Elon Musk es de aquellas figuras que parecen haberlo hecho todo. Inspiración del Tony Stark de Marvel Studios, según el cineasta Jon Favreau, el hombre más rico del mundo y buscador de la innovación sustentable. Sin embargo, pese a que está ligado a cinco de las empresas más innovadoras, su condición de magnate parece no alcanzar a englobar del todo lo que representa.
Expertos consultados por La Tercera lo catalogaron como uno de los máximos referentes económicos y tecnológicos de su generación, así como un perfecto representante del momento que vive Occidente: un ícono del disgusto por el establishment y alguien difícil de encasillar bajo las viejas clasificaciones ideológicas.
Una vida de altos, pero también de bajos
Originario de Pretoria, Sudáfrica, Elon Reeve Musk nació el 28 de junio de 1971 en pleno apartheid. Hijo de padre sudafricano y madre canadiense, vivió la separación de sus padres con apenas nueve años. Un hermano y una hermana, ambos menores, completaban la familia.
En la biografía Elon Musk: Tesla, SpaceX y la búsqueda de un futuro fantástico, Ashlee Vance lo describió como un niño torpe e introvertido, pero también brillante y precoz. La voracidad lectora que desarrolló en sus primeros años escolares y su concentración total en la tarea que estuviera realizando llevó a sus padres a pensar que era sordo, por lo que le extirparon los adenoides, detalló el escritor estadounidense.
Aprendió a programar armado de un manual, y a los 12 vendió un rudimentario videojuego por US$ 500. Su obsesión por los videojuegos incluso lo tentó en seguir una carrera en el rubro, dijo Vance a La Tercera, pero su interés por internet, el espacio y las energías renovables lo guiaron para convertirse en el Elon Musk de la actualidad.
Sencillo no fue. Una vez terminó internado en el hospital de la ciudad tras recibir una golpiza por alumnos mayores del colegio al que asistía. Fue arrojado escaleras abajo y luego golpeado hasta que se desmayó. Tampoco se llevaba bien con su padre, que fue su tutor tras la separación. Así lo detalló a la revista Rolling Stone, cuando afirmó que “no fue una buena idea”.
Aprovechando la nacionalidad de su madre, Maye Musk, y consciente de que era más fácil llegar a Estados Unidos desde el país vecino, emigró hacia Canadá en 1987. Doce meses de trabajos temporales y dos años en la Universidad de Queen, Ontario, lo llevaron a una transferencia hacia Pennsylvania, EE.UU. Allí completó su educación universitaria al licenciarse en Física y Economía.
Cuando llevaba dos días en su Doctorado en Filosofía de Stanford, dejó el posgrado. Era 1995 e internet iniciaba una ola que no se detendría hasta el día de hoy, y Musk se preparaba para entrar al mundo de las startups para, en 20 años más, romper todos los récords.
El nacimiento de un ícono
La primera fue Zip2. Fundada junto a su hermano Kimbal, esta empresa otorgaba licencias de guías de ciudades a periódicos como The New York Times y Chicago Tribune, cuando aún eran todos impresos. Un grupo de inversionistas de Silicon Valley ayudó en el financiamiento junto a Greg Kouri, quien falleció en 2012 y fue uno de los pilares económicos de los hermanos en sus inicios.
En esta época, Elon Musk dormía en la oficina y se duchaba en una sucursal de la YMCA, una organización juvenil mundial de origen cristiano que se encuentra en muchos países del mundo. Pero su suerte cambió cuando lograron vender la empresa en febrero de 1999 por US$ 305 millones a Compaq. El hermano mayor se llevó 22 de los US$ 305 millones, mientras que el menor, 15.
De ahí en adelante, las empresas, los números y el renombre crecieron exponencialmente. Con el dinero obtenido fundó X.com, que tras fusionarse con otra empresa originó a PayPal. Cuando se vendió a eBay, en 2002, su billetera creció aproximadamente US$165 millones más. La empresa se vendió en US$ 1.500 millones.
