“Esto va a durar, no se acaba rápido”, dice Moisés Naím en referencia a la invasión rusa de Ucrania, aunque haciendo de inmediato la aprensión de que todavía es arriesgado hacer pronósticos, porque “las cosas cambian cada 24 horas”. “Son solo especulaciones basadas en mi intuición”, agrega desde su casa en Washington. Pero ha sido precisamente esa intuición la que, en parte, le ha permitido adelantar con especial agudeza y precisión los fenómenos políticos y sociales de los últimos años. Lo hace recurrentemente a través de sus columnas, y también en sus libros. Y el último parece premonitorio tras los sucesos en Ucrania: La revancha de los poderosos. Una obra sobre la cual el escritor y miembro del Carnegie Endowment for Internacional Peace conversó con La Tercera, a la luz de la crisis en Europa del Este.

La revancha de los poderosos, editorial Debate (2022).

Después de El fin del poder viene ahora La revancha de los poderosos. Es como una secuela. ¿Cuáles son las claves de esta revancha?

Hace 10 años escribí un libro que se llama El fin del poder que es un examen de las fuerzas que estaban fragmentando el poder, diluyéndolo y debilitando. El mensaje central de ese libro es que el poder se había hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder. Diez años después hemos tenido una pandemia, una crisis económica en los años 2008 y 2009, el ascenso de China y sus apetitos geopolíticos, lo mismo con Vladimir Putin. Por supuesto también, el paso de Donald Trump por la Casa Blanca y la explosión de redes sociales. Es decir, fueron 10 años en que pasaron muchas cosas, y una de las cosas que pasó es que quienes tienen poder no se van a dejar quitar el poder simplemente porque eso ocurre y están tratando de neutralizar las fuerzas que estudié en El fin del poder para poder seguir estando en el poder indefinidamente. Entonces, esa es la génesis de este libro. Las fuerzas que limitan el poder actúan al mismo tiempo que las fuerzas que lo concentran, lo estamos viendo claramente en el caso de Ucrania y Putin.

Usted plantea que lo que ha pasado es que muchos líderes que buscan concentrar el poder han aprendido a usar las herramientas de la democracia. ¿Cree que el actual funcionamiento de las democracias está agotado, que hay que ir hacia una democracia 2.0?

La democracia está bajo ataque y la manera en que está siendo atacada es furtiva. Ya pasaron los tiempos en que había un golpe de Estado donde un grupo de militares se ponían unos lentes oscuros y declaraba con los tanques en la calle quiénes eran los poderosos. Lo que ocurre ahora es algo mucho más complejo, es la captura del poder a través de medios democráticos para después socavarlo desde dentro, utilizando técnicas no democráticas. Eso lo explico con lo que llamo las tres P.

Y ¿cuáles son estas tres “P”?

El populismo, la polarización y la posverdad. Los tres son fenómenos que han existido durante mucho tiempo, pero que ahora aparecen cambiados. Han mutado gracias a los cambios tecnológicos del siglo XXI. El populismo, por ejemplo, es frecuentemente confundido con una ideología. Eso no es cierto, el populismo es un conjunto de técnicas, estrategias, tácticas y trucos que usan quienes tienen el poder y lo quieren retener y se basa en una muy vieja consigna de la política que dice “divide y vencerás”. El populista entonces divide a la sociedad entre una élite rapaz insensible que explota al noble pueblo, maltratándolo, abusándolo y explotándolo. Y ¿cómo lo hace? Bueno, a través de la polarización. No solo divide la nación entre la élite, la casta, los indignados, sino que utiliza la polarización que va más allá de esa división. La polarización puede surgir de la identidad. Hay identidades de género, de raza, de ideología, de intereses económicos, hay todo tipo de identidades y esa polarización es a su vez potenciada por la posverdad, que es una manera de hablar de lo que antes llamábamos propaganda. El asunto es que en el siglo XXI la propaganda no la hacen solamente los gobiernos, también la pueden hacer los individuos a través de las nuevas tecnologías digitales. Las 3 P se entrelazan para ser la fórmula perfecta que utilizan los políticos populistas para obtener el poder, mantenerse en el gobierno o usarlo para nuevas iniciativas, como lo estamos viendo con Putin.

Manifestación en apoyo de Vladimir Putin y Rusia, organizado por un movimiento de ultraderecha en Serbia. AFP

Usted plantea que la pandemia podía en cierta medida ayudar a que el mundo empezara a superar a los líderes 3P. ¿En qué medida lo sucedido con la invasión de Putin a Ucrania altera eso?

