No solo haitianos y venezolanos. Empujados por la pobreza, miles de ecuatorianos han vuelto a huir a Estados Unidos, al punto que México y Guatemala han decidido exigirles otra vez visa de turismo para detener la avalancha de personas que busca en estos países una ruta para migrar al otro lado del Río Grande. De los migrantes venidos de Ecuador, los detenidos, expulsados o deportados en la frontera llegaban a los 89.000 hasta agosto.
Un fenómeno similar afecta a Brasil. El gobierno mexicano volverá a exigir visas para los brasileños que deseen ingresar al país, según un documento publicado el miércoles por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Este requisito aparecería como una forma de disuadir a los brasileños de ir a México que intentan migrar a Estados Unidos por vía terrestre, en momentos en que la frontera entre los dos países norteamericanos está atravesando una crisis migratoria con un alto flujo de personas.
Según cifras de las autoridades estadounidenses, más de 46 mil brasileños fueron detenidos en la frontera con México entre octubre de 2020 y septiembre de 2021. Esto es mucho más del doble de lo registrado en 2019, cuando fueron 18 mil.
Pero mientras los ecuatorianos y brasileños han vuelto a emigrar a Estados Unidos, en los últimos años el fenómeno migratorio en América Latina ha experimentado un notorio cambio de patrón. Así lo asegura María del Carmen Villarreal Villamar, doctora en Ciencia Política y académica de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro. “Hoy en día, la mayor parte de los inmigrantes y refugiados en América Latina es intrarregional, es decir, oriunda de la misma región. En América del Sur, por ejemplo, el 70% de los migrantes provienen de la misma región. En este grupo destaca sobre todo la migración venezolana, debido a la crisis multidimensional y a la emergencia humanitaria que vive el país”, explica a La Tercera.
“No olvidemos que la situación en Venezuela es la segunda mayor crisis de desplazamieno en el mundo”, comentó recientemente a este medio Katerina Kitidi, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). “Actualmente, entre otras poblaciones desplazadas en la región, hemos reportado 4,6 millones de refugiados y migrantes venezolanos repartidos en América Latina y el Caribe. Además, en Centroamérica y México hay más de 1,1 millones de personas que se han visto forzadas a huir”, dijo.
Y es que ni siquiera la pandemia ha afectado el fenómeno migratorio en la región, señala Kitidi. “A pesar de que el Covid-19 irrumpió en varios ámbitos de nuestra vida diaria, no detuvo los conflictos, ni la inseguridad, ni los otros motivos que obligan a las personas a abandonar sus hogares. En las Américas el número total de refugiados, junto con el número de venezolanos desplazados, creció un 8% en 2020 en relación con el año anterior”, detalla, al tiempo que recuerda: “En los últimos 10 años, los desplazamientos desde El Salvador, Guatemala y Honduras se incrementaron por casi 50 veces”.
Al respecto, un estudio de septiembre realizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), titulado “Flujos migratorios en América Latina y el Caribe”, muestra que entre 2015 y 2019, la cantidad de migrantes internacionales que residen en los países de América Latina y el Caribe creció desde un valor estimado de 8,4 millones a 12,8 millones, lo cual representa un incremento que supera el 50%.
Si bien Argentina ha sido, históricamente, el principal destino de las migraciones intrarregionales y el país que emitió las mayores cantidades de permisos en 2015, en los cuatro años subsiguientes fue superado por Chile y Colombia, y por Perú durante los últimos dos años, ya que todos estos países han absorbido grandes cantidades de inmigrantes venezolanos, señala el informe.
Jessica Bolter, analista del Migration Policy Institute (MPI) de Estados Unidos, dice a La Tercera que “hay varios flujos clave” en la región. “Primero está la salida de migrantes y refugiados de Venezuela, la gran mayoría de los cuales están migrando a otros países de América Latina y el Caribe, en particular a Colombia, Perú y Ecuador. En segundo lugar, está el flujo de migrantes de los países del norte de Centroamérica, principalmente Guatemala y Honduras, hacia la frontera entre Estados Unidos y México. Éstos son los dos flujos principales”, detalla. “Sin embargo, también existen otros flujos importantes. Decenas de miles de haitianos que, hace años, emigraron a Brasil y Chile ahora se abren camino a través de Centroamérica hasta la frontera entre Estados Unidos y México. También ha habido un aumento de los movimientos este año de ciudadanos de países sudamericanos, incluidos Ecuador, Brasil y Venezuela, hacia la frontera entre Estados Unidos y México, como resultado de los efectos económicos de la pandemia”, agrega.
Pese al aumento de los flujos migratorios en la región, Luicy Pedroza, especialista en migraciones en América Latina de El Colegio de México y doctora en Ciencia Política por la Universidad de Bremen, comenta a La Tercera que “los números que observamos no nos permiten hablar de algún ‘rebalsamiento’ de las sociedades”. “Si vemos los flujos migratorios con las poblaciones nativas y sus capacidades, de ninguna forma podríamos hablar de una crisis migratoria. Lo que sí vemos es que hay crisis en los países de origen de estas migraciones, como en Haití, como en Centroamérica”, recalca.
En ese sentido, Villarreal Villamar asegura que “a pesar de que varios países de la región han recibido niveles significativos de población migrante, la inmigración no es muy alta en América Latina”. Y enfatiza: “Casi todas las sociedades que hoy consideramos desarrolladas tienen en común una tasa de inmigración alta. Lo que debemos combatir es la desinformación, la xenofobia y cualquier forma de discriminación”.
Así, a la hora de evaluar las medidas adoptadas por los países frente a estos flujos migratorios, Kitidi dijo que “la Acnur ha aplaudido la iniciativa de Colombia de proveer estatus de protección temporal de 10 años a los venezolanos en el país”.
En cambio, Pedroza afirma que “México ha tomado medidas muy erráticas, y a veces contradictorias”. “El gobierno actual, que se inauguró en 2018, entró con una agenda migratoria fuerte en los temas de DD.HH. y solidaridad con los migrantes centroamericanos (...) Y este discurso se entendió como una bienvenida, un ‘efecto llamado’. Esto argumentaron al menos las autoridades estadounidenses, que inmediatamente se quejaron de este tipo de retórica de generar incentivos”, apuntó.
A juicio de Bolter, “cuando los migrantes tienen un estatus legal, están en mejores condiciones de acceder a servicios clave, como la atención médica y la educación, y pueden integrarse mejor en el mercado laboral y contribuir a la economía”. “En primer lugar, hay que entender que se trata de un fenómeno natural que siempre ha existido y existirá y que necesita respuestas adecuadas. Las políticas migratorias deben estar basadas en un enfoque de derechos humanos y no en una visión de seguridad”, concluye Villarreal Villamar.