Dice Flavio Salazar que cuando las cosas se ponen difíciles afuera, siempre es bueno tener algo adentro. Para él, eso está en su laboratorio. “Justamente ayer en una conversación con unos estudiantes, yo les contaba de lo positivo de tener un proyecto de investigación como el que tengo yo. Porque cuando las situaciones se tornan difíciles, cuando el país anda mal, cuando las noticias a uno lo abruman, cuando hay una serie de amenazas, uno vuelve y empieza a pensar en la interacción entre los linfocitos y las células dentríticas, y cómo estas pueden reconocer y destruir tumores… Y hay un mundo de pasión ahí que es interesante, y que uno lo salva, lo transporta.
Su mundo de pasión que lo salva y lo transporta, en particular, está en el área de inmunología del edificio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, en Avenida Independencia. Ahí fue donde volvió después del 6 de septiembre de 2022. Las cosas se habían puesto difíciles.
Salazar, militante comunista y biólogo inmunólogo, cuyo principal proyecto ha sido el desarrollo de una vacuna contra el cáncer en base a inmunoterapia, había dejado su carrera en pausa seis meses antes para sumarse al gabinete del entrante gobierno de Gabriel Boric como Ministro de Ciencia, Conocimiento, Tecnología e Innovación. Salazar era hasta entonces, desde 2014, Vicerrector de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile. Además era Director Alterno del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia. Y en su laboratorio, avanzaba junto a su equipo en el desarrollo de una terapia antitumoral propia que sería bautizada como TAPCells y que daría inicio a una compañía biotecnológica, Oncobiomed, con el objetivo de sacarla al mercado.
Todo eso quedó atrás cuando entró al gobierno, aunque en el caso de su investigación científica y el desarrollo de la vacuna fue sólo una pausa. Una demasiado corta, en todo caso.
Su salida del gabinete, el 6 de septiembre -dos días después del plebiscito constitucional que obligó al gobierno a reordenar sus piezas- lo tomó por sorpresa; y daría inicio a una llamativa inestabilidad en el cargo. Su sucesora como ministra de Ciencias, Silvia Díaz, también duró apenas seis meses; luego fue reemplazada por Aisén Etcheverry, que se mantiene hasta hoy. Para Salazar, los sucesivos reemplazos muestran una cuestión preocupante desde el gobierno: “Creo que hay una señal de poca relevancia en estos temas de ciencia y tecnología”, dice.
“Esta es la profesión que yo tenía desde siempre, me encanta eso: poder escribir, leer sobre ciencia, profundizar. Claramente todo lo que hice antes era parte de una necesidad también, de un interés personal, de poder incidir más allá en los temas del rol de la ciencia en un modelo de desarrollo, en una forma de generar un país más equitativo. Entonces, tampoco es que haya estado preso de eso, sino que combiné. Y hoy día estoy cien por ciento en la academia, muy contento”.
Cuando lo llamaron para el ministerio, ¿lo vio como una continuidad del trabajo que había emprendido como vicerrector de investigación en la universidad?
Mira, en general yo soy bien malo para planificar demasiado, en general sí tengo buena percepción de las posibilidades que existen y claro, una vez que estuve en la vicerectoría durante tantos años, ocho años alcancé a estar, adquirí una red de contacto y una manera de participar en la gestión que claramente me hacían un candidato interesante, además que yo siempre tenía una militancia política y esa parte de mi actividad siempre ha sido permanente, por lo tanto no miré como algo insólito que me pudiesen llamar, pero claro que me tomó por sorpresa porque tampoco nunca estuve cerca de la elite del poder o sea, yo nunca estuve en cargo dirigente, ni electo en ningún tipo de cargo, digamos, político, por lo que me pareció sorprendente. Me pareció una buena señal en todo caso porque en el fondo creo que de lo que se valoraba de mi era mi trayectoria y mi experiencia científico, técnica y política entonces claramente me gustó.
