Al Grupo de Puebla es más fácil definirlo por lo que no es que por lo que es. No es una institución relacionada con los Estados, tampoco una agrupación de partidos políticos, ni tampoco es la mezcla de fundaciones no gubernamentales. Se podría definir como una convergencia de personas identificadas con el progresismo en Latinoamérica, así como con la búsqueda de la integración de la región.
A raíz del tercer aniversario del Grupo de Puebla, La Tercera conversó con el expresidente colombiano (1994-1998) y fundador de este foro, Ernesto Samper (71). Su visión del momento por el que atraviesa América Latina, la posibilidad de una mayoría progresista y de izquierda a cargo de gran parte de los gobiernos de la región, el proceso de paz en su país natal y la histórica llegada de Gustavo Petro al poder salieron a colación, así como las críticas a lo que considera una “mala utilización de la justicia para perseguir dirigentes progresistas”, entre otros temas.
A tres años de la fundación del Grupo de Puebla, ¿qué balance puede hacer sobre la labor del foro?
En los últimos tres años se ha venido consolidando un proyecto progresista que se ha repetido en México, en Argentina, más recientemente en Colombia, en los propios Estados Unidos con la elección del Presidente Biden, en Chile, por supuesto. Y esa nueva ola progresista significa la necesidad de ir estableciendo contenidos para los proyectos políticos que animan a estos gobiernos. Temas como la búsqueda de la paz en la región, la presencia de los derechos humanos, la desigualdad social, pero por sobre todo creo que la idea articuladora de todo el Grupo de Puebla, y el parámetro con el cual podríamos examinar que ha sido su comportamiento en estos tres años, es el de la integración. Estamos buscando que vuelva a haber integración en América Latina.
¿Y cómo ve el proceso de integración actualmente en la región?
Cuando la pandemia se inició, el Grupo de Puebla hizo un trabajo profundo sobre cuáles eran las alternativas financieras para salir de la pandemia, lo que nos llevó a hacer una reflexión sobre el papel que debería volver a jugar el Estado en temas como el de la salud pública, de la educación, en el tema del agua y los alimentos. Es decir, reivindicamos el papel del Estado. En segundo lugar, surgió la pregunta sobre cuáles eran los sistemas de financiamiento y por qué teníamos que volver a retomar el concepto de los subsidios como un instrumento de igualación social, así como la necesidad de que hubiera una reforma tributaria progresiva o progresista, si se quiere. Estamos proponiendo que haya un relanzamiento de la integración y que podamos iniciar un proceso de convergencia a partir de la reactivación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y que ese proceso de convergencia y todos los mecanismos subregionales actuales puedan terminar en una nueva Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Argentina y Perú están pasando por crisis diferentes, pero ambas repercuten en la gobernabilidad, ya sea por culpa de la crisis política y económica o las acusaciones de presunta corrupción contra Pedro Castillo. ¿Por qué cree que se llegó a la situación actual?
Hay otro común denominador identificado por el Grupo de Puebla, que es cómo se han diseñado mecanismos relacionados con la mala utilización de la justicia para perseguir dirigentes progresistas. Esto nos llevó a constituir un comité por la justicia y la democracia que trabaja con Puebla y que está conformado por juristas y magistrados, y hemos tenido actuaciones muy importantes, por ejemplo, en la defensa del caso de Lula y de Rafael Correa. Hay una especie de conspiración de los medios para utilizar la justicia y los fiscales para perseguir dirigentes progresistas.
Ante el escenario de una posible victoria de Lula en Brasil, la izquierda sería mayoría en los gobiernos de la región. ¿Qué opinión le merece ese fenómeno?
Ojalá se diera en primera vuelta. Si no se puede, sería en segunda, pero creo que la llegada de Lula a la presidencia va a terminar de consolidar este regreso en la región hacia un proyecto progresista que va a empezar, como lo señala el mismo Lula, con un relanzamiento de la integración. Es terrible que en el momento en que debíamos estar más integrados, que fue durante la pandemia, es cuando hemos estado más separados. Eso explica por qué, teniendo el 8% de la población mundial, tuvimos el 32% de los fallecimientos por Covid-19. Es porque no estábamos integrados. No hubo una respuesta conjunta de los Ministerios de Salud, no compramos vacunas, no desarrollamos vacunas. La pandemia nos demostró que, como nunca antes, es necesario retomar el camino de la integración. Y creo que Lula es consciente de eso.