Recién ahí nació la empresa que literalmente llegaría a las estrellas. Utilizando US$ 100 millones fundó Space Exploration Technologies, más conocida como SpaceX. Entre sus sueños, explicó Vance, estaba el enviar ratones y plantas a Marte, y abaratar los costos de los vuelos espaciales por un factor de 10.
Dos años más tarde, en 2004, Musk ingresó a uno de sus proyectos más icónicos cuando invirtió US$ 70 millones en Tesla, empresa fundada en 2003 por Martin Eberhard y Marc Tarpenning. Los años y la experiencia no pasaron en vano, pues en 2007 realizó un golpe en el directorio que sacó a Eberhard de la compañía.
El año siguiente fue descrito por el sudafricano como “el peor año de mi vida” en 60 Minutes. El dinero de PayPal se esfumó al intentar salvar Tesla, SpaceX falló en el lanzamiento de su cohete Falcon 1 por tercera vez consecutiva y Musk se estaba divorciando de su primera esposa, Justine. Habían perdido a su primer hijo, Nevada, cuando tenía solo 10 semanas de vida. Tuvo dos más entre 2000 y 2008.
Pero el cuarto lanzamiento dio resultados, llegó el contrato con la Nasa por US$ 1.500 millones para llevar suministros al espacio y Tesla consiguió inversionistas externos. Durante ese tiempo vivió en base a préstamos financieros para costear los gastos diarios, lo que acrecentó el mito a su alrededor.
Con el tiempo, las ideas no dejaron de llegar. Ejemplo de aquello son el Hyperloop, un tren de alta velocidad al interior de un tubo de vacío; The Boring Company, empresa que busca excavar túneles en las ciudades para conducir a alta velocidad y sin tráfico; OpenAI, que busca investigar sobre inteligencia artificial garantizando que esta no “destruya a la humanidad”, ha repetido en muchas entrevistas, y Neuralink, compañía que planea construir dispositivos que se puedan implantar en el cerebro humano.
Kirby Goidel, politólogo de la Universidad de Texas, aseguró a La Tercera que la historia demuestra que “los estadounidenses admiran el éxito empresarial y la riqueza. Dentro de nuestra mitología colectiva, también admiramos a los innovadores, lo que también describe a Musk”.
No representa el famoso sueño americano de antaño, pese a que hay similitudes, opinó Goidel. Es un inmigrante que llegó a Estados Unidos en busca de oportunidades, sí, pero la casa en los suburbios junto a la familia y dos perros está lejos de la realidad de Elon Musk.
En declaraciones a La Tercera, Clifford Young, presidente de asuntos públicos estadounidenses de la empresa de investigación de mercados Ipsos, definió al magnate como “una de las personalidades no deportivas/mediáticas más conocidas de la actualidad”.
Su figura coincide con un fenómeno político y cultural que no solo se está dando en Estados Unidos, sino que en gran parte de Latinoamérica y Europa. “Es el que mejor representa la tendencia antisistema en Estados Unidos. Una que cuestiona el sistema actual. Es un ejemplo de nuestras tendencias antisistema en el mundo occidental”, agregó Young. Esa postura ha quedado mucho más clara en sus últimas publicaciones a través de Twitter, plataforma que quiso comprar fallidamente y por la que ahora enfrenta una mediática demanda.
Similar postura tiene Goidel, quien ve que “hay un deseo de un liderazgo que pueda arreglar el sistema político roto y que cree que los líderes políticos convencionales no están a la altura. Esto, en parte, explica el atractivo de Trump y (creo) algo de la fascinación por Musk”.
Las críticas de este último al expresidente Donald Trump lo posicionaron de lleno en la política estadounidense, donde aprovechó para mostrar un aparente respaldo al actual gobernador de Florida, Ron DeSantis, como carta republicana para 2024. “Hasta hace poco se declaraba demócrata y, al parecer, votó a Hillary Clinton y Joe Biden. Luego anunció que no podía apoyar a los demócratas”, recordó el politólogo Kirby Goidel.