¿Cómo describiría su paso por el ministerio?
Si lo miro hoy día a la distancia, fue una experiencia inolvidable. Creo que son muy pocas las personas que puedan llegar desde el área de desarrollo que yo tengo, o sea, desde la ciencia académica pura y de la innovación, a un cargo de tan alta relevancia. Creo que fue una experiencia muy interesante para conocer ese mundo, para conocer cómo funciona y por qué es tan atractivo para mucha gente, porque realmente es atractivo, por dos motivos: uno por la adrenalina. Uno vive una intensidad de vida que nunca había visto, incluso en mis momentos más difíciles, cuando escribí mi tesis doctoral, por ejemplo, nunca fue tan intenso como esos meses en el ministerio. Y demás lo que tiene el poder es esa capacidad de transformar la voluntad personal en un tema institucional y eso es como un privilegio enorme, entonces hay que manejarlo con mucho cuidado.
¿Hubo momentos antes de su salida, hubo momentos que le hicieran cuestionarse por qué estaba ahí?
Creo que a mí me tocó asumir en un momento de mucha expectativa, creo que fue un momento único, histórico, que permitió que una persona como yo, por su visión ideológica, por su historia científica, no por provenir de una élite determinada, sino que por ciertas condiciones, en ese momento fuera una alternativa adecuada. No sé si se va a volver a repetir en algún momento que una persona como yo pueda llegar a ese tipo de cargo. Entonces era un momento de mucha ilusión, y yo creo que eso se transmitió a la comunidad científica y académica; yo siempre lo noté por parte de las universidades públicas, privadas, de las universidades regionales, la gente que una vez me conocía por todo este microsistema de innovación. Había una gran alegría y un gran apoyo, estábamos como ilusionados con construir por primera vez un ecosistema distinto que le diera mayor relevancia a la ciencia y la tecnología. Pero lamentablemente creo que el acontecer político general, el plebiscito en particular y las repercusiones que tuvo el Rechazo a nivel de país, generó una situación totalmente distinta, políticamente, donde la ciencia, la tecnología y el futuro se postergó a esa discusión. Y lo que privilegiaron fue el presente, y en el presente a ciencia y la tecnología no tiene mucho que decir, porque es de largo plazo, es de mediano y largo plazo. Entonces lamentablemente eso significó un rearreglo político que significó mi salida.
¿Lo ve así, que fue como una ficha en el intercambio de los partidos buscando el equilibrio en el gabinete?
Yo creo que esa es la explicación más plausible, se adujeron otras pero no tienen sustento. Por ejemplo, una de las cosas que se mencionaban como un argumento era el grado de conocimiento público; pero si tú miras, los ministros de Ciencia nunca tienen un conocimiento alto, y hay otros ministerios que son mucho más importantes que tampoco tienen un conocimiento muy alto. Y en seis meses no se construye una imagen de ese tipo.
¿Habló con el Presidente después de eso?
No, yo hablé solamente el día que él me llamó y fue media hora antes de que sucediera el cambio públicamente. Estábamos todos a la expectativa, pero yo pensaba realmente que no iba a ser posible, porque me habrían avisado con anticipación, ese era mi pensamiento. También pensaba que mi partido me iba a avisar, pero tampoco. Fue muy sorpresivo. Fue un poquito chocante esa situación, y después de eso nunca he tenido la oportunidad de hablar con el Presidente. Y creo que va a ser difícil que lo hablemos, quizás hasta después que él deje de ser Presidente.
¿Y qué explicación le dio él?
