Pese a los tensos días que ha visto correr en 13 meses a cargo del Ministerio de Salud, Enrique Paris dice que se ha alterado una sola vez. En un zoom, frente a parlamentarios, golpeó la mesa, molesto, y luego pidió disculpas. Las restantes jornadas ha logrado sortearlas -surfearlas, dice él- con el carácter pausado que lo caracteriza y que abandona, de tanto en tanto, ante algún emplazamiento.
Sí, le duelen las críticas. Las siente injustas y, más que todo, livianas. “Me molesta la gente que ataca sin tener todos los elementos de juicio para entender lo que está ocurriendo”, aunque cree que no es, necesariamente, personal: “Lo hemos conversado entre varios ministros de Salud: en todos los países pareciera que los expertos están afuera y los que están adentro no saben nada”.
Su llegada a la cartera, en junio de 2020, coincidió con la baja de los casos. Pero este año enfrentó el mayor rebrote de la pandemia. “El 9 de abril, nunca me voy a olvidar, llegamos a nueve mil casos. Me arremangué la camisa y partí a La Moneda a informarlos y a planificar los siguientes días”, que serían críticos, admite, y al límite de un desborde asistencial, que se evitó.
Ahora la cartera navega por aguas más calmas. Esta semana el gobierno celebró el hito del 80% de vacunación en adultos, se anunció una dosis de refuerzo desde la próxima semana y comenzó el aprovisionamiento para inmunizar a los niños antes de octubre. ¿Lo que viene? La pospandemia: recuperar a los pacientes secuelados por el Covid-19, resolver casi tres millones de prestaciones postergadas y abordar el impacto en la salud mental de los chilenos. Todo, con la sombra de la variante delta, que podría trastocar los planes.
Hace poco más de un año, usted asumió el ministerio en una situación muy difícil. ¿Por qué aceptó?
Desde el programa (del Presidente Sebastián Piñera) yo venía con la idea de reformar a Fonasa, al sistema isapre, abordar el precio de los medicamentos y mejorar la resolutividad de la atención primaria. Eran mis cuatro grandes metas y quería trabajar en ellas.
Pero era un momento muy convulsionado, de mucha crítica...
Desde afuera tú no logras calibrarla crítica o los ataques diarios. Yo asumí sin calibrar su magnitud, que creo fue lo que agotó a Jaime Mañalich. Pero entré con entusiasmo, armé un buen equipo, ampliado y hemos logrado avanzar en muchas cosas.
Hasta que la pandemia empeoró y los casos comenzaron a subir...
Claro. Y me comencé a sentir más atacado, más cuestionado, más agotado. Llegó una época en que los casos aumentaron al máximo, pedían mi renuncia y dijeron que yo iba a renunciar.
¿Y lo evaluó?
No.
¿Fue angustioso ese momento?
Lo angustioso era ver cómo las cifras subían y subían. Nosotros recibimos el informe el día antes, y no me acostaba sin verlas. Pero yo en general mantengo la calma y sabía, también me los decían, que con la vacuna, el plan Paso a Paso y la trazabilidad, que reforzamos, íbamos a salir adelante. Solo que no de la noche a la mañana.
¿Quién le decía eso?
La subsecretaria (Paula) Daza, el subsecretario (Arturo) Zúñiga y luego (Alberto) Dougnac. Los jefes de divisiones del Minsal y expertos, como Rafael Araos. Ellos hacen proyecciones, a 10 o siete días, y fueron muy certeras, al alza y a la baja. Nunca anduvimos a ciegas, sabíamos la cantidad de camas UCI que íbamos a necesitar y en cuántos días. Así que nos preparamos: compramos más ventiladores, hicimos más convenios, abrimos más camas.
Aún así, sus datos encuentran bastante resistencia...
Y me molesta que, en general, la información que otros entregan no tenga la misma estrictez o no se contraste. Nos atacan mucho. Y me duele que entrevisten a una persona de cualquier especialidad y diga cosas falsas o sin sustento científico, cuando a nosotros como ministerio sí nos exigen evidencia.
¿El Colegio Médico ha sido un aliado?
No. Tuvieron muchas discusiones con el exministro Mañalich y comenzaron con lo mismo en contra mía: que yo no pesaba nada, que Mañalich era mejor y, al final, que era un infeliz. Eso ya fue la gota que rebasó el vaso. Y, además, usaban una técnica que es pedir una reunión con nosotros y el día antes lanzaban un video con las penas del infierno, entonces yo les decía que no los podría recibir o lo hacía el subsecretario. Eso fue quebrando las relaciones. Ellos tienen un petitorio y en realidad nosotros buscamos soluciones, pero han puesto condiciones que no podemos cumplir, entonces las relaciones están estancadas.
