En 2021, el entonces senador PPD Felipe Harboe tomó dos decisiones políticas que dieron un vuelco en su vida. En enero, anunció que dejaba la Cámara Alta para postular a la Convención Constitucional, y en noviembre de ese mismo año renunció a 32 años de militancia en su partido. Hace una semana, se sumó al grupo de personeros de la centroizquierda que -como Óscar Landerretche y Andrés Velasco- anunciaron que votarán Rechazo en el plebiscito de septiembre.

Vaya paradoja la suya: fue integrante del Colectivo del Apruebo en la Convención y salió anunciando su voto por el Rechazo. ¿Qué pasó?

Llegué con una tremenda esperanza. Fui parte del acuerdo del 15 de noviembre. Me jugué en mi historia política por cambios constitucionales; fui presidente de la Comisión de Constitución. Intentamos sacar adelante este proceso aportando ideas, presentando indicaciones. Tratamos todo lo posible de sacar un buen texto. Pero la verdad es que la composición política de la Convención llegó a un texto que -a mi entender- no garantiza gobernabilidad, en vez de generar unidad favorece el carácter identitario, haciendo énfasis en nuestras diferencias y confunde descentralización con creación de nuevas pegas públicas.

¿Dónde están las responsabilidades en cómo decantó el proceso con críticas a su supuesto carácter refundacional, con ajuste de cuentas entre sectores políticos?

Así como la Constitución de Pinochet desconfiaba profundamente de los políticos y por eso puso cortapisas a sus eventuales reformas, esta Constitución parte de la base de una desconfianza estructural en el legislador y en los gobernantes presentes y futuros. Segundo, afectó gravemente al desempeño de la Convención el ánimo refundacional de algunos, creer que la historia partió el 18 de octubre, desconocer la lucha por la recuperación de la democracia. Y -finalmente- en ciertos sectores había un revanchismo que explica que tengamos hoy día una Constitución que lejos de establecer un reconocimiento como corresponde entre personas de pueblos originarios y personas no de pueblos originarios, lo que se hace es establecer ciertos privilegios. La lógica es ‘estuvieron tanto tiempo desmejorados, que ahora hay que privilegiarlos’. Esa es una respuesta inadecuada a un problema real. Desde el punto de vista de las formas, la irresponsabilidad, el maximalismo, el show, la tontera y creo que también hubo en algunos cierta borrachera electoral, era su primera elección, entonces se consideraban casi caídos del cielo.

El también exconvencional Patricio Fernández plantea que hubo un tono en la Convención que no se reflejó en el texto. Claramente no comparte el juicio…

No lo comparto. Cuando uno establece normas -por ejemplo- respecto de la recuperación de tierras o sobre la eliminación de una institución republicana como el Senado o aquellas que reponen la potestad de los parlamentarios de presentar proyectos que irroguen gastos -que contrariamente a lo que creían estos constituyentes no lo eliminó Pinochet, sino Frei Montalva-, uno dice: tenemos un sistema político que no es un sistema, sino partes y piezas de diferentes sistemas -hay elementos del parlamentarismo, hay elementos del semipresidencialismo- y todo eso se juntó para obtener mayoría en el pleno, la consecuencia es que no va a haber gobernabilidad. Si se le suma que el Presidente frente a un terremoto no va a poder decretar un estado de catástrofe solo, tiene que autorizarlo el Congreso. Se imaginan lo que hubiera pasado si la Presidenta Bachelet –que fue criticada por no sacar a los militares a la calle en el 27/F- ahora tuviera que pedir permiso al Congreso…; la eliminación del estado de emergencia…

En la carta que suscribió con personeros de la centroizquierda -como Óscar Landerretche, Javiera Parada, Andrés Velasco- en la que se manifestaron a favor del Rechazo hicieron un punto sobre el sistema político. ¿Es ese uno de los flancos más débiles del texto, a su juicio?

Sin duda. Usted puede tener muchos derechos fundamentales –en esta Constitución pasa a tener 103 derechos fundamentales, 23 derechos sociales-, la pregunta es si con un sistema político que no es el adecuado, que no garantiza la gobernabilidad, ¿podrá usted implementarlos? Uno puede tener derechos sociales, pero si no tiene la capacidad y gobernabilidad suficiente para implementarlos se transforman en nuevas frustraciones. Lo que llaman los constitucionalistas europeos, las constituciones inactuadas que son constituciones que tienen normas que fueron aprobadas, pero que nunca entran en vigencia. Y eso es un problema, porque Chile no aguanta una nueva frustración.

¿Cuánto ha influido en el resultado del proceso que el gobierno haya abrazado como propia su propuesta, vinculándola -por ejemplo- al cumplimiento de su programa?