Poco. Tampoco le tenía que pedir explicaciones. Pero las palabras de él fueron: “Mira Flavio, lamentablemente los cambios van a tener que ser más grandes de lo que habíamos pensado y en ese caso te quiero solicitar la renuncia”. Claramente yo había hecho una evaluación y sabía que dentro de la baraja, si es que había un partido que iba a estar perjudicado, era el partido mío (el Partido Comunistas) y probablemente las otras dos ministras, tenían un grado estratégico mucho mayor: la ministra del Trabajo y la ministra vocera de gobierno. Por lo tanto, en ese contexto lo entendí, pero no pregunté nada más. Estaba muy choqueado, muy triste además y hay que reconocerlo -y lo dije después en los medios, cuando me preguntaron- sí, uno queda picado, queda enojado porque no se lo espera. Pero lo superé, ya después con el tiempo y a medida que me voy introduciendo nuevamente en mi vida académica y veo todas las cosas que me motivan, esto queda de lado. Pero sí, fue una parte dolorosa.
Una visión dialéctica
¿Por qué es comunista?
Hay varios elementos, pero al igual que la religión o el equipo de fútbol, es un tema que uno lo hereda, en cierta medida. En el caso de la política hay un componente de clase, claramente la visión que puedan tener del Partido Comunista muchas personas de la clase media, de la clase media alta, es muy distinta a la que tiene la clase popular. Porque el Partido Comunista ha estado siempre presente en la clase popular, igual que la Iglesia Evangélica, igual que la Iglesia Católica. Entonces no es un tabú ser comunista en Cerro Navia, donde yo estoy. Mi papá y mi abuelo eran comunistas. Por otro lado mi mamá es católica, entonces tengo una veta más conservadora por un lado familiar. Creo que ese fue el primer acercamiento. Y y después yo creo que mi propio estudio, mi visión científica de las cosas, la visión materialista de la ciencia, la dialéctica de la naturaleza, la cual yo aplico en mi investigación para poder entender la complejidad de los sistemas, hace que sea mucho más afín a una visión ideológica de ese tipo, más allá de la contingencia y de los errores, de Stalin y los crímenes, tiene que ver con eso. Tiene que ver más bien con una filosofía que me hace ver que entre los partidos que existen en Chile, por historia y por consecuencia, es el que a mi me da más confianza.
¿Puede profundizar un poco en eso de la visión científica con la ideología comunista?
Uno de los pensadores que más tempranamente introdujo los temas de la biología a la sociología fue Federico Engels. Él era un estudioso de su época que estaba al tanto de todos los avances. En esa época justamente apareció El origen de la especies de Darwin, la teoría de la evolución, y en el fondo lo que hay ahí es una mirada que después se ha ido perfeccionando a través de otros pensadores históricamente, que han ido un poco a contrapelo de la visión más reduccionista que ha dominado en la ciencia, el sentido de que los grandes problemas complejos los puedes reducir a la mínima expresión y ahí explicarlos todos, y así llegamos a los genes, llegamos a todo eso. Pero yo me he dado cuenta de que eso tiene un valor para ir avanzando, pero no explica la complejidad; la complejidad es distinta a lo que pasa a nivel más micro, y ahora está la mecánica cuántica, donde los elementos que para nosotros son naturales ahí dejan de serlo. La dialéctica permite integrar los diferentes niveles de una mirada de mayor complejidad. Entonces qué pasa: cuando estaba la pandemia y había muchos científicos hablando de las variantes del virus, que es la mutación del virus, las variantes, se olvidaban de que la pandemia no solamente tiene que ver con eso, también tiene que ver con las condiciones sociales de las personas, el hacinamiento, cómo están las capacidades que tiene la economía para poder garantizar que la gente se pueda vivir mejor y se pueda quedar en sus casas. Esos elementos sociales son parte de la ciencia también, y por eso mi mirada es mucho más transdisciplinaria a partir de eso, y yo creo que eso es compatible con una mirada dialéctica de la naturaleza, que hay elementos que son contradictorios y van generando desarrollo y eso tiene distintos niveles y los distintos niveles actúan en formas distintas. Es medio complejo explicarlo solamente en una entrevista, pero yo lo he leído mucho y me hace mucho sentido.
¿Qué tan acompañado se siente en esa visión actualmente?
