Mi compromiso es con la armonía de la sociedad brasileña’. Es decir, quiere desarmar los ánimos y pedir buena cuenta a los bolsonaristas que no son fanáticos”, dice Cantanhêde a La Tercera.
Pero Capler, quien también es colaborador de la revista Veja, cree que este clima de hostilidad política va más allá de la actual campaña. “Estamos viviendo una guerra civil fría en Brasil desde 2016, cuando la expresidenta Dilma Rousseff -heredera del legado de Lula- sufrió un golpe de Estado, siendo sometida al impeachment”. sostiene.
Sin embargo, cree que el “clima de guerra” se agravó desde 2018, con la elección de Jair Bolsonaro como Presidente. “Desde entonces, los ánimos se han recrudecido entre la población, que estaba dividida en dos polos: la derecha y la izquierda. Este año, debido a las elecciones, hubo una escalada de discursos de odio en todo el país. Los líderes políticos y evangélicos de Brasil contribuyeron al aumento de la temperatura, con la difusión de fake news y discursos que incitaban a la intolerancia y la violencia”, denuncia.
Y agrega: “Las iglesias evangélicas en Brasil se han convertido en un campo minado, especialmente para los creyentes de izquierda. Muchas iglesias estigmatizaron a sus miembros que eran votantes de Lula, prohibiéndoles incluso participar en la Santa Cena. La Iglesia Presbiteriana de Brasil, a pocas semanas de las elecciones presidenciales, debatió la posibilidad de desterrar a los creyentes progresistas de sus filas (...). Pastores famosos y populares como André Valadão, Silas Malafaia y Teo Hayashi han contribuido mucho a la división social que enfrenta el país. En sus redes sociales aseguraron que no es posible ser cristiano y tener posiciones políticas de izquierda y que votar por Lula sería una actitud anticristiana”.
Cuatro destacados encuestadores mostraron un apoyo a Bolsonaro superior al 60% entre los evangélicos. El segmento, una de las principales bases del Presidente, representa poco más de una cuarta parte del electorado brasileño (26%, según un sondeo de Datafolha). Esta misma encuestadora señala que el 16% de los electores evangélicos dice haber recibido orientación de pastores para votar por Bolsonaro en la segunda vuelta.
Pero luego de la derrota del candidato del Partido Liberal (PL), comienzan a surgir divisiones entre los influyentes líderes evangélicos. “Tras la victoria de Lula, estos pastores y muchos otros líderes evangélicos bolsonaristas se expresaron en sus redes sociales de manera muy suave, contradiciendo la posición que ocupaban anteriormente, muchos pastores bajaron la guardia y señalaron un posible acercamiento del Presidente Lula”, comenta Capler.
“Eso sucede porque los principales líderes evangélicos brasileños aman el poder y quieren estar siempre cerca del Presidente de la República, sea de derecha o de izquierda. Los evangélicos brasileños que se manifiestan como conservadores de derecha en realidad se mueven por el centro del espectro político. Como se dice en el lenguaje popular, son parte del ‘centrão’ y ‘bailan conforme la música’. Los mismos pastores que apoyaron apasionada y acríticamente a Bolsonaro, ya han estado junto a expresidentes como Fernando Henrique Cardoso, Lula, Dilma Rousseff y Michel Temer”, explica el teólogo.
Difícil gobernabilidad
A nivel político, el diálogo con una fortalecida oposición también representa un desafío de proporciones para Lula. De hecho, tras la primera vuelta del 2 de octubre, el Partido Liberal de Bolsonaro se convirtió en la bancada más grande del Congreso. El PL quedó como la principal fuerza con 99 de los 513 escaños disponibles del próximo legislativo, teniendo así uno de cada cinco votos en la Cámara de Diputados, además de otros 13 en el Senado, donde también son mayoritarios.
Además, Lula tendrá un fuerte contrapeso regional. De los 27 estados del país, la mayoría estará en manos de gobernadores conservadores, aunque no necesariamente bolsonaristas. El estado de Sao Paulo, motor económico del país y hogar de más de 46 millones de brasileños, estará gobernado por el exministro de Infraestructuras de Bolsonaro, Tarcísio de Freitas. Así, el petista solo tendrá el apoyo explícito de 10 de los 27 gobernadores.
“Creo que la gobernabilidad será un desafío constante para Lula. El Congreso será mucho más conservador que cuando fue Presidente por primera vez hace 20 años, y estamos viendo señales de que los bolsonaristas serán numerosos y se movilizarán regularmente en las calles. Lula enfrentará desafíos no solo para aprobar su agenda, sino simplemente para evitar la crisis, en un país donde dos de los seis presidentes electos desde el retorno de la democracia fueron acusados y los demás al menos corrieron el riesgo”, dice a La Tercera Brian Winter, editor en jefe de la revista estadounidense Americas Quarterly.
Sin embargo, Cantanhêde apunta que “Lula ya cuenta con el apoyo de importantes sectores del centro y ampliará su base en el Congreso con el MDB, PSDB, União Brasil, PSD y Cidadania”. “Esto ayuda a reducir la resistencia entre los votantes no radicales”, sostiene.
Pero la propia Cantanhêde admite lo difícil que será negociar con los bolsonaristas. “Bolsonaro tuvo 58 millones de votos y una parte de estos votos son de radicales fanáticos que defienden el regreso de los militares, el cierre del Supremo Tribunal Federal y el no reconocimiento de las urnas. Hacen ruido y salen a la calle, pero son una minoría y ni siquiera vale la pena negociar con ellos, sino con los líderes bolsonaristas de derecha, pero no golpistas, que no aprueban los bloqueos de vías y actúan como golpistas”, plantea.
Winter apunta en la misma dirección. “No creo que haya negociaciones con los verdaderos bolsonaristas. Están tratando de crear una narrativa donde Bolsonaro perdió injustamente, donde su victoria fue robada por las instituciones corruptas de Brasil y Lula es un Presidente ilegítimo. Similar a lo que vimos en Estados Unidos, es el mismo libro de jugadas. Sin embargo, hay un porcentaje significativo del Congreso que apoyó a Bolsonaro, pero tiene la tradición de no tener una ideología real que no sea la búsqueda del poder. Por lo general, se alían con quien está en el poder a cambio del control presupuestario y otras consideraciones. Así que esas negociaciones ya están ocurriendo”, asegura.
Capler es más pesimista: “En este momento, no veo ninguna posibilidad de negociación con el núcleo duro del bolsonarismo. Los manifestantes bolsonaristas más feroces están dominados por el odio y buscan venganza a toda costa. No aceptan la victoria democrática de Lula”.