“La principal derrota del gobierno es asumir que tiene que gobernar”, dice como parte de su análisis -y casi de entrada- Ernesto Silva, exmiembro de la mesa técnica que habilitó la reforma constitucional para el proceso constituyente y director ejecutivo de FARO UDD.
El también expresidente de la UDI tiene un severo análisis respecto de lo que el triunfo del Rechazo significa para el Presidente Gabriel Boric y su consecuente rol en la negociación de un nuevo acuerdo constituyente, sobre el cual -dice- tiene que “reflexionar y asumir que se requiere un gobierno con más distancia y que sea un factor de unidad y no de división”. Al mismo tiempo, asegura que este momento es una oportunidad única para que la centroderecha y la centroizquierda acuerden un texto “de proyección y futuro”.
¿Recuperó poder la centroderecha con el triunfo del Rechazo?
Más que fortalecer a un grupo en particular, el plebiscito fue una derrota fuerte del gobierno y su proyecto. ¿Por qué lo digo? Porque fue una derrota del texto –de su contenido- y, segundo, de la Convención, de su estilo, su forma. Tercero, fue una derrota muy fuerte del gobierno, porque no hay que olvidar que el Presidente fue el jefe de campaña del Apruebo, y su ministro más cercano informó públicamente que dependía su programa de aprobar la Constitución. Y hay una cuarta derrota que es ideológica. Durante harto tiempo un grupo minoritario nos trató de convencer de que se iba a refundar Chile. Ese despertar de un Chile profundo, de una mirada transversal que reveló el plebiscito, empodera un discurso del sentido común y eso habilita a Chile Vamos, y también a una centroizquierda que llevaba años adormecida y acomplejada, a atreverse a conversar y construir una nueva etapa con Chile.
Francisco Chahuán (RN) dijo que ahora la derecha le podía decir al gobierno qué hacer, porque “son minoría”. ¿Puede imponer su ritmo como ganadores?
El proceso que se abre debiera tener dos partes. Una, que el gobierno se dedique a gobernar y, dos, que deje a las fuerzas políticas construir y acordar el camino para un texto constitucional. En esa elección, además de rechazar el texto, las personas le dijeron muy fuerte al gobierno que estaban disconformes con su gestión. Han pasado dos semanas y si bien ha habido hitos como el cambio de gabinete, el Presidente aún no va a La Araucanía, seguimos sin un plan económico robusto y nítido que vaya más allá de los esfuerzos del ministro Marcel por enfrentar la inflación y lo que será la baja en crecimiento. Y mientras tanto las vocerías del gobierno están dedicadas al proceso constituyente. La principal derrota del gobierno es asumir que tiene que gobernar, que se tiene que hacer cargo del país y dejar a las fuerzas políticas construir este acuerdo. No tengo ninguna duda de que hoy las fuerzas del gobierno, después de la derrota que sufrieron en el plebiscito, tienen que escuchar con mucha más fuerza y claridad los planteamientos que pueda hacer Chile Vamos y otras fuerzas que quieran cerrar adecuadamente este diagnóstico.
La izquierda acusa a la oposición de darse “volteretas” y desconfía de que cumpla su compromiso. ¿Está estirando la cuerda con la negociación?
Yo comparto el espíritu de Chile Vamos y lo que han señalado Javier Macaya y otros líderes de que los compromisos se cumplen. Se cumplen sin prisa, pero sin pausa, y es relevante que se haga bien. La ciudadanía lo que dijo el domingo 4 de septiembre no fue que no haya un texto constitucional, sino que no fuera ese y que lo hagamos bien. Repetir exactamente lo hecho no tiene sentido, como tampoco lo tiene dejar de considerar las cosas buenas que se han hecho. Eso implica el incorporar a personas que puedan ser elegidas para esa tarea, pero también dar mucho valor a la opinión de los expertos. Hay cosas que ya aprendimos, como que no queremos partir Chile desde cero. Por lo tanto, una hoja en blanco tal como se pensó para el proceso anterior no es el camino. El rechazo a la plurinacionalidad, a la creación de un sistema de justicia, los cambios al Congreso, la incierta regulación de los fondos previsionales, dan un marco. El proceso que venga requiere con mucha más claridad definir bordes.