Creo que hoy día es la visión que predomina. Lo que pasa es que no la llaman dialéctica ni materialismo dialéctico, porque está muy asociado a la esquematización que hizo Stalin durante el siglo pasado, donde todo este pensamiento complejo se redujo a leyes, y eso es totalmente antidialéctico. Entonces, la mayoría de los científicos de hoy día no se adscriben directamente a eso. Pero por ejemplo, todos los sistemas complejos, todo lo que tiene que ver con las nuevas visiones transdisciplinarias de abordaje de los grandes problemas, apuntan a una visión de este tipo. Me siento absolutamente respaldado por la evidencia actual de que una visión de este tipo permite un acercamiento más certero a la verdad. Ahora, no le van a poner el nombre a eso porque tiene una connotación ideológica; yo sí la tengo. Pero de que en la práctica se aplica, se aplica.
¿Qué conclusiones saca del hecho de que su sucesora en el ministerio haya durado tan poco tiempo? ¿O que el ministerio haya presentado tanta rotación en este gobierno?
Hoy día ya con mayor distancia, creo que hay una señal de poca relevancia en estos temas de ciencia y tecnología. Es más, yo creo que la señal que se dio cuando me cambiaron a mí fue muy potente en ese sentido, y eso lo puedes tú verificar en conversiones con cualquier científico, cualquier persona del área de la innovación. Yo esperaba dos cosas, dos alternativas: que me cambiaran por alguien de mi mismo perfil, pero distinto, otro científico connotado, pero con otras visiones. O por un político avezado. Y no fue ninguna de las dos cosas, entonces eso fue una señal rara. Ahora, la nueva ministra, Aisén (Etcheverry) tiene una experiencia mayor, creo que puede de alguna forma recuperar cierto espacio, aunque -y es una opinión bien personal-, creo que tiene que tener un equipo científico asesor muy cercano, porque ella no es científica.
“Creo que hay muchos científicos interesados en poder apoyarla en ese sentido, para que los desafíos que tenemos se puedan materializar”, agrega después. “Y ahí voy a decir una cosa que creo que tengo que decir: en general, después de que yo salí, el discurso respecto a la ciencia ha sido de escuchemos a los expertos, para aplicar el conocimiento que ellos tienen a las políticas públicas. Entonces hay mesas para los incendios, mesas para los desafíos de la Inteligencia Artificial, etcétera. Pero hay un elemento ahí que nos está pesando, que no es solamente eso lo que necesitamos. Eso incluso lo puede hacer el ChatGPT, porque es el conocimiento que existe. Lo que necesitamos es generar nuevo conocimiento. Ese es el desafío de Chile: el conocimiento que no tenemos. Y para eso tenemos que tener más inversión en ciencia, más proyectos, más ideas de desarrollo en los temas científicos, no solamente escuchar a los científicos. Si los científicos te van a decir lo que se sabe, ¡igual que el chat GPT!. Creo que ahí falta hincarle el diente, y generar más espacio para que las nuevas generaciones puedan desarrollar cosas que hoy día no podemos anticipar”.
El futuro se escribe con vacunas
El regreso al laboratorio, a su lugar seguro, ha venido aparejado con las expectativas del desarrollo de TAPCells, la tecnología de inmunoterapia contra el cáncer -principalmente contra el melanoma, cáncer de próstata y cáncer de vesícula biliar- en la que él y su equipo han trabajado por más de 20 años, recorriendo todos los pasos del camino científico: de lo conceptual al laboratorio, del laboratorio a los modelos animales y, ahora, a pacientes humanos en estudios clínicos. Hace unos meses, Oncobiomed, la biotecnológica creada para sacar TAPCells al mercado y donde Salazar oficia de asesor de Investigación y Desarrollo, cerró un acuerdo para iniciar estudios de fase 3 -que necesitan de más fondos y un número elevado de pacientes- con un grupo brasileño, el Grupo Sao Lucas, para iniciar estudios de fase 3 en pacientes con melanoma avanzado en ese país. Oncobiomed y sus socios brasileños anunciaron la creación de un joint venture para mejorar sus capacidades de transferencia al principal mercado de América Latina. La empresa estará radicada en San Pablo y la idea es levantar un capital inicial de 2 millones de dólares para iniciar todo el proceso del estudio clínico, y podría llegar a U$5 millones al cabo de cinco años. Brasil tiene una importancia estratégica para la proyección internacional de esta tecnología no solamente por sus dimensiones, sino también porque su agencia regulatoria, ANVISA, se maneja con estándares similares a la de las principales reguladoras del mundo, como la EMA europea y la FDA estadounidense.
