Como en Historia de dos ciudades, de Charles Dickens, si se compara el ánimo en Londres y en París se podrían ver dos sociedades en direcciones totalmente opuestas. En Reino Unido, después de 14 años de gobierno conservador y un Brexit de por medio, los laboristas se preparan para retomar el poder tras las elecciones del jueves 4 de julio. Pero en Francia el péndulo va hacia el otro lado: Marine Le Pen y su “delfín” Jordan Bardella se alistan para un triunfo histórico en la primera vuelta de las elecciones legislativas que Emmanuel Macron debió adelantar luego de la arremetida de la ultraderecha en los comicios europeos.
A pesar de que las rutas políticas de ambas potencias parecen opuestas -en la isla se mueven a la izquierda, en el continente hacia la ultraderecha-, un factor parece unir a británicos y franceses: el avance del populismo más conservador, que en Reino Unido se expresa en el segundo lugar que obtendría Reforma UK, el partido de Nigel Farage, y en Francia en Agrupación Nacional, de Le Pen, secundado por Reconquista, el partido de Éric Zemmour. A ambos lados del Canal de la Mancha, indican los expertos, es la democracia y la economía lo que estaría en juicio.
Después de perder contra Agrupación Nacional en las elecciones europeas a comienzos de junio, Macron adelantó los comicios legislativos, en una apuesta arriesgada pero pragmática, de acuerdo con los expertos. El llamado a las urnas para elegir a los miembros de la Asamblea Nacional, este 30 de junio y 7 de julio, pareció ser una convocatoria a plebiscitar su gobierno y reconquistar la mayoría absoluta, con la esperanza de aplicar su programa con mayores poderes hasta mayo de 2027, cuando deje la Presidencia.
Ahora, en cambio, pareciera una consulta sobre la extrema derecha, y no es el oficialismo el que lidera “la barrera republicana”. Los sondeos indican que Agrupación Nacional y sus aliados lograrían la mayoría con un 36%. En segundo lugar, se ubicaría el izquierdista Nuevo Frente Popular, con un 29%. Recién en el tercer puesto quedaría la alianza “Juntos” de Macron, con un 22%.
La división en tres tercios de la política francesa dejaría el Legislativo “en posición de bloqueo”, dificultando la elección de un primer ministro con el visto bueno de la Asamblea.
Sin embargo, de acentuarse la ventaja de Agrupación Nacional se generaría algo que los franceses ya experimentaron en dos ocasiones: la cohabitación política. Ese fue el caso del socialista François Mitterrand (1981-1995) con dos gobiernos conservadores, y Jacques Chirac (1995-2007) con un socialista. Ahora podría darse el caso de que el centrista Macron deba tener como primer ministro al ultraderechista Jordan Bardella.
El joven de 28 años, apuntado por Marine Le Pen como líder de su partido, se ha mostrado en campaña como el “futuro jefe de gobierno”, que, entre otras materias, ocupa la jefatura de gobierno. Si se da la cohabitación, Macron solo quedaría con las atribuciones “soberanas” que le da la Presidencia: las relaciones internacionales, el mando del Ejército y el veto a ciertas leyes.
Sin publicar por entero su programa de gobierno, Bardella ya ha adelantado, con miras a “calmar a los ciudadanos”, que retrasará sus “medidas prioritarias”: la derogación de la reforma de las pensiones o recortes del IVA en productos de primera necesidad. En cuanto a inmigración y la situación de los musulmanes en Francia, también prometió dejar para después su idea de prohibir el uso del velo islámico en público. Eso sí, mantendría su promesa de “mano dura” en seguridad y la lucha contra la delincuencia.
David Doucet, periodista francés experto en la extrema derecha, dijo a La Tercera que la apuesta de Macron les ha servido a todos menos a su sector. “Después de la disolución, se ha informado que Macron le habría dicho a un cercano: ‘Les tiré la granada activa en las piernas, ahora vamos a ver cómo salen de esta’. Macron quiso hacer explotar el panorama político. En un sentido tuvo éxito, porque la derecha explotó, y una parte se ha sumado a la extrema derecha, pero la izquierda, que creíamos irreconciliable, terminó por aliarse y representa hoy una amenaza para el Presidente”, señaló.
“Hoy, su propio sector lamenta esa decisión de disolver la Asamblea, porque hay muchas posibilidades de que el partido presidencial salga aun menos fuerte de esta elección, comparada con la anterior”, indica Doucet.
Farage y la “invasión”
Reino Unido, por su parte, vive sus propios cambios. El Partido Conservador, liderado por el primer ministro Rishi Sunak, se dirige a una prácticamente inevitable derrota electoral el 4 de julio, mientras la oposición laborista, liderada por Keir Starmer, se apresta para volver al 10 de Downing Street. Según YouGov, los laboristas lograrían 422 escaños contra 140 de los conservadores.
