“Este libro es una advertencia”, dice el escritor y periodista israelí Nadav Eyal. El texto al que se refiere es Revuelta, desde las trincheras del levantamiento mundial, una obra alabada por figuras como su compatriota Yuval Harari, que analiza el momento actual de la humanidad. Estamos, según él, ante “una lucha por el progreso contra racistas, charlatanes, anticientíficos, teóricos de la conspiración, anarquistas, radicales y todos quienes quieren destruir el sistema”. Y una derrota, dice, podría hacer retroceder al mundo varias décadas.
Para el también columnista y ex editor internacional del Canal 13 de la televisión israelí, la era de la responsabilidad que primó desde el fin de la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin y enfrentamos un periodo de revueltas sociales que son el nuevo status quo. “La gente siente que las estructuras de poder son ilegítimas y quieren reemplazarlas”, dice. Por eso, agrega, es urgente llegar a un acuerdo para arreglar el actual sistema, porque “si no vamos a ver cada vez más personas movilizadas por ese sentimiento de revuelta”.
Usted dice que el origen de los problemas está en la crisis de la globalización, pero su idea de globalización es más amplia. ¿De qué hablamos, para usted, cuando hablamos de globalización?
Globalización tiene distintos significados. Yo veo la globalización como lo que ha pasado en el mundo desde 1945, un proyecto liberal que involucra interconexión e interrelaciones entre personas, economías, países y por supuesto corporaciones internacionales transfiriendo capitales, trabajo, bienes manufacturados y también ideas. Para mí la globalización no es sólo económica sino que es antes que todo un proyecto político del mundo occidental que promovió la idea de que las corporaciones económicas privadas y la economía basada en la importación y exportación era más eficiente que la economía de autosubsistencia defendida por muchos países socialistas. Esa idea hizo al bloque occidental más rico y fue en parte o quizá más que en parte, probablemente la razón, de que el bloque occidental ganara la Guerra Fría. Era un proyecto político destinado a darle a las personas el modelo capitalista de la buena vida y lo que planteo en el libro es que la pregunta sobre la buena vida, sobre qué significa vivir una buena vida, es la esencia de nuestra civilización, no sólo de la civilización occidental sino de toda la civilización. La pregunta no era moral, sino material, asegurarse que las personas tuvieran las cosas necesarias para poder ser buenas. Esto es muy importante porque es el axioma que guía todo después de la Segunda Guerra Mundial. Si las personas tienen buenas condiciones de vida, tienen trabajos, no son pobres, van a estar alejadas del extremismo.
Usted también plantea que estamos al final de la era de la responsabilidad. ¿Qué es la era de la responsabilidad?
La era de la responsabilidad comenzó después de 1945. Yo la defino como el periodo que va desde 1945 hasta el 11 de septiembre de 2001. Básicamente, fue un periodo en que los votantes y los gobernantes, incluso en partidos totalitarios, como sucedía en la URSS, entendieron que acababan de ver como el mundo casi se eliminaba a sí mismo. Habían visto Hiroshima y Nagasaki, habían visto el Holocausto. Además, la gente que vivía en 1945 –y esto es algo que las personas tienden a olvidar- no sólo vio una guerra mundial sino dos, eso significa que tenían mucho temor de tener otra guerra mundial. Mi argumento es que la era de la responsabilidad fue antes que todo influenciada por la memoria física de las personas, no por las ideologías, no porque eran más éticos que generaciones previas, sino simplemente porque estaban llenos de miedo por su experiencia de vida reciente.
