Podría pensarse lo contrario, pero aunque buena parte de los jóvenes estima que la mayoría de las cosas en el país deberían cambiar, parte importante considera que se requiere un tiempo razonable “para realizar un proceso ordenado y estable”. Esta es una de las principales conclusiones de la versión 2021 de la Encuesta Jóvenes, Participación y Medios, que desde 2009 ha llevado a cabo la Universidad Diego Portales (UDP) en conjunto con Feedback Research. A diferencia de los estudios anteriores, esta vez la investigación recoge antecedentes sobre la posición ideológica de personas entre 18 y 29 años en relación a la economía, además del uso de las redes sociales para “funas” y las percepciones sobre el actual trabajo y el futuro de la Convención Constitucional.
De acuerdo con la encuesta, que se llevó a cabo de manera presencial en 49 comunas de los principales centros urbanos de la Región Metropolitana, Valparaíso y Biobío -entre el 1 de octubre y el 8 de noviembre de este año, a semanas de la primera vuelta-, el 45% sostiene que se necesitan transformaciones pero en un tiempo adecuado. A su vez, el 26% sostiene que solo “algunas cosas deben cambiar para resolver los problemas económicos y sociales que sean más urgentes”, mientras que el 27% se decanta por “un cambio radical en el menor plazo posible para resolver los problemas de la gente”. Al mismo tiempo, apenas el 1% respondió que las cosas deben mantenerse tal como están “para asegurar la estabilidad económica y social del país”.
Las percepciones respecto de los eventuales cambios no varían de manera considerable por estrato social, aunque en el caso de quienes apuestan por una transformación ordenada y estable, el 48% del grupo C3 se manifestó en ese sentido, el 46% del estrato ABC1 y el 37% en el C2. Algo similar ocurre en el caso de quienes apuestan por cambios radicales: el 33% de los niveles D y E se manifestaron a favor, pero en el caso del grupo ABC1 ese porcentaje baja a 17%.
“La demanda por cambios radicales alcanza un tercio en los estratos más bajos versus casi dos de 10 en los estratos más altos. Probablemente la sorpresa es que aquí no está la mitad de los jóvenes demandando un cambio más radical”, indica Juan Pardo, director del área de investigación en Feedback. “La mayoría de los jóvenes está alineado con las expectativas ciudadanas generales. Los jóvenes quieren cambios pero en un marco de orden y gradualidad”, agregó.
“Esto fue lo que nos llamó más la atención, porque se derriba ese estereotipo de que los jóvenes están más dispuestos a quemar todos los puentes con tal de llegar a destino, y lo que te muestra esta encuesta es que finalmente solo un tercio de los jóvenes tiene una posición radical, y el resto son grupos que demandan cambios pero que quieren estabilidad, orden y respeto a las normas. Esto es contraintuitivo respecto a lo que podíamos pensar”, complementa Nicolle Etchegaray, coordinadora ejecutiva de la encuesta y académica de la Facultad de Comunicación y Letras UDP.
En cuanto al futuro del país, la visión es más bien mixta: cuatro de cada 10 jóvenes (43%) dijeron que no estaban ni pesimistas ni optimistas, el 17% reconoció derechamente que estaban pesimistas y el 32% optimista. En esta línea, ante la pregunta de qué emoción describe su actual estado de ánimo, el 31% mencionó la “incertidumbre”, el 27% la “preocupación”, el 18% la “esperanza”, el 15% la “tranquilidad”, el 5% el “temor” y apenas el 4% la “alegría”.
“Esto fue lo que nos llamó más la atención, porque se derriba ese estereotipo de que los jóvenes están más dispuestos a quemar todos los puentes con tal de llegar a destino, y lo que te muestra esta encuesta es que finalmente solo un tercio de los jóvenes tiene una posición radical, y el resto son grupos que demandan cambios pero que quieren estabilidad, orden y respeto a las normas. Esto es contraintuitivo respecto a lo que podíamos pensar”,.
