El silencio de Felipe Berríos
El sacerdote dejó su casa en el campamento Luz Divina de La Chimba, en Antofagasta, y permanece en una residencia de la congregación en Santiago. Mientras la abogada que encabeza la investigación ya comenzó con diligencias para esclarecer el caso, denunciantes piden un mayor protagonismo del Estado.
El mismo día en que la comunidad ignaciana seguía con pesar el funeral del sacerdote jesuita Tony Mifsud, quien falleció la madrugada del lunes 2, la Compañía de Jesús emitió la declaración en que comunicaba la apertura de una investigación en contra del sacerdote Felipe Berríos. El mismo sacerdote se había enterado de la denuncia por abuso sexual en su contra sólo horas después de que la víctima -al momento de los hechos menor de edad- la presentara, mientras que los superiores en la congregación se enteraron del golpe sólo minutos antes de que se publicara el comunicado.
“Fue un tremendo impacto”, “ha sido muy doloroso”, comentaron cercanos a la entidad. Porque aunque subrayaron que “el rucio”, como le dicen con cariño, es uno más en sus filas, destacaron no sólo que es “muy, muy querido”, sino que, además, rostro emblemático de la congregación. La situación les hizo recordar el lapidario informe que acreditó los delitos de Renato Poblete, quien abusó durante cerca de 25 años de 22 mujeres, cuatro de ellas menores de edad al momento de los abusos.
Tras conocerse la denuncia en contra de Berríos, los representantes de la compañía han optado por no entregar comentarios oficiales y el silencio ha sido la tónica de los últimos días.
Al conocerse el caso en contra de Poblete, el propio Berríos dio cuenta de lo tormentoso que fue enterarse de la doble vida del sacerdote. “El choque de descubrir esta otra persona es una cosa que nos demuele, te crea una desilusión, una desconfianza que esperamos ir superando (…). Como congregación tenemos una responsabilidad que tenemos que corregir”, manifestó en agosto de 2019, en entrevista con Radio La Clave.
Hasta ahora, Berríos ha preferido no mostrarse públicamente, pese a su mediático y conocido estilo. Entre sus cercanos es comentario obligado que pocos han logrado contactarse con él vía mensajes de WhatsApp, ya que su celular ha permanecido apagado, y como quedó suspendido del ejercicio público del ministerio sacerdotal, también tuvo que dejar su casa en el campamento Luz Divina, del sector La Chimba, en Antofagasta.
Según señalaron a La Tercera quienes conocen el caso, Berríos por estos días se encuentra en una residencia de la Compañía de Jesús en Santiago, acompañado por otros sacerdotes. En el caso de otros consagrados denunciados, por ejemplo, se han refugiado en el establecimiento que está en las cercanías del Colegio San Ignacio de calle Padre Alonso de Ovalle, en la comuna de Santiago.
Según compartió en un comunicado Berríos, hará “todo lo necesario por conocer y aclarar los orígenes” de la denuncia que lo tiene como blanco, y de hecho ya contrató al abogado penalista Julián López para que lleve su defensa.
En cuanto a la investigación propiamente tal, la abogada María Elena Santibáñez -designada para conocer el caso siguiendo los protocolos de la congregación, que hace recaer esta responsabilidad en un externo de la compañía- ya comenzó con las diligencias, pudo escuchar a la víctima y, según comentó a La Tercera, inicialmente tiene un plazo de 90 días para concluir el proceso, aunque es prorrogable. Durante el curso de la misma, Santibáñez precisó que Berríos tiene posibilidad de declarar sin estar bajo juramento, ya que sólo es una instancia canónica, pero no está obligado.
La abogada recalcó que ella sólo emitirá un informe respecto de la plausibilidad de la denuncia y que será la Congregación para la Doctrina de la Fe, entidad que custodia la correcta doctrina católica en la Iglesia y que está en el Vaticano, la que juzgará y eventualmente sancionará a Berríos si es que se comprueban los hechos.
De acuerdo con el último informe entregado por la Compañía de Jesús, entre 2005 y 2021, 18 sacerdotes jesuitas han sido denunciados. En 11 de las indagaciones se acreditaron los hechos o se tuvo certeza de la ocurrencia de los mismos. En seis sólo se reportaron víctimas menores de 18 años; en tres, las víctimas eran mayores y menores de edad, y en dos, las víctimas eran adultas.
El impacto de la denuncia
“No me extraña. No veo que esté nadie exento de poder ser denunciado. Felipe Berríos, para mí, está dentro de la gente que encubrió, y siento que es lo mismo que con otros sacerdotes que han atacado y luego también han sido denunciados”. Así de tajante enfrenta el denunciante del jesuita, Allan Pineda, las consultas respecto del impacto que ha tenido este último caso reportado.
Agregó que ahora es importante que “la denuncia se pueda acreditar y que se consideren las evidencias para tomar medidas adecuadas”. Por lo demás, recalcó que urge que la Iglesia haga “una limpieza para que la gente pueda estar tranquila”.
Reconoce, con todo, que la congregación ha ido aprendiendo y ha mejorado en transparencia, pues en el caso de él y de otros denunciantes, les tocó vivir un escenario distinto, donde el abuso estaba más “normalizado”. “Ya no tiene que salir el denunciante a hablar, sino que ha sido la misma Compañía de Jesús. El año pasado dieron a conocer en detalle las víctimas de los sacerdotes denunciados. Han avanzado, pero queda trabajo por hacer”, advirtió.
Para Helmut Kramer, vocero de la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, el caso de los jesuitas denunciados es digno de analizar, ya que, para él, siempre se han “escondido tras una supuesta bondad” para cometer sus abusos. “Hay una serie de personajes que se han escondido bajo un halo de ser conocidos, de hacer cosas por los pobres, y parece que tan buenos nunca han sido. Hay que poner atención en eso, porque algo está queriendo decir en el caso chileno”, manifestó.
Esta nueva denuncia, complementó, sirve de recordatorio de que los casos de abusos y de encubrimiento en la Iglesia Católica “no son un capítulo cerrado”. Sostuvo que la pandemia dejó en un segundo plano estas temáticas, y que la institución no ha provocado ningún cambio interno.
“El Papa Francisco ha sido un total fracaso en estos temas. Siguen siendo un nido de abusadores y de encubridores”, afirmó. Es el momento, remarcó, de que se hagan cargo y entreguen un registro de todos los miembros de la congregación que tuvieron información sobre abusos cometidos, como hicieron provinciales en Estados Unidos.
“El único documento que hace una recopilación de abusadores en Chile en contexto eclesiástico, que sabemos no está completo, es el mapa que nosotros elaboramos. Entonces, cuando los hemos descubierto, hemos dado sus nombres públicamente, no les queda otra más que hacer lo mismo. Pero los abusos se siguen dando, porque hay gente que cuida y protege a los abusadores”, agregó.
Ahora, tanto Pineda como Kramer hacen hincapié en que esperan que efectivamente el gobierno avance en una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación para víctimas de los abusos de la Iglesia, como lo comprometió el Presidente Gabriel Boric. A juicio de ambos, es prioritario que los abusos sexuales sean delitos que no prescriban y que se lleven las distintas situaciones a sede penal.
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