Lo de “experto en desarrollo urbano” es un resumen escueto, sino mezquino, para alguien como el británico Greg Clark. Quizás su trabajo en más de 300 ciudades, con 40 gobiernos y 20 instituciones multilaterales, su participación en instancias consultivas públicas y privadas en Reino Unido, su decena de libros y cerca de cien informes sobre el tema o su década de trabajo como investigador en Brookings puede ser más elocuente, pero básicamente apunta a lo mismo que esta semana lo ha traído a Santiago. Clark colabora actualmente en un proyecto de la Fundación Chile que apunta a desarrollar un modelo de desarrollo para distritos comerciales, basado en la participación de varios actores privados en coordinación con el sector público.
El proyecto, que recientemente se adjudicó un fondo de innovación para la competitividad del Gobierno Regional, explora la aplicación en Santiago de un modelo conocido como Business Improvement District (BID). “Desde 1970, aproximadamente, en Toronto, Canadá, un grupo de líderes de negocios comenzó un experimento”, explica Clark a modo de antecedente. “Consistía en preguntar: si logras que los dueños de las propiedades o los operarios o arrendatarios de un distrito comercial trabajen juntos y los persuades de tener una suerte de cuenta bancaria conjunta para invertir en el distrito ¿puedes lograr que ese distrito mejore al hacer que estos actores no sólo se interesen por sus edificios sino por todo el distrito?”.
La respuesta no sólo fue positiva, sino también contagiosa. “Hay 60 mil de estos distritos alrededor del mundo: en Canadá, Estados Unidos, Reino Unido, Sudáfrica, Nueva Zelanda, Australia, España, Países Bajos y Bélgica”, comenta Greg Clark.
La idea, naturalmente, es hacer que Chile se sume a esa lista. El próximo 7 de diciembre expondrá como orador principal en un seminario al respecto, y durante su paso por Chile se ha reunido con los representantes del grupo de gobernanza que el proyecto de la Fundación Chile ha coordinado para estos efectos: el gobernador Claudio Orrego, la alcaldesa Carolina Leitao (presidenta de la Asociación Chilena de Municipalidades) y representantes de la Cámara de Comercio de Santiago y la propia fundación.
“Uno de nuestros grandes desafíos como región es devolverle la ciudad a sus habitantes. Esto también tiene que ver con la recuperación urbana y la revitalización del comercio”, dice el gobernador Claudio Orrego. “Esta nueva manera de trabajar colaborativamente busca reconstruir confianzas entre gobiernos locales y la ciudadanía, pero especialmente entre los privados, impulsando el desarrollo de nuestras barrios comerciales e industriales, para que puedan ser disfrutadas por todos”, concluye Orrego.
“Esto es muy interesante, porque hace 50 años, cuando primero empezaron, la idea era hacer que los distritos fueran comercialmente más exitosos: limpios, seguros, atractivos, con buen branding, con un buen espacio público, con buen mobiliario callejero, quizás con activaciones con festivales, eventos, música en vivo, teatro, etc”, dice Clark. “Pero ahora, 50 años después, estos distritos en otras partes del mundo están haciendo eso, pero también están preocupados de la sostenibilidad: ¿Cómo hacemos que un distrito reduzca su huella de carbono, reduzca sus desechos, mejore la calidad del aire con menos congestión y cree más oportunidades de trabajo?. Las “mejoras” han cambiado desde ser sólo sobre éxito comercial a ser más sobre sostenibilidad pero también sobre cohesión social. ¿Podemos tener un distrito con un espacio público que sea bueno para todos, de cada nivel de ingreso? O ¿podemos crear espacios públicos que las familias puedan usar de día y de noche? La idea es la reinvención de un distrito en una ciudad para ser algo que contribuya no sólo al éxito comercial sino también al éxito urbano”.
El proyecto de Fundación Chile -encabezado por Vladimir Glasinovic, Valentina Gaido y Angélica Figueroa- fue concebido a principios de 2019, basado en una experiencia anterior impulsada por Sercotec, del ministerio de Economía, llamada Barrios Comerciales. Ese mismo año, como es lógico, encontró una mayor pertinencia y urgencia con el panorama dejado por el estallido social en varias partes de Santiago, particularmente el centro de la ciudad.
Con la experiencia de tantas ciudades en todas estas décadas ¿qué se mantiene invariablemente del concepto central en cada sitio?
El concepto central que es común en todas partes es que el rendimiento de cualquier negocio en particular no es sólo una función de qué tan bien está manejado ese negocio; es también que el distrito hace una diferencia. Si eres un gran negocio en un mal distrito, tienes un problema, Si tienes un edificio fantástico junto a malos edificios, tienes un problema. La idea es que tienes una dimensión colectiva en el rendimiento. En términos económicos, se trata de clustering, aglomeración, productividad, atracción de talento, satisfacción del cliente, experiencia del visitante. Económicamente tiene sentido; se trata de la productividad del lugar: y en términos culturales también tiene sentido. Un lugar que se vea coherente, con buen diseño, mobiliario público, es más atractivo. El problema es este: sabemos, si miramos un mall o un campus universitario, o un aeropuerto, que cuando tienes un solo dueño a cargo de todo puedes crear algo coherente. Pero cuando tienes múltiples dueños siempre está el riesgo de la falta de coordinación entre ellos. La falla de coordinación a nivel del distrito es un gran riesgo para todos. Hay un nivel de actividad colectiva que si se hace en conjunto mejora todo para todos. La segunda idea clave es que puedes hacer esto como una sociedad voluntaria: aquellos que quieran aportar lo hacen y los que no, no. Pero ahí tienes el problema de los free riders. Algunas personas están invirtiendo pero todos se están beneficiando, lo que no es justo. La tercera idea es que la participación financiera en el distrito es obligatoria si la mayoría vota por ello. Entonces tienes la idea de un test democrático,los negocios votan y si la mayoría vota y aprueba, todos deben pagar. Todos. Tratas de crear un modelo financiero sostenible y obligatorio. Y de esa manera tienes una tasa de inversión más alta y un pensamiento a más largo plazo. Como sabes, el gran problema en la mayoría de las ciudades es que las soluciones son de largo plazo, pero los mandatos son de corto plazo. Esto crea una perspectiva de más largo plazo. Esas son las ideas centrales que se aplican en cualquier parte.