Ud. fue parte de la comisión técnica que configuró esos bordes para el proceso que fracasó… ¿Deben ser más y más claros que esos?
En la comisión técnica para implementar el acuerdo del 15 de noviembre se definió un conjunto de bordes, como mantener el régimen de Chile como República, su sistema democrático, el respeto a la sentencia ejecutoriada y a los tratados internacionales vigentes y suscritos por Chile. Es razonable escuchar lo que ha dicho la ciudadanía en el plebiscito y también su deseo de una nueva Constitución y que los expertos u otros puedan ayudar a definir bordes, como la necesidad de un Banco Central independiente, autónomo, de mantener el espíritu del rol del Senado y quizás con un Congreso bicameral simétrico. De respetar las iniciativas exclusivas presidenciales, de recoger algo que fue un acuerdo amplio que era un sistema presidencial para Chile y puedo seguir con otros ejemplos.
Ese es un borde grueso. ¿Qué cosas sí se deberían discutir entonces?
Hay cosas que tienen que ser discutidas. Voy a poner ejemplos: ampliar el catálogo de derechos, avanzar en descentralización y en tercer lugar el fortalecimiento al reconocimiento de la multiculturalidad de Chile, sin alterar la idea de una sola nación.
Si es así, ¿esta nueva Constitución podría terminar siendo muy parecida a la actual?
Las fuerzas políticas van a competir por plasmar sus convicciones en un nuevo texto. Creo que hay mucho por mejorar, pero también mucho por rescatar.
¿La oposición va a estar más empeñada en rescatar cosas del actual texto que en cambiar? Es que no. Lo que veo es que se sometieron a votación nuevas propuestas y fueron rechazadas.
Pero en este debate se pueden dar otras propuestas, no las mismas que se rechazaron. Por eso hay que debatir y hacer un nuevo texto.
“No hay que descartar caminos”
Chile Vamos también está presionado por los republicanos que acusan que están prestando ropa al gobierno y que se precipitó a ir a La Moneda. ¿Cómo se enfrenta a esto?
Todo partido político democrático es libre para conversar con el Presidente de la República cuando convoque. Estamos en una crisis institucional desde hace más de tres años y probablemente nos va a acompañar por un tiempo más largo. Y ahí me pregunto qué tipo de liderazgo necesita Chile y creo que son liderazgos firmes en sus convicciones, pero dialogantes y abiertos a persuadir y a convencer con argumentos. Lo segundo es que la centroderecha y el país, en general, no deben olvidar que estamos ante un momento y oportunidad muy únicos. Este es posiblemente el primer realineamiento político relevante después del año 88, donde una parte relevante de la centroizquierda, el mundo de los amarillos y otros votaron en conjunto con la centroderecha. ¿Por qué es inédito? Porque se empieza a mostrar una señal que considero positiva si se trabaja bien, que es que la centroderecha y la centroizquierda democrática sumadas representan un porcentaje relevante de votos. Y que respetando sus diferencias y teniendo los debates necesarios, pueden trabajar juntas, ofrecer estabilidad y progreso a Chile con alternancia en el poder. Una tercera cuestión es que para la centroderecha han sido años duros, pero sabemos que hay una oportunidad para cerrar temas.
¿Cerrar el tema constitucional?
Hay que cerrar el tema constitucional, asumir que Chile ha ido incorporando otros elementos en su aproximación de más derechos. Acá hay una oportunidad para que los sectores de centroderecha y de centroizquierda moderados le ofrezcan a Chile una Constitución de proyección y futuro. Hacer esto requiere ponerse de acuerdo con personas distintas, lo que siempre tiene costos en las bases, en los equipos, y eso es difícil. Pero la historia también nos muestra que se han tomado acuerdos positivos sin que estén presentes los extremos.
