Para el historiador argentino Federico Finchelstein, quien acaba de publicar Breve historia de la mentira fascista, han surgido en los últimos años grupos populistas de derecha en el mundo que se están acercando peligrosamente al fascismo. “Con Trump y Bolsonaro vemos un fenómeno que no se veía antes con otros populistas de derecha como Berlusconi o Menem”, asegura en esta entrevista con La Tercera.
¿Qué entendemos hoy por fascismo? ¿Cree que hay un abuso del término?
Estoy de acuerdo que hay un abuso. Hoy cualquier actitud autoritaria o que no le gusta a la gente es llamada fascista. Por eso hay que ir a la historia para entender qué es el fascismo y cómo va evolucionado. En ese marco, el fascismo es una ideología antidemocrática, de extrema derecha, con un extremo nacionalismo, con una idea de la política entendida como un culto del líder, con líderes carismáticos mesiánicos y lo que yo llamo los cuatro pilares.
¿Y cuáles son esos pilares?
El primero es la dictadura, puede haber dictaduras sin fascismo, pero no hay fascismo sin dictadura, sin aspiración a la dictadura o a la práctica de la dictadura. El segundo elemento, es la violencia y la militarización de la política. La valoración de la violencia como la necesidad de ejercer la violencia para generar poder y, por otra parte, la idea de que la política es como la guerra y que, por lo tanto, se van a disfrazar de soldaditos. La idea de la violencia es central al fascismo. Por supuesto puede haber guerra y militarización de la violencia sin fascismo, pero no hay fascismo sin esto. El tercer pilar es el odio a lo distinto, la política de la xenofobia, la demonización del adversario y el racismo. El cuarto y último es la mentira totalitaria, la mentira absoluta que es el tema del libro que acabo de publicar. Este cuarto elemento es distinto en el fascismo que en otras ideologías. Puede haber mentira en la política sin fascismo, pero no hay fascismo sin grandes mentiras en la política.
Y en esa lógica, ¿hay populismos de izquierda que utilizan elementos fascistas?
La respuesta rápida es no. En los populismos de izquierda lo que vemos es un autoritarismo que no se distingue por ninguno de esos cuatro pilares. Puede suceder, por supuesto, como es el caso de Venezuela que se pasa del populismo a la dictadura. En Venezuela y en Nicaragua no hay populismo, hay dictadura. Cuando hay populismo hay democracia. El populismo es una forma autoritaria de entender la democracia.
¿Qué explica, según usted, que personas que antes votaban a la izquierda hoy estén optando por el populismo de derecha?
La respuesta no es simple. Es una pregunta excelente y la respuesta no puede ser simple y tiene que ver con factores internacionales y también nacionales. Tiene que ver con la crisis de la representación, donde muchas veces posturas que tienen que ver con lo tecnocrático y con el gobierno de las élites son justamente rechazadas por alguien que viene con un discurso aún más autoritario, que dice “esta gente no representa al pueblo, vótame a mí, porque el pueblo soy yo”. Suena casi una postura que tiene orígenes absolutistas, un personalismo absoluto.
¿Qué reflexión le genera a alguien que ha estudiado el fascismo el hecho que en Italia una figura como Giorgia Meloni se acerque a ser primera ministra?
Me da la idea de un gran fracaso cívico. Lo que creo que pasa en Italia es que se está perdiendo esa conciencia histórica de lo nocivo que fue el fascismo en un país que fue refundado luego del fascismo en términos democráticos y sobre todo antifascista.
Y a la luz de ese análisis, ¿cree que la democracia liberal está en crisis?
Estamos viviendo la manipulación de la información, el ataque a la prensa independiente, el ataque al pluralismo, una gran promoción de la intolerancia, todas cosas que le hacen mal a la democracia. En ese marco vemos distintos tipos de respuestas a esta situación y lo que me parece preocupante es el desplazamiento de lo que era una derecha más tradicional a una derecha que cada vez se parece más a este nuevo populismo que se acerca al fascismo. Es un grupo que mantiene una identificación global y que, como digo está volando muy cerca del fascismo.