En un contexto marcado por la cercanía de la guerra ucraniana y el ascenso de la extrema derecha, las elecciones europeas de este año son consideradas como una de las más decisivas de su historia. Desde el jueves -cuando comenzaron los comicios en los Países Bajos- los habitantes de los 27 países miembros de la Unión fueron llamados a votar por sus representantes en el Europarlamento: se trata de un total de 373 millones de ciudadanos eligiendo a 720 diputados.
Las elecciones ocurren en un momento crítico: la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China parece dejar a la Unión Europea en un tercer plano. Además, son las primeras elecciones que ocurren totalmente “post-Brexit”: las pasadas, en 2019, se llevaron a cabo justamente días antes de que se oficializara finalmente la salida de Reino Unido.
Para entender bien en qué consisten las elecciones europeas, y qué tanto importan en relación con los comicios de cada país, hay que considerar que las leyes y normativas que aprueba ese organismo regulan sectores claves de la economía del bloque. Emanuele Bobbio, experto en política comparada de la London School of Economics y fundador del medio Lo Spiegone, comenta la relevancia del Parlamento Europeo: “La agricultura, la pesca, la energía, todos estos son sectores que de un modo u otro son regulados por la Unión Europea. Y precisamente en estos últimos cinco años, las decisiones en Bruselas han cambiado la vida de muchas personas. Un ejemplo es el Next Generation EU, el gran plan de inversión pública que se instaló para reforzar la economía después de la pandemia”.
Pero a esto también se le suma un momento crítico para el continente. “En particular, el ‘New Green Deal’, las posiciones sobre el medio ambiente, la postura frente a los combustibles fósiles, las decisiones continentales en migración: todo eso lo decidirá el próximo Parlamento Europeo. Así que la composición de este parlamento podrá cambiar seriamente la dirección de Europa”, explica Bobbio.
El Parlamento Europeo se compondrá, esta vez, de 720 diputados, que se reparten en cada uno de los 27 países miembros de acuerdo a los habitantes del país y a un principio de “proporcionalidad decreciente”. Así, mientras Alemania tiene 96 escaños a decidir, Malta y Luxemburgo tienen 6 cada uno.
Una suma de encuestas realizada por Politico deja claro el aumento de los dos grupos de extrema derecha, ECR e ID, entre la intención de voto de estos comicios y la composición del parlamento anterior. ECR sacaría 76 escaños, contra los 25 que tiene actualmente, mientras que ID pasaría de 59 a 67. La gran baja estaría en los liberales de Renovar Europa, que bajarían de 102 a 76 eurodiputados.
En caso de un avance importante de la extrema derecha en, por lo menos, los países grandes (Alemania, Francia, Italia y España), es probable que esto mueva para un lado u otro el centro de gravedad del Parlamento Europeo. En el mandato pasado, ese centro se ubicaba entre los liberales (centro) y el Partido Popular Europeo (derecha conservadora), pero podría llegar a tirarse aún más a la derecha.
Mathieu Gallard, director de Ipsos France, comenta qué podría ocurrir en ese caso en términos prácticos. “La adopción de medidas más ambiciosas en materia social y ambiental, por ejemplo, será mucho más difícil, en tanto que las medidas antimigración se endurecerán en general. Aún si al final la derecha decide no trabajar con la extrema derecha, igual habrá más presión frente a los liberales y socialdemócratas, gracias a la presencia de un extremo más fuerte”, evalúa.
Aunque se viene hablando de un aumento de la extrema derecha casi desde la convocatoria del Brexit en 2013 y en 2017 con el segundo lugar de Marine Le Pen en Francia, entre otros hitos, la diferencia actual radica en que ciertos movimientos que parecían extremos en la década pasada han intentado acoplarse al “establishment” y venderse como propuestas “respetables”. De todos modos, estos partidos siguen explotando la polarización cultural, el enojo ante el persistente alza del costo de vida y la oposición a ciertas políticas ambientales, como ocurrió en las protestas de agricultores en Francia, España y Holanda.
El jefe de operaciones europeas del German Marshall Fund of the U.S., Vassilis Ntousas, comenta el caso. “En el mandato actual, el que está saliendo, se ve que hay dos grupos parlamentarios de extrema derecha: el I&D (Identidad y Democracia) y el ECR (Conservadores y reformistas europeos). Combinados, sus números van a avanzar mucho. Serán más fuertes en términos de escaños, y desde luego, políticamente, pero la segunda parte de esta historia, que muchos olvidan, es que no significa que la extrema derecha tomará las riendas, sino más bien que el péndulo, el centro de gravedad del Parlamento Europeo, se va a mover en general”.
El grupo I&D, por un lado, contiene a partidos como la Agrupación Nacional (la formación de Marine Le Pen en Francia), la AfD (Alternativa por Alemania), la Liga (de Matteo Salvini, en coalición gobernante en Italia) y el PVV (liderado en Países Bajos por Geert Wilders). Por su parte, el grupo ERC tiene a Reconquista (el partido de Eric Zemmour en Francia), Fratelli d’Italia (liderado por Giorgia Meloni y en el gobierno), el PiS polaco y Vox.