Recordaban lo que había pasado…
Sí, porque lo habían vivido o, para los jóvenes de los 60 o 70, porque lo escucharon de sus padres. La memoria física es la fuerza más poderosa para influir en la toma de decisiones de los seres humanos, genera una reacción pavloviana. Como la gente recordaba lo que había pasado permanecía alejada de ideas extremas y líderes extremos. No estoy tratando de idealizar la Guerra Fía y definitivamente no estoy idealizando Estados Unidos. Estoy muy consciente de las atrocidades cometidas durante esa guerra, pero si miramos en forma más general como funcionó el mundo en esos años, vemos desarrollo, consensos. El mejor ejemplo, y lo pongo en el libro, es el de la Convención de Montreal y la capa de ozono. Los científicos descubrieron a comienzos de los años 80 el agujero en la capa de ozono y que existía una posibilidad de que algunas sustancias que estábamos usando en los refrigeradores y en los aires acondicionados estuvieran dañando nuestro medio ambiente y afectando la capa de ozono. En 1987 se hizo una convención en Montreal en la que todas las naciones del mundo decidieron declarar estas sustancias ilegales en un tratado. Esto fue porque los científicos dijeron que la capa de ozono podía estar siendo afectada y necesitamos la capa de ozono. Este es un gran ejemplo de la era de la responsabilidad. Imagina lo que habría pasado hoy. Ya no tenemos esos consensos y lo que digo es que cuando sí los tuvimos no fue porque nuestros abuelos fueran más inteligentes o sabios –aunque pueden haberlo sido- sino porque los votantes y quienes toman decisiones hoy no tienen memoria. No entienden lo que significa la irresponsabilidad. La era de la responsabilidad terminó y la revuelta es el nuevo status quo.
¿Este nuevo estado, esta nueva era de caos cuánto cree que durará?
Es una buena pregunta. Cuando publiqué por primera vez el libro, uno de los editores me preguntó, usted plantea que Donald Trump no es un error sino sólo el comienzo, y ¿si no lo es? Eso fue en 2018, luego lo cambié y la versión que pueden leer en español la escribí en 2021. Desde que publiqué el libro muchas cosas han pasado y ahora tenemos la guerra de Ucrania y Rusia. El Estado actual del mundo es el de la revuelta y eso significa que las personas -no todas, eso es importante-, sienten que sus estructuras de poder son irrelevantes, ilegítimas, corruptas o racistas y quieren reemplazarlas. Y ¿cuáles son las estructuras de poder? Los medios, las cortes, el sistema político, la policía, etc. Ellos tienen buenas razones para pensar que las estructuras de poder son ilegítimas, corruptas o racistas, porque algunas veces lo son. Las estructuras de poder comenzaron a colapsar y una de las razones es porque la globalización no fue creada para durar, fue creada para generar prosperidad en el bloque Occidental y ganar la Guerra Fría, pero no fue construida para manejar un mundo globalizado.
¿Qué significa eso?
Que si hay una epidemia que se extiende en un país y este país está muy conectado a través de vías aéreas, yo quiero vivir en un mundo donde alguien golpee a la puerta de ese país y diga: “escuchamos que tiene una enfermedad rara, necesitamos tener gente en el terreno de la OMS en 48 horas para recolectar especímenes de esta nueva enfermedad y si no permite entrar a estas personas al terreno en 48 horas vamos a cerrar el tráfico aéreo desde y hacia su país porque si no tendremos una pandemia global”. A lo que voy es que no puedes estar completamente conectado con el mundo si no tienes normas básicas de convivencia común. El mundo lo sabe, pero no lo estamos practicando por las políticas de los estados-nación. ¿Qué significa, por ejemplo, hoy estar en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas? Si hay una guerra en Siria, ¿puede detener la guerra? ¿Tiene herramientas para hacer eso? No, no tiene. ¿Tiene herramientas para detener la guerra en Ucrania? No, tampoco. Estas herramientas ya no están funcionando. Tenemos un auto que se está desintegrando mientras lo manejamos y nadie se preocupa del auto o detiene el auto y dice puede que necesitamos arreglarlo.
¿El mundo necesita un upgrade, pero no sabemos cómo hacerlo?
Yo creo que sí sabemos lo que hay que hacer, es necesario por ejemplo un régimen global de impuestos, pero no tenemos apoyo político para logarlo.
¿Cree que el mundo tiene interés real en estar unido, la humanidad tiene una vocación de unidad? Usted plantea esa pregunta en el libro.