Es un riesgo innecesario, pero hoy un Presidente que tiene el 62% de rechazo puede ser un yunque que hunda al Apruebo. Contrario a lo que ha planteado el gobierno, creo que -de ganar el Apruebo- al gobierno se le va a complicar aún más la situación, porque el poder se desplaza desde el poder constituyente hacia el Congreso. Así se va a dar el debate de la adecuación normativa. Va a ser el Congreso el que va a tener que discutir las 62 leyes y el gobierno no tiene mucha incidencia en ello. Al contrario, el gobierno va a tener que intentar sacar adelante sus reformas mientras el Parlamento se hace cargo cuatro años en sacar 62 leyes. Además, ese proceso de adecuación normativa se va a llevar en medio de un Senado con un porcentaje de los senadores heridos, que fueron jubilados anticipadamente. Se le genera al gobierno un cuadro que es bien delicado desde el punto de vista de la estabilidad política. En cambio, si gana el Rechazo el poder va directamente al Presidente de la República, porque él es el encargado de convocar a un nuevo proceso constituyente.

¿Por qué rechazar y no aprobar para reformar?

Aprobar para reformar no es una alternativa real. Cuando uno escucha a Guillermo Teillier, a Daniel Nuñez, a Fernando Atria… Lo que va a ocurrir es que hay un sector del país que está en la coalición del gobierno que no quiere reformar, que no va a dar sus votos, porque este proceso también le va a dar derecho a veto. El Rechazo no es la derecha, no le podemos dar ese espacio a la derecha, hoy hay una reconfiguración del mapa político. El Rechazo no tiene que ver con derecha e izquierda, porque ese es un discurso que les conviene a los extremos. El discurso vacío, binario, entiendo que algunas personas de la generación más antigua que vivieron el Golpe y los traumas de la dictadura les sea difícil inclinarse por el Rechazo. Pero yo nací el 72, perdónenme, quiero mirar para adelante. No quiero que Chile siga teniendo coaliciones políticas que respondan a la lógica del Sí y el No. Chile tiene que mirar al futuro. Y lo que se está armando es que con el proceso constituyente se va a reconfigurar un nuevo mapa y lo que vamos a ver a partir del 2025, desde el punto de vista de las alianzas políticas, va a ser muy distinto de lo que vimos en la última elección presidencial. La lógica binaria de derecha e izquierda se va a acabar. Yo no soy de derecha, nadie puede decir que Andrés Velasco, Óscar Landerretche, Javiera Parada son de derecha, que el Presidente Lagos es de derecha. No. El punto es que hay que hacer cambios y nos hemos jugado por hacerlos, pero buenos.

Usted formó parte un año de la Convención. ¿Es el mejor modelo para parir una Constitución?

Lo ideal sería que una comisión de expertos propusiera un texto. Pero la pregunta es quién elige a esos expertos, cuál es el criterio de selección… Veo difícil que un Presidente con este origen político plantee un proceso con expertos.

Queda claro que para usted el sistema político y el judicial son parte de las debilidades de la propuesta. ¿Qué rescataría de la propuesta de la Convención?

Muchas cosas. La declaración de un Estado social y democrático de derecho tiene que estar en un nuevo texto constitucional. Terminar con el Estado subsidiario es fundamental. Hay normas de descentralización muy importantes. Hay cosas en materia de derechos digitales muy positivas. Uno puede plantear que hay un conjunto de normas muy buenas, el problema es que los textos constitucionales no se aprueban ni se rechazan porque tienen dos o tres artículos buenos o malos, sino más bien cuál es la visión, el modelo, el pacto social que se propone a una sociedad para los próximos 30 años. Y cuando uno ve en la suma y resta, el problema es ese: que no es un buen pacto social para el país, no es representativo de Chile en su conjunto. Vamos a pasar de una Constitución que no representa a una parte importante del país a otra Constitución que no representa a una parte igualmente importante. La cuestión constitucional que era el encargo principal de la Convención no se cumplió.

Los exconvencionales se han quejado de la existencia de fake news sobre el texto…

Se ha intentado instalar de que todo aquello que sea distinto a la verdad oficial es una fake news y eso es en sí mismo una fake new. De hecho, el estado de catástrofe no incorpora el estado de emergencia, el objetivo que tenían en vista los constituyentes era que las FF.AA no participaran en nada que se relacionara con temas de seguridad interior, aun en situaciones de excepción. Una cosa es que ahora que se dieron cuenta de que esto les trae un costo político y social, al Presidente de la República se le quita la posibilidad de establecer estado de catástrofe, asamblea o de sitio por sí solo, ahora tiene que pedir autorización al Congreso. No es aceptable que se dé a los parlamentarios la atribución de presentar proyectos que irroguen gasto, podría hacer caer a un gobierno que se oponga a dar recursos, por ejemplo.

Las críticas al trabajo de la Convención se plantean desde hace meses, las encuestas que revelaban que la opción Rechazo tomaba fuerza no son recientes. ¿Los convencionales nunca tomaron nota de eso, de atención a un ambiente externo que los llevara a moderar sus expectativas?

Se instaló con mucha rapidez en la Convención uno de los vicios que existen en los parlamentos: que se crean microclimas. Hay un sesgo cognitivo donde se niega determinada realidad. Algunos decían no, eso no es así, son los diarios de derecha, y uno les decía, oye, esto es volátil, te apoyan un día, te dejan de apoyar el otro, cuidado, pero no, les daba lo mismo. No había mucha conciencia de eso. La falta de experiencia política, en el buen sentido de la palabra, de entender que el proceso no sólo era importante para el futuro del país, sino que también lo que generaba en el presente.