A los 75 años, Alberto Quintano pasa sus días tranquilo, viendo fútbol y disfrutando de la vida. Sin embargo, su apacible presente no se condice con las rudezas que debió enfrentar a partir del juego aéreo tan característico en él. Como uno de los más grandes defensas centrales que este país ha parido, muchas veces su cabeza debió impactar el balón o también a algún rival, como le sucedió en sus últimos años como futbolista.

“A mí me afectó de alguna manera y tuve algunas secuelas en ese momento por haber cabeceado tantas veces y por un choque con un jugador de O’Higgins. Me encontraron algunos problemas y gracias a Dios me atendí con los doctores correspondientes. Estuve en un tratamiento de observación”, explica sobre esa experiencia que vivió como jugador.

Apenas se encendió esa alarma, los médicos empezaron a buscar las causas. “Me interrogó un neurólogo y un psiquiatra, porque me aparecieron unas manchitas de un pequeño derrame en un electroencefalograma. Entonces, ellos querían saber cuál era su origen y ahí les conté de los cabezazos y de que choqué con la cabeza de otro jugador y nos tuvieron que sacar en camilla”, recuerda.

El Mariscal, mundialista en Alemania 74, formó una de las mejores duplas que se recuerde junto a Elías Figueroa. Ambos practicaban el juego aéreo adicionalmente a lo que los entrenamientos exigían. “Con Elías nos quedábamos y les pedíamos a los punteros que sacaran centros para entrenar los despejes. Entonces, era algo inevitable”, sostiene, quien agrega un detalle no menor: “En esa época los balones eran más pesados y, si estaba mojado, terminábamos cabeceando kilos”.

El mismo Quintano, frente a esta situación, se interiorizó en diversos estudios que hablan de los impactos futuros que pueden producir los cabezazos. “Como también soy profesor de Educación Física, egresado de la Universidad de Chile, es un tema que me interesa mucho, además, y que sigo con bastante atención”, cuenta.

Precisamente, una de las investigaciones más reveladoras es la que realizó un grupo de científicos de la Universidad de Glasgow, que comparó las causas de fallecimiento de 7.676 exfutbolistas profesionales escoceses hombres nacidos antes del 1 de enero de 1977 con un grupo de personas del resto de la población.

En una mediana de 18 años, murió un 15,4% de exjugadores y un 16,5% del otro grupo. De ellos, el 2,9% de los exfutbolistas falleció por enfermedades neurodegenerativas versus un 1% del grupo control. Asimismo, se daba la relación inversa en causas asociadas a enfermedades cardiovasculares y cáncer.

Por otra parte, la investigación, publicada en noviembre de 2019, arrojó que no difieren mucho las causas de muerte entre los arqueros y los jugadores de campo. Sin embargo, estos últimos se vieron obligados a recibir muchos más medicamentos en casos de demencia.

Otro estudio, liderado por el doctor Michel Lipton, de la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York, determinó que después de 1.800 cabezazos se registraron peores resultados en pruebas de memoria que quienes golpearon el balón en menos ocasiones.

“Sin duda que vemos que hay personas que pueden quedar aturdidas con un cabeceo, porque el cabecear un balón corresponde a un golpe directo en la cabeza. Por lo tanto, no da lo mismo. Una cosa es que no podamos demostrarlo en estos momentos de acuerdo a las investigaciones que están en curso en el mundo, pero claramente no da lo mismo que un niño cabecee un balón en un cerebro que está aún en desarrollo, con huesos que todavía son más blandos. También importa el tipo de balón, si está más inflado y el material, ya que eso tiene relación con que el impacto sea más potente”, señala Verónica Olavarría, neuróloga de Clínica Alemana.

En ese sentido, la facultativa profundiza en el daño que esto puede causar: “Con el hueso uno transmite energía hacia el balón, pero por las leyes de la física, también hay energía que se devuelve y eso implica que transitoriamente las neuronas hasta pueden desconectarse. Y es por eso que una persona puede describir que quedó un poco aturdida con el golpe”.

Limitar los cabezazos

Frente a estos estudios, Estados Unidos e Inglaterra han decidido tomar medidas. US Soccer fue la primera en normar el juego aéreo. Así, por ejemplo, los menores de 10 años no pueden cabecear y se limitó su práctica en jugadores entre 11 y 13. Mientras que en la MLS si el médico determina que un jugador pudo haber sufrido una conmoción o contusión, se activa un estricto protocolo que obliga a que el afectado no actúe en el siguiente partido.

En tanto, a partir de este año, la FA restringió el juego aéreo en las prácticas de los equipos. Es así como recomienda a los jugadores de todas las categorías tocar el balón con la cabeza un máximo de 10 veces durante una semana de entrenamiento. La medida se limita a envíos superiores a 35 metros.

El traumatólogo Manuel Pellegrini, especialista en medicina deportiva de Clínica Universidad de los Andes, explica cómo se procede en este tipo de lesiones: “Siempre es un tema el TEC en los futbolistas, ya que deben quedar en observación y se les somete a tomografías computarizadas, las que debiesen repetirse 14 días después. Lo complejo es detectar los efectos en el futuro, por si bien aparentemente puede que no tengan nada, no sabemos qué puede ocurrir más adelante”.

En ese sentido, valora los estudios como el de la Universidad de Glasgow. “Si bien es un estudio observacional, permite elaborar teorías, que abren un camino al respecto. Por eso es importante aprovechar la información que proviene de estos países más adelantados en estas materias, ya que es de mucha utilidad y finalmente lo que uno busca es asegurar la salud del deportista”, destaca.

El francés Arsene Wenger, ex DT de Arsenal y hoy jefe de Desarrollo Global de Fútbol de la FIFA, es un convencido de que los cabezazos tienen que normarse. “En FIFA, estamos muy atentos al juego de cabeza (y al microtraumatismo que puede causar). Estamos trabajando en las sombras sobre ciertos traumas cerebrales. Hoy, me digo a mí mismo que, después de haber entrenado jugadores durante muchos años, les he hecho daño en los entrenamientos. Cuando pienso en todas las sesiones de jugadas de cabeza implementadas... parece relevante hoy tomar medidas”, señaló en marzo, en una entrevista al diario Bild de Alemania.

“Debemos limitar gradualmente el tiempo dedicado al juego de cabeza en los entrenamientos. Y prohibirlo entre los jóvenes. En los adultos, no sé… Pero hay que estar muy, muy atentos a las consecuencias de la cabeza sobre el trauma. Tendremos que pensar en reglas claras sobre la supervisión del juego de la cabeza”, agregó en aquella oportunidad.

En la ANFP, este tema es seguido con atención. “No es un tema nuevo, es algo de lo que se conversa. Estamos muy atentos a lo que la FIFA y Conmebol digan sobre esto, y también a lo que recomiende nuestra Comisión Médica”, expresa Jorge Guerrero, director de desarrollo técnico, quien sugiere algunas fórmulas: “En caso de que esto se implemente en Chile, habría que hacer un trabajo de reemplazo para que los chicos aprendan el gesto técnico sin balón y así no deban aprender a cabecear tardíamente”.

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