Lo que pasó en Ucrania, lo que Putin desencadenó, la tragedia criminal y asesina que Putin desató contra el pueblo de Ucrania cambió el mundo, cambió muchas cosas. Hemos visto cosas increíbles, como Suiza abandonando su histórica neutralidad, los países trabajando coordinadamente, tomando decisiones sobre temas financieros en conjunto, tomando decisiones que van a tener costos para sus electores. Todo eso nos tiene muy sorprendidos y muy gratamente sorprendidos. Pero una de las consecuencias que creo que es muy importante y que creo que es muy reveladora es que al mismo tiempo que los titulares estaban con toda razón concentrados en la tragedia de Ucrania salió un informe de Panel de Naciones Unidas sobre Cambio Climático que dice que la humanidad no está haciendo lo suficiente y que está yendo hacia la catástrofe. Eso en estos momentos no cabe en el ancho de banda de todos nosotros, estamos en Ucrania. Pero Ucrania y lo que Putin ha hecho es una gran distracción de lo que es verdaderamente una amenaza para la humanidad, que es el cambio climático y nuestra incapacidad hasta ahora de disminuir las emisiones de CO2. Lo que hizo Putin en Ucrania cambió el mundo, pero una de las consecuencias es que produjo una enorme distracción de lo que debería ser la prioridad máxima de la humanidad.

¿Hasta dónde cree que llegará Putin?

Creo que nadie lo sabe y aventurar o hacer adivinanzas es muy difícil, porque vemos que cada 24 horas pasan cosas diferentes. Mi intuición, que es solamente eso, una intuición, es que esto va a durar más, esto no se acaba rápido. Putin no se puede dar el lujo de ser derrotado por las fuerzas de Ucrania. Rusia tiene capacidades militares muy superiores a las de Ucrania. Es difícil imaginar que Putin esté dispuesto a retirarse sin lograr alguno de esos objetivos. Entonces, si eso pasa, y eso va a pasar, va a haber una combinación de cosas. Claramente va a poner un gobierno títere que responda a él, Ucrania será como un protectorado o un territorio colonizado por el Kremlin, pero no puede ser todo el territorio. Estamos hablando de un país de 40 millones de habitantes, que tiene una posición geográfica en Europa importantísima y un pueblo que no le va a perdonar a Putin la masacre. Entonces ahí, a largo plazo, lo que puede pasar es que Putin y su gobierno títere controlen ciertas áreas y las grandes ciudades, pero el resto del país va a ser un territorio ingobernable. Estas son especulaciones basadas en mi intuición, es muy arriesgado pronosticar lo que va a pasar.

Vladimir Putin junto al primer ministro de Hungría, Viktor Orban, durante una reunión en el Kremlin el 1 de febrero pasado. AP

¿En qué medida la visión de la democracia iliberal que quiere promover Putin puede verse afectada, considerando que algunas figuras que estaban en ese grupo se han distanciado en estos días, como el propio Viktor Orban o el Presidente Erdogan de Turquía?

Es muy difícil ser amigo de los dictadores rusos en estos momentos y los otros dictadores se están viendo en el espejo. Una de las sorpresas de todo esto es la ferocidad y velocidad del mundo democrático en tomar decisiones inauditas en términos de trabajar coordinadamente, pasar sanciones realmente severas que nadie esperaba y manejar la situación de manera coordinada entre sí. Los dictadores 3P están observando lo que le están pasando al decano de los dictadores 3P que es Putin. Calculó mal. No hay duda de que Putin tenía expectativas diferentes sobre cómo se iba a desarrollar esta invasión y que en pocos días iba a tomar el control completo del país con muy pocos costos. Pero no han sido pocos días y los costos van subiendo.

¿En qué medida eso puede disuadir a otros países, como por ejemplo a China avanzar sobre Taiwán? ¿Ve alguna posibilidad de acercamiento entre Estados Unidos y China en esta crisis?

Creo que tanto Estados Unidos como China van a tener que sentarse a conversar sobre las cosas en que están obligados a colaborar y en las que tienen que competir. Una de mis columnas publicada en La Tercera hace poco era sobre las dos cartas chinas. Una de las cartas explica todas las áreas en que hay fricciones, pero hay otra carta donde hay una larga lista de cosas donde hay una interdependencia inmensa. Estados Unidos necesita de China desde el punto de vista económico y China necesita a Estados Unidos como mercado, como sistema financiero. Entonces ambas cosas son ciertas, Estados Unidos y China están condenados a rivalizar, pero también están condenados a trabajar juntos y buscar soluciones conjuntas. Ojalá que esta tragedia en Ucrania acelere la posibilidad de que los gobiernos se den cuenta que deben sentarse a buscar ese espacio de convergencia y cooperación.

Unidades de las Fuerzas Armadas rusas ingresan a la región de Kiev, Ucrania, en esta captura de pantalla obtenida el 3 de marzo de 2022. Ministerio de Defensa de Rusia/ REUTERS

La revista Time tituló El Regreso de la Historia. ¿Cree que las lógicas del siglo XIX que parecían superadas y la idea de ganar territorios está volviendo a ser relevante?

Creo que siempre está allí lo que yo he llamado la necrofilia política, el amor apasionado por ideas antiguas. La necrofilia política está presente. La invasión de Putin a Ucrania es un acto de necrofilia política, pero lo hemos visto más cerca en América Latina. El señor Castillo en Perú es un ejemplo claro de lo que es el abrazo apasionado de ideas muertas. El señor Fernández y la señora Kirchner en Argentina. Vamos a ver también en Chile si el señor Boric adopta también prácticas de la necrofilia política y se abraza a ideas probadas y fracasadas. Sus colegas presidentes en América Latina van en esa dirección. Vamos a ver si él es capaz de resistirlo.