¿No sería negativo que quedara fuera el Partido Republicano?
Ojalá estén todos. El 15 de noviembre fue un acuerdo donde no estuvo el PC. Es muy difícil sumarlos a todos y los países tienen que avanzar. Chile ya conoce de acuerdos en que no han estado presentes los extremos. Ojalá todos sean parte, pero si es necesario hay que avanzar con la mayor cantidad de fuerzas que promuevan un acuerdo positivo. Republicanos dice que se escuche a la gente, que no quiere una nueva Constitución. Lo que yo he visto en distintos estudios de opinión es que la mayoría de los chilenos sí quiere una buena Constitución. En el caso de Chile Vamos, su franja en la que participaron los cuatro partidos hablaba de rechazar por una mejor.
¿No están cumpliendo con su palabra entonces?
Todos deberían sentirse convocados a cumplir de la mejor manera posible ese compromiso.
¿Ve a Macaya apoyado por toda la UDI, o hay fisuras internas por la presión de Republicanos?
Me gusta lo que está haciendo Chile Vamos, pero genera un legítimo debate y tensión. Soy optimista de que se va encauzar de buena forma hacia lograr dos objetivos. Uno, que la oposición le haga ver al gobierno su mal desempeño en las materias más relevantes para los chilenos, como una oposición nítida y clara. Y en segundo lugar, que construya con una parte de la centroizquierda un acuerdo que permita cumplir la palabra empeñada de una forma tal de que no se cometan los errores anteriores y nos encamine a una buena Constitución, que es lo que comprometió Chile Vamos y partidos como la UDI durante el proceso constituyente.
¿Hay espacio político para que no haya una nueva Convención?
No creo que haya que descartar caminos. Puede ser un órgano técnico, o que se componga por partes de expertos, técnicos y una parte elegida. Puede ser un órgano elegido. Eso es parte del debate. Lo que sí tengo claro es que se necesita la opinión experta para construir mejor el inicio de este proceso. Son demasiados los errores. No haber tenido un reglamento antes, no haber definido más bordes, no haber rayado una cancha acordada. No tener una cantidad tan grande de personas deliberando. Haber sobrerrepresentado de la manera en que se sobrerrepresentó a los pueblos indígenas. De todo eso hay que aprender.
¿Cuál es su autocrítica al respecto como miembro de esa mesa?
Déjame rescatar lo positivo. A mí me tocó participar de esa comisión técnica, que eran 14 personas, muy diversa, de mundos muy distintos, y se logró un acuerdo unánime en dos semanas, de implementar lo que era un acuerdo de dos planas y transformarlo en una propuesta de reforma constitucional. Yo confío en el trabajo de los grupos profesionales que tienen un mandato claro, un nivel de autonomía y que pueden trabajar. Sí creo que en el fondo esa comisión podría haber avanzado más en especificar el marco, los conceptos que se acordaban. Si tú quieres, no solo para poner límites, sino para expresar los anhelos compartidos, o elementos que ayudan a ordenar el debate constitucional. Creo que en eso hay mucho más espacio para el trabajo de los expertos, si es que se consideraban ahora, o de los expresidentes como han planteado algunos.
Ud. se ve optimista respecto de lograr un acuerdo. ¿Cuándo cree que eso se podría lograr?
Pienso que al retorno de Fiestas Patrias, y en la medida también de que la oposición vea que el gobierno se preocupa de gobernar, de hacerse cargo de una parte de lo que dijeron los chilenos ese 4 de septiembre, va a haber condiciones para poder avanzar más prontamente. Hay como marcos que le ha puesto el Servel, si hubiera un proceso electoral no se puede hacer tan rápido, y yo confío que así como se llegó a acuerdo el 15 de noviembre en su momento, como se han implementado otras cosas, durante octubre se pueda construir un acuerdo que se pueda implementar en el tiempo. Ojalá los expertos pudieran partir lo más rápido posible.