¿Le pasaba lo mismo cuando usted presidía el gremio?
No. Y yo fui presidente con el exministro Mañalich y las exministras Helia Molina y Carmen Castillo. A Carmen, incluso, le bajé un paro médico que se había votado.
¿Y no habría sido mejor tenerlos como aliados?
Es que tienen una forma de presionar o negociar que yo encuentro equivocada. Y en medio de la pandemia el Colegio Médico comenzó a decir hay que manejarla así, asá, esto está mal hecho, cierren las fronteras, no hagan toque de queda, hagan cortocircuito, en fin.
¿Por qué cree que el gremio se ha vuelto más político?
No tengo una explicación clara, pero probablemente la visión dentro del Colegio Médico es que deberían cumplir un rol más político, como una forma de mirar la acción gremial.
¿Usted tenía esa visión?
No. Todo lo contrario. Nosotros cuando fuimos elegidos ya la primera vez dijimos que había que despolitizar al colegio.
La amenaza de delta
Los casos siguen bajando, pero esta la amenaza de la variante delta. ¿Le preocupa?
Nosotros hablamos de la máquina del tiempo, porque podemos ver lo que pasa en Europa o China. Debemos tener mucha precaución, porque es muy contagiosa, pero tenemos una ventaja que no tienen otros países: una altísima vacunación. Entonces vemos que podrían aumentar los casos cuando entren más delta, pero queremos cambiar el enfoque y dar a la población la idea de que lo importante es que no caiga hospitalizado, que no caiga a la UCI y que no muera. Y para eso es la vacuna. No importa que tengamos muchos casos, siempre que sean leves.
¿De ahí la premura en la dosis de refuerzo?
Es que en ciertos grupos de edad, sobre todo adultos mayores y pacientes que tienen enfermedades del sistema inmunológico, nos hemos dado cuenta, y lo dicen los estudios, de que la inmunidad cae y requiere un estímulo. Todas las vacunas que estamos aplicando -salvo Cansino, que no se ha medido- tienen una disminución en su capacidad de respuesta frente a la enfermedad leve. Y los estudios han demostrado que la vacunación heteróloga da mejor resultado, es decir, cuando te vacunas con las dos primeras dosis de una marca, el refuerzo lo haces con otra. Así la respuesta inmunitaria es superior. En el estudio que está en curso en la Posta Central, que es muy preliminar, hubo un aumento de tres y cuatro veces en los anticuerpos.
¿Y qué opina de las críticas de que hemos acaparado vacunas, pues vamos por una tercera dosis, mientras otros países no han puesto ni la primera?
Nosotros no hemos acaparado. El Presidente y el subsecretario de Relaciones Exteriores (Rodrigo Yáñez) tuvieron la visión de hacer contratos con mucha anticipación y apuntar correctamente a los laboratorios.
También se anunció la vacunación a niños. ¿Cuándo podría ser?
Para los niños de entre tres y 11 años, que son casi 1,4 millones, no tenemos una vacuna aprobada. Queremos vacunarlos, sin lugar a dudas, así que en cuanto las aprobaciones estén, es decir, si se demuestra que la vacuna es segura y eficaz, y obtiene buenos resultados, vamos a proceder, yo pienso que antes de octubre.
Y luego ¿qué vendrá? ¿Una vacuna anual? ¿Bianual?
Eso lo conversamos con los expertos de Sinovac y piensan que sí. De hecho, están ensayando una vacuna que lleve influenza y coronavirus, porque suponemos que probablemente sea todos los años. Y sería fantástico una sola vacuna para los dos virus.
Pero eventualmente también podríamos optar a otras vacunas más eficientes frente a la enfermedad leve, como la de Pfizer...
Todavía no, porque tenemos que estar abiertos a lo que provee el mercado. Imagínate que decidiéramos usar solo una, ¿y si no nos venden? ¿O si no hay producción suficiente?.
¿Cuál es su proyección para fin de año en cuanto a la vacunación?
Las campañas nunca apuntan al 100% y de ahí viene el concepto de inmunidad rebaño. Y si tú no tienes una vacuna tan buena frente a un virus muy contagioso, tienes que tener un alto porcentaje. Por lo tanto, pensamos que teniendo a más del 80% de los chilenos vacunados, ya la habremos alcanzado. Estamos ya en los 12 millones y ahora que agregamos a los adolescentes y queremos llegar a los niños, tendríamos que vacunar casi 15 millones de personas.
