Fernando Atria (Frente Amplio) es tajante: “Una Constitución se manifiesta en un texto cuando es escrita, pero no es el texto”. Por ello no concede que la Carta Fundamental que nos rige –y que lleva la firma del expresidente Ricardo Lagos- sea estructuralmente distinta a la que llevó la rúbrica del general Augusto Pinochet y de los otros miembros de la Junta Militar en 1980. “La idea de que la política tiene que protegerse de la democracia no cambió con la reforma de 2005″, explica.
¿La propuesta constitucional que nos va a ofrecer la Convención va a ser nuestra casa común por un largo período?
Lo va a ser, pero no en el sentido que se suele pensar cuando se usa esa metáfora de la “casa de todos”. Hubo en algún momento una idea que era atractiva por lo hermosa: que el proceso constituyente iba a llevar en un año, entre aplausos de todos, a una Constitución que sería aprobada por el mismo 80% que votó Apruebo en el plebiscito. Esa expectativa era irrealista. No coincidía con las condiciones del proceso constituyente. Ahora se advierte que eso no va a ser así y se atribuye como un fracaso. Lo que la nueva Constitución hace es definir nuevos términos en nuestra relación para la convivencia social y política. No será la casa de todos de un día para otro…, va a ser un proceso, eso va a desarrollarse con el tiempo. Progresivamente va a ser vista como una Constitución de todos y no como una imposición unilateral, que es como se ve y se vivió por 30 años la Constitución anterior.
¿Cómo se hace cargo de las críticas de la derecha respecto a que fueron marginados?
En un contexto de discusión política, como la Convención, ningún colectivo tiene derecho a que los demás quieran hablar con uno. Por cierto que todos tienen una serie de derechos: a participar, a hablar, a ser parte de las comisiones, pero cómo se articulan las conversaciones que ocurren en un órgano de ese tipo, depende de la situación política de ese órgano. Y quien no está incluido en las conversaciones tiene que poner de su parte. Muchos colectivos llegaron a la Convención con recelo de la derecha. Uno tiene que preguntarse si ese era un recelo totalmente injustificado. ¿No había ninguna explicación para ese recelo? ¿Es pura perversidad de un lado? ¿Un recelo caído del cielo? Un mínimo de capacidad de análisis muestra que no, uno podrá estar de acuerdo o en desacuerdo, pero parte de lo que llevó al proceso constituyente tiene que ver con las mismas cuestiones que causan recelo para quienes han defendido y defendieron explícitamente hasta ayer la Constitución de 1980.
Se podría entender que por el origen del proceso constituyente, este no replicará las lógicas que llevaron al estallido, que era, entre otras, la exclusión de un sector. ¿O eso es demasiada ingenuidad?
No compararía lo que pasaba con lo que pasó. No es que se reprodujera la exclusión tradicional. Aquí nadie estaba excluido, porque la exclusión era que había ciertos grupos que no tenían espacio en la política representativa. Esa es la política tradicional. Había ciertas cosas que importaban a ciertos grupos que la Constitución impedía hacer. Nada de eso vale aquí. La Convención como espacio político no era de unos contra otros en ese sentido. Lo que ocurrió fue que la disposición a conversar políticamente se desarrolló entre unos y no entre otros.
¿No hubo revanchismo de la izquierda?
No lo veo como revanchismo, lo veo como que hemos vivido sujetos a una Constitución que fue unilateralmente impuesta. Algunos que están aquí representan la defensa acérrima de la Constitución impuesta por 30 años. Mi posición fue que debería haber habido más conversación con la derecha, pero la queja de que fueron excluidos o vetados no entiende el origen del problema. Era responsabilidad de ellos, ellos tenían una carga de hacer posible ese diálogo, porque fueron los que impusieron y defendieron la Constitución de 1980 que nos llevó a la crisis. Y si ese diálogo no funcionaba, intentar de nuevo.
¿No lo intentaron lo suficiente?
Yo creo que no.
Era de esperarse que jugara un rol protagónico en la Convención. Tanto así que algunos lo han asimilado al Jaime Guzmán del nuevo texto. Eso le debe provocar sentimientos encontrados...
No, nada de encontrados. La comparación con Jaime Guzmán me resulta insólita, porque es confundir democracia y dictadura. Es confundir uno de 154 miembros, que podrá ser profesor y etcétera, pero uno de un órgano elegido, con un jurista que mientras las ruinas de La Moneda todavía echaban humo se acerca al dictador para buscar su favor con la finalidad de que este le encargue la redacción de una nueva Constitución. Quien confunde esas dos cosas tiene un problema bien grave de comprensión política.
Y le molesta la comparación...
Me resulta un poco absurda, sí.
Usted ha sido crítico del quórum de 2/3 de la actual Constitución, pero encontraba razonable establecer 2/3 para reformar el nuevo texto, ¿por qué antes no y ahora sí?
Se discute sobre los 2/3 sin preguntarse 2/3 de qué y para qué. La irracionalidad de esta discusión aparecía en que se protestaba contra los 2/3 en la Convención Constitucional diciendo que son los mismos 2/3 para reformar la Constitución anterior. Pero políticamente la diferencia es entre el cielo y la tierra. Hay una diferencia entre una regla que dificulta la reforma de una Constitución mientras las instituciones que ella crea no entran en vigor por tres años y una regla que de manera permanente dificulta esa reforma. No estoy diciendo nada respecto de lo democrático, deslegitimado, bueno, malo, simpático que es el Congreso actual. Ese no es el punto. El punto es que esperaría que una discusión política mínimamente sofisticada fuera capaz de ignorar el hecho de que estamos hablando de la misma fracción en ambos casos y mirar un poco el sentido profundo, que es el que se asiente la nueva Constitución.
