Uno de los juicios que más nos acostumbramos a oír durante la última elección presidencial es que estamos viviendo en un país polarizado, incluso algunos iban más lejos y hablaban de una “extrema polarización”. ¿Fue realmente así? Los datos que nos entrega la encuesta del Comparative National Elections Project (CNEP), que en Chile realizaron el Laboratorio de Encuestas y Análisis Social de la UAI y Feedback, realizada después de la primera vuelta presidencial, permiten matizar bastante esa afirmación.

Primero, las posiciones del electorado chileno no se han polarizado, por el contrario, se han moderado en los últimos cuatro años. La misma encuesta realizada en la elección presidencial de 2017 mostró que 55% de la población se clasificó en el centro del espectro político (entre las posiciones 4 y 7, en una escala de 1 a 10, en la que 1 es izquierda y 10 es derecha). Esta cifra subió a 66% en la pasada elección. Definitivamente, los electores no extremaron sus posiciones, más bien tendieron a converger al centro.

Sin embargo, mientras el electorado se moderaba, sí se incrementó la percepción de que el espacio político-ideológico estaba más polarizado que hace cuatro años. En un escenario de fragmentación partidaria, la distancia ideológica percibida entre el principal partido de oposición y el principal partido de Gobierno –entendidos como aquellos que recibieron la mayor votación parlamentaria de cada sector- se incrementó de forma significativa al comparar las mediciones de 2017 y 2021. Lo mismo ocurrió con la distancia percibida entre las coaliciones políticas de los candidatos que pasaron a segunda vuelta.

En el fondo, más que una población políticamente polarizada, lo que tuvimos en la elección reciente fue un electorado que se identifica más con posiciones de centro, forzado a escoger en segunda vuelta entre coaliciones que estaban entre los extremos del espectro político.

Creemos que los altos acuerdos programáticos respecto a los modelos de desarrollo de los países con mayores ingresos han hecho que en la última década la percepción de polarización ideológica en esas naciones sea extremadamente baja, ya que no perciben grandes diferencias entre los principales partidos. De forma simultánea, lo que sí se ha incrementado en tales naciones es la llamada “polarización afectiva”, que refiere a la evaluación que los ciudadanos realizan de las principales figuras políticas. Por ejemplo, en Estados Unidos la percepción de diferencias ideológicas entre republicanos y demócratas es más baja que la polarización afectiva entre los candidatos Trump y Clinton en 2016 y Trump y Biden en 2020.

En Chile la dinámica de la polarización está operando de otra forma. La polarización afectiva disminuyó entre 2017 y 2021, ya que nuestro estudio revela que la diferencia en cómo las personas evaluaron emocionalmente a José Antonio Kast y Gabriel Boric no fue tan alta. Sin embargo, la polarización percibida en partidos y coaliciones subió, como describimos arriba. A diferencia de los 90, cuando los partidos políticos chilenos tenían grandes acuerdos programáticos y la polarización ideológica era bastante baja, hoy los modelos de desarrollo que promueven los partidos tienen diferencias importantes en materias como orden constitucional, salud, educación, impuestos, género, etc., por lo que, probablemente, la polarización percibida en partidos y coaliciones no disminuirá hasta que se construya un nuevo consenso entre los actores políticos.

*Andrés Scherman, Magdalena Browne y Ricardo González son académicos del LEAS-UAI y de la escuela de Comunicaciones y Periodismo. Juan Pardo es socio y director de investigación de Feedback.