Futuro bien nebuloso
Independiente del resultado que den las elecciones mañana en la noche, un factor clave para ver qué ocurrirá con la extrema derecha será actitud que tome el centro frente a ellos: trabajar juntos (y perder votos moderados) o mantener el cordón sanitario y condenar, dentro de lo posible, a los ultras en la irrelevancia. “Si colaboran, eso significa promover una agenda más derechista en migración, en políticas climáticas y otras cosas: podrían ver un valor estratégico en colaborar con ellos, trabajar con ellos y alinearse con sus votos”, indica Ntoussas.
Durante todos estos años, ha habido un cordón sanitario: los partidos entre la centro derecha y la izquierda estaban de acuerdo en no contar con la extrema derecha. “Sobre el Partido Popular Europeo, que cuenta con el Partido Popular (PP) en España, y que también es el grupo de Ursula von der Leyen, ese es el grupo que tiene el dilema de trabajar o no con la ultraderecha. ¿Y cuáles son los pros y los contras de cada opción? Hemos visto la misma historia, el mismo dilema, desarrollándose en el contexto nacional”, recuerda Ntoussas: el año pasado, el hecho de que el PP se aliará con Vox terminó asustando a votantes moderados, y ese es uno de los factores que permitió que los socialistas mantuvieran el poder en Madrid.
A pesar de las desventajas, la extrema derecha puede hacerse ciertas esperanzas. Gallard comenta al respecto: “Ya está la idea, en ciertos partidos de la derecha, para trabajar junto a la extrema derecha y menos con la centroizquierda. Se nota eso cuando se ve a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, acercándose a Giorgia Meloni. De todos modos, además de Alemania, Bélgica y Francia, no hay tantos países que tengan este tabú de una coalición con los ultras, y es algo que ya pasa en Suecia y Países Bajos”.
En general, se tiende a ver la extrema derecha como un movimiento compacto, pero entre los distintos partidos tienen problemas para organizarse en fines comunes. “Por un motivo es que hay dos grupos políticos de esta orientación en el Parlamento Europeo”, comenta Vassilis.
Bobbio hace un repaso de las principales formaciones: “El caso de Vox es muy diferente a otros, porque el grupo está en oposición con un gobierno muy socialista, y muy efectivo, en España, así que no tienen como gobernar en el momento, y que tiene la posibilidad de ser el grupo más extremista por eso mismo. Meloni, por su parte, es una extrema derecha que intenta moderarse a sí misma, porque ya están gobernando”.
“En tanto, Le Pen y su Agrupación Nacional están en la oposición contra Macron, que es un gobierno moderado: por un lado, Le Pen puede mostrarse extrema, pero por el otro, si busca una oportunidad para gobernar Francia en las próximas elecciones, tiene que mostrarse como alguien más europeíza y moderado. Ella sabe que el sistema electoral francés trabaja en contra de ella, porque si se muestra demasiado extremista, todo el resto de Francia votará contra ella”, comenta Bobbio, recordando así las dos derrotas de Le Pen en balotaje, en 2017 y 2022.
En Alemania, en tanto, el caso es también distinto: “La AfD (Alternativa por Alemania) es una formación muy distinta y extraña, que se compone del sentimiento anticomunista del este de Alemania, y un sentimiento muy favorable a los nazis en el oeste, lo que construye un partido muy frágil, y es eso lo que hemos visto en los últimos años”, indica el analista italiano. En ese sentido, la AfD ya ha tocado cierto “techo” en las encuestas, y desde hace meses que están bajando su popularidad.
Frente a tan dispares partidos, el hecho de que estén en dos grupos complica aún las cosas. Precisamente en este último mes, en plena campaña electoral, la Agrupación Nacional francesa decidió expulsar de su grupo al AfD, ya que sus lideres habían hecho comentarios pro-nazi que, desde luego, no aportan a la imagen de respetabilidad que busca Le Pen y su círculo. Junto a eso, las autoridades alemanas descubrieron que algunos de los asistentes legislativos de un diputado del AfD estaban espiando para China, y otros candidatos de la formación alemana se vieron envueltos en problemas por ser financiados por un medio de comunicación ruso. En resumen, no ha sido el mejor mes para el partido ultra alemán.
Así, aunque se hable de una votación entre partidos “populistas” y el establishment, la verdad es que buena parte de la extrema derecha ya forma parte del establishment, o está en camino a estar ahí. Gallard comenta desde el ángulo francés: “En efecto, los partidos de extrema derecha, y sobretodo la Agrupación Nacional, son cada vez más parte del establishment. Han adoptado posturas más calmas en la Asamblea Nacional, han llevado al segundo plano sus ideas más extremas, y de pronto, los medios y los partidos de la derecha clásica y centro ya los toman como un partido normal. Al final, vemos que un electorado de derecha ya se dice que votar por Le Pen es una opción posible”.b