En sus etapas anteriores, en Chile, TAPCells ha tenido una tasa de respuesta clínica auspiciosa: el 60% de los pacientes tratados han registrado una sobrevida 3 a 4 veces mayor que aquellos que no han sido tratados. “Ese es el desafío que tenemos hoy día: hacer un estudio que debe incluir unos 500 pacientes y conseguir financiamiento, conseguir las contrapartes, no ha sido fácil y yo creo que estamos avanzando ahí muy entusiasmados en eso”. Ahí está hoy esa pasión que lo salva y lo transporta. “Tenemos un proyecto que siempre ha sido de interés nacional, de transferir todo este conocimiento en una estrategia que es original, que es un punto que hay que destacar, nosotros la inventamos. Hay cosas similares, obviamente, y cosas mejores incluso, pero la nuestra es única, la inventamos acá: una vacuna contra el cáncer”.
¿Cómo funciona esa vacuna? ¿Qué fue lo que inventaron?
Bueno, primero cuando uno entiende cómo funciona el sistema inmune se da cuenta de que muchas veces en el cáncer, esa respuesta esperada no se produce por una serie de elementos que faltan. Entonces lo que uno hace ahí es diseñar una forma de educar a las células del sistema inmune para que cumplan con esos requisitos que se necesitan para despertar una respuesta. Para poder hacer eso uno tiene que sacar sangre de los pacientes donde está circulando los actores de la respuesta inmunológica, los glóbulos blancos, y a través de diferentes factores transformarlo en células capaces de inducir una respuesta contra el cáncer. Lo que hacemos es sacarle sangre a los pacientes, aislar sus glóbulos blancos, combinar esos glóbulos blancos con extractos tumorales y eso genera una activación de estas células y después las reinyectamos como vacuna en los pacientes. Esta vacuna despierta una respuesta inmune contra los propios tumores del paciente y ayudan a que el paciente no tenga más metástasis, a que el paciente disminuya algunos tumores y el paciente en general viva más, que es lo que se espera en pacientes con cáncer avanzado.
Estamos hablando de una terapia muy personalizada, ¿eso hace que sea más compleja y más costosa necesariamente?
Exactamente, es más complejo y por eso también ha sido fluctuante el interés porque si bien es cierto que esta terapia funciona bien, si aparece una terapia más simple, por ejemplo el uso anticuerpos monoclonales que actúan sobre la respuesta inmune, es mucho más fácil de producir en un laboratorio a grandes cantidades, después se envasa y después se inyecta, pero tiene limitaciones biológicas. Yo creo que tarde o temprano la medicina personalizada va a ser parte del arsenal, pero claro, lo hace más dificultoso y más caro. También tenemos que pensar que estas cuestiones se van desarrollando igual como la investigación en software: siempre hay una versión 2.0, 3.0 o 4.0. Nosotros seguimos trabajando en una vacuna no tan personalizada; pero esa está en una fase más primaria. En el futuro, si es que esta funciona y logramos demostrar que la nueva versión que no es tan personalizada, que es más transversal, funciona igual, entonces puede ser un salto para 10 años mas. En el fondo siempre estamos pensando, en lo que viene posteriormente.