Respecto a su país, ¿cómo ve en perspectiva el futuro gobierno de Gustavo Petro en Colombia?
Lo veo con mucho optimismo, no solamente porque desde el punto de vista histórico es realmente un hecho sobresaliente que vamos a tener el primer gobierno de izquierda que ha tenido Colombia en 200 años de vida republicana, sino porque hay muchos temas que tienen que ver, precisamente, con una posición progresista. Temas, por ejemplo, como la consolidación del proceso de paz en Colombia, la reactivación de las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el restablecimiento de las relaciones con Venezuela, que para nosotros es una muy especial dada la importancia que tiene el que haya dos millones de colombianos viviendo en Venezuela y dos millones de venezolanos viviendo en Colombia.
Desde su posición como expresidente, ¿qué beneficios y amenazas ve en el proceso constituyente de Chile?
El beneficio es hacerle una apuesta al futuro aprobándola, y la amenaza sería el no hacerlo y regresar al pasado. Nosotros tenemos alguna autoridad para hablar sobre este tema, porque en Colombia vivimos un proceso parecido en 1991 con la aprobación de nuestra Constitución, cuando el país estaba perdido, teníamos la amenaza del narcotráfico, el escalamiento de la guerrilla, la violencia, y en ese momento el país cambió de vestido y aprobó una nueva Constitución. El elemento garantista, el ordenamiento territorial, el reconocimiento de las diferencias, de que somos países que tenemos diferencias que pueden enriquecernos o pueden hacernos daño si las manejamos mal. Es superar el fantasma del pinochetismo. La colombiana también se ha reformado desde que se aprobó. Seguramente habrá que introducirle ajustes, pero hay que entender que la Constitución en esencia es un acuerdo sobre el desacuerdo mismo. Además, me parece que la aprobación de la Constitución puede estar muy ligada también a una especie de cheque hacia el futuro del presidente Boric para que pueda concretar sus propuestas progresistas.
La vicepresidenta electa de Colombia, Francia Márquez, dijo que el Presidente Boric le ofreció la posibilidad de realizar los diálogos entre el gobierno y el Ejército de Liberación Nacional en Chile. ¿Qué le parece esa opción?
Esa es una decisión que tendrán que tomar conjuntamente el gobierno colombiano y el ELN cuando se formalicen las conversaciones. Nosotros siempre hemos contado con Chile. En el proceso de negociación de los Acuerdos de la Habana, Chile siempre estuvo presente a través de personas que jugaron un papel muy importante como facilitadores del diálogo. Colombia tiene un buen diálogo con Chile, porque compartimos experiencias históricas y hemos caminado por el mismo camino durante muchos años. Nada está descartado. Lo que necesitamos ahora es que el Presidente Petro se posesione, que se definan cuáles son los términos de negociación con el ELN y que se suspendan las trabajas que puso el gobierno de Iván Duque. Con o sin ser sede, de todas maneras, Chile debe estar presente en el proceso de negociación del ELN. El Presidente Petro ha hecho una apuesta audaz por una paz total que involucraría no solo a los actores armados, como el ELN y las Farc, sino también a las propias disidencias de las Farc y a los sectores que hoy todavía están en el paramilitarismo, e inclusive el apoyo que éstos tengan en el narcotráfico. Es una apuesta audaz, pero no podemos tener la mitad de la casa arreglada y la otra incendiándose.
Algunos medios colombianos lo apuntan como un posible mediador con el ELN. ¿Tomaría la posta si se lo pidieran?
Lo estoy haciendo, de hecho, sin que me lo pidan. El tema de la paz ha sido el hilo conductor de mi proyecto político durante muchos años. Pero siento que el camino está mucho más despejado por el cambio de gobierno. Saltamos de un camino lleno de asaltantes y obstáculos hacia una autopista. No solamente en Colombia, sino que también en países como el suyo (Chile) entienden que la paz es definitiva. Si no conseguimos y consolidamos la paz, no vamos a tener futuro como país.