Lo que generó cuestionamientos, junto con el guarismo, es que usted aludiera a la lealtad con el nuevo texto …
Ese término, lealtad, hizo que la discusión se fuera hacia un lado que no tenía ningún interés en ir, porque no estaba acusando de mala fe a nadie. Así que ciertamente fue un término mal elegido.
¿No es que tenga dudas respecto del Congreso?
No tengo dudas de la lealtad de nadie, porque no tengo idea qué pasa dentro de las cabezas de las personas. Algunas tienen lealtad, otras no.
¿No es la fiscalía de la lealtad?
No, por cierto que no.
¿Cuánto cree que influyó lo que transmitía La Moneda en las decisiones de la Convención?
En la Convención la posición del gobierno es relevante. El gobierno y la bancada del Frente Amplio provienen de una misma agrupación política. Evidentemente hay comunicación entre nosotros y la opinión del gobierno tiene impacto en las posiciones que tomamos. No hay nada parecido a instrucciones del gobierno, pero sí hay una comunicación. Supongo, además, que el gobierno tiene interlocución con otros colectivos que no son parte de esas bancadas. ¿Por qué? Porque al gobierno le interesa lo que pasa con la Constitución, lo que pasa con el país. Es claro que lo que pase el 4 de septiembre va a tener cierta relevancia para el futuro de Chile.
¿Qué implica para el gobierno si gana el Rechazo?
Por supuesto que sería una mala noticia para el gobierno, pero afortunadamente no va a ser así.
¿Le tocó conversar con el Presidente Boric temas asociados a la Convención?
Yo conversaba con Gabriel Boric cuando era presidente de Centro de Estudiantes de Derecho, después cuando era diputado, cuando era candidato y después de que fue Presidente también. ¿Por qué habría de dejar de conversar con él? Tengo con él una relación que por supuesto que hace que cuestiones que son importantes para él, en algunos casos, al menos sea importante saber cuál es mi opinión, y para mí, en algunos casos más, es importante saber cuál es su opinión. El Presidente sigue el proceso y sabe qué está pasando y está atento a lo que pasa o no pasa.
¿Usted cree que está satisfecho de cómo ha evolucionado el proceso y la propuesta de texto?
No tengo ninguna información privada que dar, así que no es como que me escribió y me dijo que estaba feliz. Mirándolo con lo que sería su perspectiva, vería que en las condiciones en que la Convención debió operar- desconfianza, fractura, crisis- que se haya producido una propuesta de Constitución como la que propuso en el plazo de un año es algo extraordinario. Es algo tan notable, que estoy seguro de lo ve, aprecia y celebra.
Del actual texto, ¿le parece que se van a necesitar futuras reformas en caso de que se apruebe?
Creo que no hay nada que se requiera reformar. Si la pregunta es la nueva Constitución, una vez que entre en vigencia, va a requerir de reformas para poder operar, para poder cumplir la finalidad de una Constitución, mi respuesta sería no. No estoy cerrado a la posibilidad que la práctica demuestre que algunas cosas que se esperaban que funcionaran de una manera, no funcionan de esa manera. Pero si me preguntas hoy día ¿crees que hay algo en el sistema político que no quedó bien de modo que va a necesitar ser reparado?, yo diría que no.
Usted nunca le concedió al expresidente Lagos que la actual Constitución sea suya y no la Constitución de Pinochet, independiente de las reformas que haya tenido.
Supongo que el expresidente Lagos no quiere decir que es suya una Constitución que configura un proceso legislativo neutralizado al que es imposible realizar reformas. Supongo que no. Supongo que no está diciendo que el sistema binominal, que perduró 10 años después del 2005 era su sistema electoral. Una Constitución no puede ser vista como un texto. No es un texto. Una Constitución se manifiesta en un texto cuando es escrita, pero no es el texto. Y esa idea de que la política tiene que protegerse de la democracia, esa idea no cambió con la reforma del 2005. Eso no significa decir que las reformas del 2005 fueron cosméticas o irrelevantes. No, yo creo que la reforma del 2005 fue todo lo que se pudo lograr en términos de transformación constitucional, sujeto a los procedimientos de la propia Constitución que tenían, por supuesto, un cerrojo escondido.
¿Cuánto logra permear en un texto el contexto de la Convención? La mentira del convencional Rojas Vade, convencionales disfrazados, uno votando en la ducha…
Yo creo que esas cosas no llegan al texto, no se manifiestan en el texto.
Si gana el Rechazo, ¿cuál debería ser el plan B?
No voy a decir qué va a pasar si gana el Rechazo. ¿Qué pasa si el camino que nos hemos dado para salir de la crisis no nos permite salir de ella? Diría que nos quedamos con la misma crisis y sin un camino de salida. La Constitución de 1980 sigue rigiendo en Chile y nos desharemos de ella lo más rápido posible, dirían algunos, y cada uno verá si les cree o no, porque tiene una historia. Eso ya pertenece al campo de las especulaciones. El hecho es que la opción que cada uno va a tener que hacer es si aprobar la Constitución para que se promulgue y se derogue la Constitución de 1980 o si rechazarla para que siga rigiendo la Constitución de 1980.