Durante casi 25 años, los soviéticos Elena Vavilova y Andrei Bezrukov fueron Tracey Foley y Donald Heathfield: un matrimonio de estadounidenses-canadienses, agente inmobiliaria y asesor de una empresa, respectivamente, que vivían en las afueras de Boston junto a sus dos hijos. Pero lo que parecían dos ciudadanos comunes y corrientes en Estados Unidos, eran en realidad agentes encubiertos de la Unión Soviética.
Vavilova había nacido en 1962 en la ciudad de Tomsk, en Siberia. Durante su infancia y adolescencia estudió ballet, música y periodismo. Mientras cursaba su tercer año de universidad se casó con Bezrukov y pronto ambos fueron trasladados a Moscú para recibir entrenamiento como oficiales de inteligencia. De ahí el salto al espionaje global fue natural.
La historia de esta pareja fue la que inspiró The Americans, lanzada en 2013 y actualmente en Amazon Prime. En la serie, la pareja de infiltrados hace todo lo humanamente posible para servir a Moscú, poniendo en riesgo incluso la integridad de su propia familia. “La serie no mostraba realmente el trabajo o la vida de una pareja de espías en la vida real, porque te lo puedo decir inmediatamente: no es tan emocionante”, comenta a La Tercera vía telefónica la propia Vavilova, cuyo libro La mujer que sabe guardar secretos ya figura en librerías chilenas.
“Es entendible que, de alguna manera, se haya exagerado para atraer a los espectadores. Pero, por supuesto, nadie hace cosas como matar o secuestrar, eso fue demasiado, porque llevaron la serie hacia una película de acción. Y, obviamente, nunca tratamos de fingir que éramos personas diferentes a lo que ya éramos, como cambiar de peinado o ir a otra parte de la ciudad para pretender que éramos otros, porque eso habría sido muy peligroso, ya que alguien nos podría reconocer. Así que nunca hicimos eso. Nosotros nunca podríamos haber vivido así o ser amigos con un agente del FBI. Así que eso también fue demasiado, porque es súper peligroso. Si tienes un vecino así, tendrías que irte y cambiarte a otro lugar y rodearte de gente normal, porque nuestra principal tarea era ser como todos los demás”, explica.
Vavilova, que actualmente reside en Rusia en un punto que no quiere revelar, vio The Americans junto a su esposo. “Lo hicimos con gran interés, porque queríamos ver cómo esta historia se podía convertir en un episodio completo o en todas las temporadas que tuvo. No sabíamos que se iba a producir y puedo decir que no nos decepcionó: ambos lados, ruso y estadounidense, estaban luchando por su propio tipo de ideales”.
“Nunca tratamos de fingir que éramos personas diferentes a lo que ya éramos, como cambiar de peinado o ir a otra parte de la ciudad para pretender que éramos otros, porque eso habría sido muy peligroso, ya que alguien nos podría reconocer. Así que nunca hicimos eso. Nosotros nunca podríamos haber vivido así o ser amigos con un agente del FBI”.
Elena Vavilova, ex expía soviética
Pese a la caída de la Unión Soviética en 1991, Elena Vavilova y Andrei Bezrukov continuaron trabajando para la inteligencia rusa. Eso, hasta 2010, cuando la vida de la pareja tuvo un vuelco tras ser detenidos por el FBI, junto a un grupo de 10 espías rusos.Tras un acuerdo entre Washington y Moscú, ambos fueron deportados a Rusia en un intercambio de espías que incluyó a Anna Chapman y Sergei Skripal, quien fue envenenado en Inglaterra en 2018.
En el libro usted menciona que su reclutamiento como agente encubierta se produjo cuando estudiaba en la Universidad de Tomsken en 1983 y que no sabía que estaba siendo monitoreada. ¿Cómo fue el acercamiento con el oficial del KGB que la reclutó?