¿La dosis de refuerzo va a influir en el Pase de Movilidad?
No. Nosotros consideramos que la persona vacunada es la que se ha colocado las dos dosis que le correspondan o la dosis única en el caso de Cansino. Además, este refuerzo está destinado principalmente a las personas que han visto disminuida su inmunidad, sobre todo por razones fisiológicas, para evitar que caigan en la unidad de tratamiento intensivo y fallezcan. Y también va a depender de la disponibilidad mundial de vacunas, por lo que si en algún momento tenemos que priorizar, por ejemplo, a los niños, vamos a tener que esperar por la dosis de refuerzo.
Resultó ser un buen incentivo el Pase de Movilidad...
Y también recibió mucha crítica. Nosotros consideramos que ha sido y seguirá siendo un buen estímulo.
Pero la capital sigue detrás en vacunación. ¿Van a flexibilizar la meta para reducir el toque de queda?
No. No podemos ser injustos con las regiones que han logrado una buena tasa de vacunación, por sobre 80% que hemos fijado. En eso no vamos a ceder. Son cerca de 300 mil personas en la RM las que se deben vacunar para reducir el toque y nosotros calculamos que eso se puede lograr a fines de agosto.
¿Y se ha estudiado reducirlo más aún?
No lo hemos conversado. Tenemos que evaluarlo.
La pospandemia
Paris no ve tan cercano el fin de la emergencia sanitaria. De hecho, piensa que la mascarilla seguirá siendo obligatoria todo este año. ¿Podremos dejarla atrás en 2022? “Es posible”, afirma.
Ministro, ya pasamos por la “guerra de ventiladores”, la de “vacunas”, la contra el Covid-19. ¿Cuál viene ahora?
Yo no soy de lenguaje bélico, pero el desafío que viene es la pospandemia, que ya está aquí, y lo vemos en la salud mental, los mismos deportistas son prueba irrefutable de ello, y las listas de espera. Tenemos más de 300 mil pacientes aguardando una cirugía, 750 mil prestaciones odontológicas y más de dos millones necesitan una consulta de especialidad. Para esto se destinó un fondo de US$ 2 mil millones y Redes Asistenciales está ejecutando un plan para ir resolviéndolas, con una red integrada que establece un orden de prelación desde los hospitales públicos hasta los privados. El paciente tiene que recibir la atención que merece en relación a su enfermedad, no a su capacidad de pago. Y por eso es importante que se tramite la reforma a Fonasa que está en el Congreso.
¿Va a ponerle urgencia?
Nosotros hicimos un acuerdo con los parlamentarios y hemos cumplido, así que esperamos que hagan lo mismo y lo tramiten con agilidad. No nos podemos quedar solo con la pandemia, tenemos que avanzar también con la Ley de Fármacos II y el seguro catastrófico; la reforma a isapres la veo más lejana.
Pero es factible que la nueva Constitución cambie las reglas en materia de aseguramiento...
Dentro de la Constitución yo creo que es importante que se establezca que la salud es un derecho y el acceso universal a ella. Y bajo esa premisa, ojalá avancemos en la reforma a Fonasa.
Le quedan otros siete meses a cargo del Minsal. ¿En qué más le gustaría avanzar?
La prioridad es entregar nuevos hospitales que hemos construido y que están próximos a ser entregados a lo largo de todo Chile. Tenemos que comenzar a aplicar la Ley de Salud Mental, todas las encuestas dan cuenta de episodios de angustia, insomnio, ideación suicida y fatiga en las personas. También tenemos que abordar el tema de los secuelados, que es un grupo importantísimo que necesita un abordaje integral, con muchos especialistas.
¿Y después del Minsal, optaría a un cargo público?
Ahora estoy bastante cansado y me gustaría volver a la academia. No está en mi proyecto ser candidato a algún cargo político.
¿Por qué?
Porque he visto cómo sufren. O sea, yo sé que son muy vehementes, pero también ellos lo pasan mal. Algunos se han presentado, piensan que van a ganar, pierden y quedan endeudados hasta el cuello. Porque así es esto en la política, a pesar de que hay financiamiento, nunca compensa. Y yo veo que el trabajo de los políticos es sacrificado, con susto a los oponentes, a agrupaciones que los atacan y a las redes sociales.