Nicolle Etchegaray, coordinadora ejecutiva de la encuesta y académica de la UDP
“La mayoría de los jóvenes están en realidad expectantes”, dice Pardo. “Hay que considerar que esta encuesta se realizó durante un período electoral. Entonces es difícil tratar de identificar cuál es el efecto de este tipo de contexto en este tipo de respuesta”, reconoce Sebastián Rivera, investigador adjunto de CICLOS-UDP (Centro de Investigación en Comunicación, Literatura y Observación Social).
Además, ante la pregunta sobre la situación económica del país y de sus respectivas familias en los últimos 12 meses, el 44% dijo que estaba “igual”, el 29% “un poco mejor”, el 18% “un poco peor”, el 5% “mucho mejor” y el 3% “mucho peor”.
Directamente relacionado con estas percepciones, la investigación de la UDP/Feedback confirmó un fenómeno que comenzó a palparse ya en los años 2000, tras una década de democracia: la desconfianza y mala evaluación de las actuales instituciones, con la Iglesia Católica en el tope del organismo que provoca una mayor desconfianza. Así, nada menos que el 67% dijo tener “nada de confianza” en la Iglesia.
Aunque el peak más reciente de rechazo a las instituciones se palpó con mayor intensidad en 2019 y ahora ha sufrido pequeñas variaciones al alza, aún se mantiene muy alto: Presidente de la República (66% de desconfianza), los partidos políticos (63%), los parlamentarios (58%), las grandes empresas (50%), los tribunales de justicia (47%) y las Fuerzas Armadas (40%).
“En 2009 el 57% de los jóvenes, por ejemplo, confiaba en Carabineros, y ahora estamos en casi 20%”, apunta Rivera. “Hay estudios comparativos que indican que, en general, los países que tienen un pasado autoritario reciente suelen tener niveles de desafección bastante más marcados (sobre ciertas instituciones), muchas veces asociados a la falta de cultura histórica sobre su función: qué rol cumplen y qué puede esperarse de ellas”, explica Etchegaray. “Chile es particularmente una sociedad desconfiada”, agrega.
La Convención a la pizarra
Quienes no salen tan mal paradas son las municipalidades, con un 28% de confianza, la institución con mayor aprobación aunque con un bajo porcentaje. El estudio también midió las percepciones sobre la Convención Constitucional. Ante la pregunta de cuál es el principal tema que se debería abordar para la redacción de una nueva Constitución, de manera espontánea se mencionaron la educación, pensiones, salud, delincuencia y pobreza.
En cuanto a la evaluación, más de la mitad (52%) sostuvo que el desempeño de la Convención ha sido “regular”, el 19% “bueno”, el 15% “malo” y el 9% “muy malo”. Apenas el 1% calificó el trabajo del organismo como “muy bueno”.
“El año pasado alrededor del 80% de los jóvenes respondió que confiaba en que la Convención ayudaría a solucionar los principales problemas de Chile. De ahí la tremenda participación que tuvo esta población en el plebiscito del Apruebo/Rechazo y luego en la elección de los constituyentes”, dice Etchegaray. “Ahora, la confianza en la Convención está más o menos al mismo nivel que otras instituciones, casi empatada con Carabineros y las Fuerzas Armadas. Hay una mirada crítica a su desempeño”, agrega.
“Funas” virtuales
Pero el estudio no solo abordó temas políticos contingentes, sino que también el consumo de medios y el uso de redes sociales. La gran mayoría, y de todos los estratos sociales, dedica en promedio 3,5 horas diarias al uso de medios de comunicación, principalmente vía Facebook, Instagram y Twitter. Al mismo tiempo, nueve de cada 10 jóvenes (97%) dijo estar registrado en WhatsApp, el 91% en Instagram, el 87% en Facebook, el 73% en YouTube, el 39% en Tiktok, el 38% en Twitter, el 12% en Twitch y el 6% en Tinder.
Por lejos, las dos aplicaciones más utilizadas por este segmento son WhatsApp (41%) e Instagram (38%), principalmente para estar “en contacto con amigos y familiares” en ambos casos. La encuesta indagó también en las ofensas que los jóvenes observan con mayor frecuencia en las redes sociales: asociadas a la orientación sexual (24%), visiones políticas (20%), género (18%) y apariencia física (10%). En el caso de las visiones políticas, el 42% del estrato ABC1 manifestó haber visto con mayor regularidad todo tipo de ofensas por ese motivo. A su vez, el 34% de ese mismo estrato reconoció haber sido llamado con nombres o palabras groseras u ofensivas.