Creo que la mayoría de las personas que van a trabajar en este tipo de agencia encubierta no eligen la profesión o el trabajo por sí mismos, ya que son seleccionados, y cuando el proceso de selección está en marcha se supone que no debes saberlo al principio, porque así es como la gente te evalúa. Entonces, miran los archivos y, en nuestro caso, decía que éramos –junto a mi esposo- estudiantes universitarios, describía qué tipo de personalidad teníamos, cómo participamos en la vida universitaria o en la vida escolar. Así que esa fue una especie de selección preliminar. Luego la misma persona trató de mirarnos desde la distancia. Al principio, ni siquiera lo sabíamos y no sospechábamos lo bien que nos habían estudiado. Asumo que hablaron con algunos de nuestros amigos. Cuando el oficial se acercó no dijo que era de una agencia de inteligencia, porque ellos andan encubiertos. Entonces cuando se acercan dicen que necesitan información sobre tal o cual persona que yo conocía y me piden describirla y dicen que están involucrados en alguna actividad periodística o algo así. Así que todo estaba encubierto. Luego te piden estudiar a alguien y te dicen que están interesadosen tal persona y si acaso los puedes ayudar. Y, por supuesto, en la Unión Soviética la sociedad era muy estricta, teníamos ciertas reglas. Yo era muy patriota y pensé en ayudar. Al principio eran favores muy insignificantes los que me pedían y poco a poco empezamos a reunirnos con más frecuencia y me preguntaban sobre mis puntos de vista y mis valores. Posteriormente, vino la pregunta directa en la que me dijeron: ‘Usted es una buena candidata para trabajar encubierta en el extranjero, con el fin de ayudar a proteger el objetivo soviético’. Y como ya me conocían, creo que estaban bastante seguros de que diría que sí. Para mí no fue muy difícil estar de acuerdo.
“Posteriormente, vino la pregunta directa en la que me dijeron: ‘Usted es una buena candidata para trabajar encubierta en el extranjero, con el fin de ayudar a proteger el objetivo soviético’. Y como ya me conocían, creo que estaban bastante seguros de que diría que sí. Para mí no fue muy difícil estar de acuerdo”.
Elena Vavilova
Su entrenamiento incluyó aprender idiomas a un nivel de nativo. Además de inglés aprendió francés. ¿Qué puede contar de ese proceso?
Todos, según lo que he leído, aprendieron al menos dos idiomas y uno de ellos era considerado un idioma que se suponía que no se debe usar mientras se trabaja. Era como un lenguaje de encubrimiento, pero tenía que estar a buen nivel, de persona nativa. En nuestro caso fue francés y empezamos de inmediato a aprenderlo. Nos tomó unos pocos años. Luego aprendes tu idioma de trabajo. Entonces, si nos envían a trabajar a Estados Unidos, tenemos que aprender inglés. En la Unión Soviética no había escuela de idiomas, pero afortunadamente había un profesor en el KGB que tenía un buen acento estadounidense, por lo que aprendimos con ese acento de inmediato. No ocurrió así con el francés, ya que lo aprendimos como se habla en Francia y habría sido más útil que nos enseñaran el acento de Quebec, porque nuestros documentos eran canadienses. Por lo tanto, tuvimos que inventar algo que explicara por qué siendo canadienses no teníamos acento de Quebec: yo decía que había ido a una escuela francesa en Suiza. Esa explicación para una persona normal es suficiente.
Viniendo de la Unión Soviética, ¿cuán difícil fue adoptar la cultura occidental?
Sí, eso fue gran parte de nuestro entrenamiento. Primero teníamos que observar bien, lo que usamos principalmente fueron imágenes, porque no teníamos personas reales a nuestro alrededor. Así que tuvimos que observar cómo se comportan, cómo se saludan. Por ejemplo, en el caso de los franceses, se besan tres veces. Teníamos que aprender las tradiciones familiares y las festividades. Aprendimos también muchos gestos. También tuvimos que aprender ciertos juegos infantiles, cuentos de hadas de alguien que creció en Europa o Canadá. Así que todo eso fue muy complejo, ya que había mucha información que retener. Lo mismo ocurría con la religión: nosotros no teníamos religión en la URSS. Y ahí estaba yo, aprendiendo las oraciones de la tradición católica.
¿Cuál fue su opinión de Estados Unidos cuando llegó?