¿Y qué es más dependiente del contexto local de cada distrito o ciudad?
Claramente, si permites al sector privado involucrarse más en la administración urbana, necesitas una profunda confianza entre el sector privado y el público. Este es un punto cultural muy grande. En la mayoría de los lugares que emprenden este camino la confianza es baja. Así que tienes que moverte desde un equilibrio con baja confianza a uno de alta confianza. Y esto sólo sucede con diálogo, consultas, compromiso, prueba de ideas, etc. Lo segundo es que esto requiere pragmatismo. Los BID no son proyectos ideológicos. No son privatizaciones ni estatizaciones. Es pragmatismo.
Porque el punto de los privados suele ser: el sector público no hace lo suficiente, tenemos que hacer las cosas por nuestra cuenta... ¿Cómo ve el nivel de confianza o desconfianza en Chile hoy?
Bueno, primero que todo no soy un experto en Chile. Pero me parece que está claro que en Chile hoy, tal como en el Reino Unido, donde vivo, hay un alto nivel de preocupación y ansiedad ante la idea de que no hay una colaboración apropiada entre públicos y privados, entre derecha e izquierda, entre los niveles nacional y local. Que no hay en Chile por el momento una sensación sólida de cohesión. Pero en mi experiencia, un proyecto de este tipo puede empezar a desarrollar esa cohesión. Déjame darte un ejemplo: cuando ocurrió la gran transición en Sudáfrica, en Johanesburgo y en Ciudad del Cabo, teníamos un problema en el centro de ambas ciudades. Muchos negocios se fueron del centro para establecerse entornos más como de campus privados con grandes rejas, con mucha seguridad. Se abandonó el centro. Y el centro tiene hermosos y enormes edificios, pero empezaron a deteriorarse, llegaron ocupas, el sector empezó a perder su atractivo. El problema en cualquier ciudad con algo así es que el centro tiene una lógica económica natural. Y si dejas que sus activos pierdan su valor no es bueno para nadie. En Sudáfrica, a pesar de todas las políticas que habían generado una confianza muy baja entre los sectores público y privado, y entre derecha e izquierda, se lograron implementar en nueve locaciones en Johanesburgo y en catorce locaciones en Ciudad del Cabo. El centro de la ciudad debe ser para todos. No es para las pandillas, para los criminales, los ocupas, es para todos. Y en estos distritos los negocios no le dicen al gobierno local “tú has fallado y vamos a hacer el trabajo nosotros”, si no “tienes un trabajo muy grande que hacer y sólo va a funcionar si nosotros trabajamos contigo”. Y estaremos bien organizados. Entonces los negocios trabajando juntos, cerca de 100 en Johanesburgo y cerca de 50 en Ciudad del Cabo, mejoraron el centro de las ciudades. Esto crea una oportunidad nueva para crear confianza y colaboración en algo que es muy práctico. No es un asunto filosófico sobre impuestos, distribución o el modelo económico. Me parece que incluso cuando tienes un ambiente como el de Chile hoy, con baja confianza, estas iniciativas sirven para construir confianza.
En el centro de Santiago el punto de partida es muy desafiante, por decirlo de alguna manera…
Sí, absolutamente, y no lo subestimaría. Pero luego la pregunta es ¿qué puedes hacer? Una alternativa es que los negocios se vayan y no vuelvan. Eso tendría un efecto devastador para la economía, para los trabajos, para la recaudación por impuestos. Otra opción sería que el gobierno local tratara de hacerse cargo de todos los edificios. No podría financiarlo. ¿Cuál es la alternativa? Creo que la única alternativa es crear una nueva iniciativa conjunta que demuestre que el centro es para todos. Los negocios trabajando juntos entre ellos y con el gobierno local pueden reinventar el centro de la ciudad como algo que no es capital privado versus los ciudadanos, sino algo para todos. De otra manera te quedas estancado.Creo que la idea de los distritos es empezar un proceso a pequeña escala de reinvención para crear buenos entornos para trabajadores, para clientes, para comerciantes, para ciudadanos. Un ambiente donde los negocios y el gobierno local puedan trabajar juntos. ¿Puedes hacerlo en todas las locaciones a gran escala rápidamente? No, no es una solución para todo. Pero es parte de la creación de una nueva relación entre negocios y ciudadanos en un lugar. Es un experimento para mostrar una nueva manera de hacer las cosas. No pretendo decir que es fácil. Creo que en Santiago debería probarse en unos pocos lugares donde se puedan hacer algunas mejoras que sean visibles. Hacer pequeños cambios que sean visibles, donde las cosas se puedan empezar a sentir otra vez normales, donde se cree una nueva confianza... es muy importante como primer paso.