“El uso de Twitter es mayor en el segmento alto y Tiktok en los más bajos. Los estratos más altos están más conectados o interesados con la política, mientras que los otros grupos de jóvenes están más desconectados con la política”, afirma Etchegaray.
Un tópico inédito que abordó el estudio fueron las “funas” virtuales. El 39% (42% hombres y 39% mujeres) dijo que le había dado “me gusta” en una red social a una denuncia que buscaba el repudio público hacia una persona o institución, mientras que el 26% reconoció haber compartido o difundido una “funa” a través de redes sociales. Entre los temas que los jóvenes suelen apoyar o difundir figuran el acoso o abuso sexual, maltrato o violencia, machismo o discriminación de género, abuso de poder, racismo o xenofobia.
Sin embargo, hay visiones contrapuestas sobre la efectividad y utilidad de este tipo de “funas”. Esto, porque el 59% (72% en el caso del segmento ABC1) considera que “las funas no permiten una legítima defensa de quien es acusado, lo cual puede acarrear consecuencias negativas para esa persona”. A su vez, el 57% (63% en los estratos D y E) estima que “las funas visibilizan de manera inmediata problemas que me parecen importantes que se hagan públicos”.
“Lo interesante es que la mayoría cree que esas funas sí visibilizan y permiten meter a la discusión pública temas que les parecen importantes, pero al mismo tiempo también es mayoritaria la cantidad de jóvenes que está consciente de que el espacio para defenderse de quien está acusado en una funa no está muy bien resguardado”, apunta Etchegaray.
Libre mercado
En cuanto a ideologías, esta encuesta indagó más allá de las posiciones políticas de los jóvenes (23% se definió de centro, 19% de centroizquierda, 15% de centroderecha, 14% de izquierda, 10% de derecha y 20% no sabe/no responde), por lo que también se preguntó por la visión económica. De esta manera, más del 50% se mostró “a favor de un sistema de libre mercado” y solo dos de cada 10 a favor de una regulación del Estado. “Pensábamos que muchos más jóvenes iban a estar en el eje de la regulación estatal y lo que encontramos fue otra cosa, algo que choca con estas percepciones instaladas en la opinión pública”, dice Rivera.
“En las encuestas anteriores siempre que medíamos ideología política nos salían los mismos resultados, y nos pasaba que siempre el no sabe/no responde tenía un porcentaje alto. Entonces, para poder identificar mejor a los jóvenes ideológicamente, agregamos las preguntas sobre el eje económico y valórico”.
Teresa Correa, académica y directora CICLOS-UDP
“En las encuestas anteriores siempre que medíamos ideología política nos salían los mismos resultados, y nos pasaba que siempre el no sabe/no responde tenía un porcentaje alto. Entonces, para poder identificar mejor a los jóvenes ideológicamente, agregamos las preguntas sobre el eje económico y valórico”, explica Teresa Correa, directora de CICLOS-UDP y académica de la Facultad de Comunicación y Letras UDP.
Respecto de las posiciones valóricas, el 38% se considera liberal (47% ABC1 y 43% D y E) y apenas el 7% conservador, mientras que el 20% se mostró más cercano a lo liberal, el 17% en una posición más central y el 14% más cercano a lo conservador. “Esto significa que la mayoría es más progresista”, dice Correa, especialmente en temas como el aborto o el matrimonio igualitario. “Me parece que los conservadores perdieron la batalla cultural entre los jóvenes, ya que la mayoría se considera liberal”, complementa Rivera.
Y en otra de las preguntas abiertas que explican en buena parte el perfil de los jóvenes chilenos 2021, en la encuesta se les pidió que mencionaran de forma espontánea a la persona que más admiraban ¿El resultado? A sus madres en la mayor parte de las menciones, y los padres a continuación. Ante la pregunta sobre algún líder o figura pública que admiren o que se sientan representados, la enorme mayoría respondió: “ninguno”, “nadie” o “no sé”. “Hay una caída completa de los referentes públicos”, concluye Correa.