Pero más allá de los escaños, el partido Reforma UK, liderado por Nigel Farage, les “robaría” un buen porcentaje de votos a los tories. En intención de voto estaban empatados: 18% para los conservadores y 17% para la formación populista. El Partido Laborista, por su parte, conseguiría un 36% de respaldo. Farage había estado “desaparecido” de la política local, después de conseguir la victoria del Brexit en 2016.
Al igual que sus pares en el continente, Farage ha enfocado su discurso en la inmigración, llegando a calificar de “invasión” la llegada de migrantes a Reino Unido. Del mismo modo que en Francia, una de sus obsesiones son los jóvenes musulmanes, a quienes acusa de ser un grupo “profundamente antibritánico”.
El profesor de ciencias políticas de la Universidad de Essex John Bartle comenta que Farage “apela sobre todo a los votantes nacionalistas más tradicionales en la clase media, y a los votantes de clase obrera preocupados por la inmigración y la resultante competición por trabajos, presión sobre los servicios públicos y las diferencias culturales. Es el tipo de coalición electoral que Margaret Thatcher construyó en los 80″.
“Farage asegura que Reino Unido aún no saca ventaja del Brexit. Muchos de sus votantes no reconocen los límites de la soberanía nacional, la necesidad de cooperación con otros países y la necesidad de órganos internacionales que ejerzan poder o influencia por sobre las instituciones británicas”, indica Bartle.
A su vez, el Partido Conservador ve cómo sus propios votantes comienzan a girar más a la derecha, y cómo Sunak se deberá despedir del poder. “Aun cuando se le creía muerto políticamente, Farage consiguió relanzarse con su partido, y lo consiguió acusando a los conservadores de haber ‘traicionado’ el Brexit, en lo que se trata de migración y desreglamentación. Su retorno es un rechazo a la derecha conservadora, y al primer ministro saliente, que está muy debilitado políticamente”, explica por su parte Doucet.
El sistema de las elecciones legislativas británicas tampoco ayuda mucho a Sunak, ya que no hay segunda vuelta como en Francia, y los escaños los gana, simplemente, el candidato con más votos.
“Es poco probable que Reforma UK obtenga muchos escaños en estas elecciones. Sin embargo, si el apoyo a su partido aumenta entre 4 y 5 puntos en distritos electorales clave, esto puede reducir la proporción de votos conservadores y puede significar que los laboristas ganen muchos escaños con una proporción relativamente baja de votos. Esto afectará a la dinámica política de Reino Unido en el próximo Parlamento. Es probable que el Partido Conservador avance hacia la derecha en materia de inmigración y soberanía nacional para neutralizar la amenaza de Reforma UK. El Partido Conservador que surja después de las elecciones generales será muy diferente al liderado por Sunak en estas elecciones”, proyecta Bartle.
El alza de la ultraderecha europea pareciera tener explicaciones similares: países desarrollados con problemas económicos, por un lado, y un flujo de migrantes importante.
Desde el lado francés, Doucet asegura que el poder adquisitivo es un factor clave, junto con un sentimiento de “abandono” del Estado. “El poder político parece lejano y los servicios públicos son cada vez más raros en los territorios rurales, en tanto que Macron ha llevado a cabo una política bastante liberal. El sentimiento de desconexión nunca se ha sentido tan fuerte entre el pueblo y las elites”.
Según Doucet, también hay un cuestionamiento de fondo sobre la democracia. “Estamos viendo un auge populista en casi todas partes de Europa. Que un hombre tan demagogo y xenófobo como Nigel Farage esté haciendo un regreso tan rotundo es preocupante, como lo es también el hecho de que un partido tan populista y ‘atrapatodo’ como Agrupación Nacional se haya convertido en el partido líder en Francia. Las viejas democracias europeas parecen estar perdiendo fuerza. ¿Cómo lograr darles nueva vida? Esta es la cuestión que enfrentan los partidos gubernamentales, mientras que la tentación populista nunca ha parecido tan fuerte”, indica el periodista francés.
Para Bartle también hay un desafío al orden mundial, con países que buscan restaurar soberanías nacionales: “Le Pen ya no se opone a la membresía de Francia en la Unión Europea, pero, al igual que Farage, acentúa los intereses nacionales, lo que podría destruir la UE desde adentro. En toda Europa hay partidos que quieren detener la cooperación internacional y restaurar la soberanía nacional. Lo mismo ocurre en Estados Unidos, donde Donald Trump promete ‘hacer grande a Estados Unidos otra vez’. El orden mundial liberal basado en el derecho internacional y las organizaciones supranacionales que se estableció después de 1945 está amenazado”.