La pregunta que planteo es la que siempre se ha planteado: ¿Es la humanidad un todo o vemos a la humanidad principalmente a través de los lentes de comunidades y geografía y valores comunitarios? ¿Somos más ciudadanos del mundo o más ciudadanos de nuestra tribu? Evidentemente hay muchas respuestas a esto, pero los datos interesantes que pongo en el libro es que hay un aumento en el número de personas que dice ser primero ciudadano del mundo antes que ciudadano de su país. Pero lo aún más interesante es que al comienzo eran los europeos y los estadounidenses los que decían soy antes que todo un ciudadano del mundo. Pero a medida que la globalización se va expandiendo, incluyendo a África, Medio Oriente, Asia, Sudamérica, cada vez menos alemanes dicen soy primero un ciudadano del mundo y empiezan a ser más comunitarios. Cuando el barco de la globalización zarpó fue construido por personas blancas, pero cuando las personas de color comenzaron a sumarse a ese barco, diciendo yo también quiero ser parte de esta globalización, los blancos comenzaron a abandonar el barco. Esto es lo mismo que pasa con el liberalismo. El liberalismo fue bueno para los blancos en la medida que las colonias no pensaran que se aplicaba también a ellos, pero cuando las personas del tercer mundo empezaron a ver que esas ideas eran buenas y eran aplicables, por ejemplo a India, y quisieron liberarse del Imperio británico, entonces los británicos dijeron no, no están listos todavía. Lo mismo pasa con la globalización, fue inventada como un producto occidental, pero ahora perdió su sentido inicial.
¿Cree que en esta revuelta los grupos populistas de izquierda o derecha, los movimientos identitarios, los grupos anarquistas son todos lo mismo, responden al mismo fenómeno?
Primero tengo que aclarar que tuve muchas reacciones molestas en Europa por eso. La oficina de Amnesty International en Alemania escribió contra mí por poner a todos en la misma esquina. ¿Cómo puedes decir que los activistas climáticos son como los ultranacionalistas o racistas?, me dijeron. Y lo que yo digo no es eso, esa es una interpretación equivocada. Lo que digo es que los elementos radicales dentro de nuestras sociedades, algunos de los cuales creo que se justifican y otros, los rechazo completamente, están sintiendo que nuestras estructuras de poder no están funcionando y están tratando de usar esto en su lucha contra el sistema. No es una comparación moral la que hago, sino un análisis sociológico de lo que estamos viendo en nuestra sociedad.
¿En qué medida las redes sociales potenciaron este fenómeno?
Lo han cambiado completamente. Produjeron una implosión de la verdad. Las redes sociales e internet han llevado a muchas fake news y esto lleva a alimentar muchas teorías de la conspiración. Básicamente la elite dice que en las redes sociales hay mucha basura. Lo que yo digo es que lo que hizo internet es que expuso las mentiras. Lo que pasó es que con internet las personas pueden discutir sobre la verdad y también sobre falacias o mentiras sin prácticamente ningún costo. Si tenías a un ministro de Hacienda en Chile que hacía una declaración en 1989, ¿cuántas personas podían chequearlo? ¿Cuántas personas pueden hoy chequear una declaración del ministro de Hacienda de Chile? La respuesta es todos. No todos lo van a hacer, pero todos lo pueden hacer. ¿Cuánto cuesta? Normalmente nada, porque Google no cuesta nada. Entonces mucha gente dirá esta persona está mintiendo, lo que dijo no es verdad. Eso pasa con políticos, pasa con los medios. La verdad está implosionando y las personas han perdido la confianza. ¿Por qué pierden la confianza? Porque se sienten engañadas, descubren que las engañaron por muchos años. Si mi doctor me dice que este es el mejor medicamento y después descubro en un foro online que no lo es, entonces ya no confío en mi doctor.
Pero hay cierta ironía en eso, porque cada vez hay más acceso a los datos, pero a la vez a las personas le importan menos los datos.
Es como si estuviéramos en una pieza que por miles de años permaneció oscura y de pronto alguien encendió la luz. Estamos viviendo en el primer segundo después de que se encendió la luz. Nuestros ojos se están adaptando a ver y ver significa ser capaces de distinguir la verdad. Algunas veces cuando la luz se prende tan de improviso pensamos que vemos cosas que no están ahí, esas son las fake news. Nos estamos adaptando a un mundo donde podemos chequear todas las cosas y como las personas están agobiadas ante la presión por la verdad, apelan a lo único en que no necesitan ningún tipo de fact check, sus opiniones. Las personas ya no discuten sobre hechos, discuten sobre datos falsos y sobre opiniones. b