Era una sociedad diferente para mí, comenzando por la vida cotidiana. Por ejemplo, no sabía que había secadoras grandes de ropa, porque nosotros colgábamos la ropa para secarla. Por supuesto, no podíamos demostrar que no estábamos familiarizados con esas cosas. Además, vi una abundancia de cosas que no sabía que existían. Había diferencias en cuanto a las relaciones de amistades: en Rusia podías ir a la casa de alguien sin avisar; en Estados Unidos no. Para un estadounidense venir a la Unión Soviética era más difícil.
Usted trabajaba como agente de bienes raíces, ¿cómo era posible conseguir información de inteligencia con esa profesión?
Por supuesto que no era muy útil. Los trabajos encubiertos pueden ser cualquiera. Puedes ser vendedor: mi marido empezó como contador, que no sirve de nada en la inteligencia. Pero tienes que parecer como todos los demás, entonces debes vivir de algo y parecer normal. Aprendimos fotografía en Moscú como una posibilidad de ser fotógrafos, porque puedes conocer más fácilmente a otras personas. Es muy importante tener educación, así que mi esposo comenzó a trabajar con una universidad en Canadá. Luego fue a otra universidad, y ya tenía una maestría en Francia, y luego terminó en Harvard. Eso es muy importante, porque una vez que tienes educación y experiencia, las personas se interesan en ti y luego pueden convertirse fácilmente en amigos. Y eso es lo que pasó cuando terminó de estudiar en Harvard, porque allí había personas muy importantes. Por ejemplo, estaba quien después fue Presidente de México (Felipe Calderón). Había algunos oficiales militares estadounidenses que definitivamente después ocuparían puestos importantes. Y ese era el objetivo, entrar en esos círculos. Y mientras estudiaba, por supuesto, se aseguraba de conocer a la mayor cantidad de personas posible. Así que fue un progreso muy lento el que tuvimos que hacer. El ser agente de bienes raíces era solo para ganar dinero, para sobrevivir, ya sabes, para mostrarles a todos que así es como vivimos nuestra familia. Pero al mismo tiempo, si mi esposo conocía a alguien importante, podía ayudarlo a hacer una especie de reunión familiar. Esa era la ventaja de estar en pareja.
“Aprendimos fotografía en Moscú como una posibilidad de ser fotógrafos, porque puedes conocer más fácilmente a otras personas. Es muy importante tener educación, así que mi esposo comenzó a trabajar con una universidad en Canadá”.
Elena Vavilova
Siempre existió la posibilidad de que fueran atrapados...
Fue una gran sorpresa, porque no sabíamos que ocurriría. El FBI estaba trabajando con mucho cuidado para no revelar que nos estaban inspeccionando a nosotros y a nuestros colegas, porque si hubiéramos sospechado que algo andaba mal, por supuesto hubiéramos hecho algo. Hubo ciertas señales solo unos meses antes del arresto, pero no pudimos conectar el rompecabezas. Fue un shock, porque no sabes lo que hiciste mal. Nos dimos cuenta de que había una traición, porque en el documento en el que estaba la acusación había algunos detalles que solo podía provenir de nuestra organización desde Moscú. Nuestros pensamientos estaban con nuestros hijos, porque todo sucedió frente a sus ojos, no podían entender nada. Nosotros negamos todo.
Su intercambio ocurrió en el aeropuerto en Viena, ¿cómo recuerda ese momento?
El día en que nuestro abogado y una persona de la embajada de Rusia fueron a la prisión y anunciaron que se había llegado a un acuerdo, que seríamos intercambiados y volveríamos a Rusia, fue probablemente uno de los días más felices de nuestra vida. Es difícil de describir. Cuando todo terminó en Nueva York fuimos directamente al aeropuerto. Al llegar a Moscú vimos a nuestros hijos que se habían ido un poco antes. Fue el final de esta increíble historia. Luego tuvimos que ver cómo íbamos a reconstruir nuestra vida. Nosotros, por supuesto, viniendo a un país completamente diferente y luego nuestros hijos llegando a una cultura extranjera completamente desconocida.