Hackney Diamonds: el inspirado regreso de The Rolling Stones (con sabor a despedida)
El nuevo álbum de sus Majestades Satánicas, el número 24 de su carrera, sorprendió a la crítica por su alta factura. Fue un proceso empujado por el plazo perentorio que instaló Mick Jagger y la labor del productor Andrew Watt, quien coescribió algunas canciones. Además, reunió a una selección de invitados como Elton John, Stevie Wonder, Lady Gaga y Paul McCartney, en un discreto pero eficiente segundo plano. Y aunque aseguran que tienen más material grabado, sus guiños a su historia pueden marcar un cierre en alto nivel. Los Stones están de vuelta.
Era probablemente el lanzamiento discográfico más esperado de la temporada. No solo porque los integrantes sobrevivientes de The Rolling Stones, ya son unos veteranos que se acercan o ya cumplieron los 80 años (como en el caso de Mick Jagger), sino que rondaba la duda de cómo iban a resolver el desafío de publicar música original luego de 18 años. No es poco tiempo y la maquinaria puede estar gastada. Pero Hackney Diamonds, publicado este viernes, ha sorprendido a la crítica musical que ha coincidido en señalarlo como un trabajo de buena factura y que resume lo mejor de los Stones.
El último lanzamiento discográfico del grupo fue Blue & Lonseme (2016). Originalmente, iba a ser un álbum de canciones originales, pero el trabajo junto al productor Don Was no los convenció. Por ello cambiaron de planes y se volcaron a grabar versiones de viejos estandards de blues, como en sus primeros años. Fue además la última ocasión en que el histórico baterista Charlie Watts grabó un disco completo antes de su muerte en 2021.
El periodista argentino Diego Perri, quien ha publicado libros como República Stone, aquilata el lanzamiento. “Son los Stones iniciando una nueva era y comenzando a cerrar una trayectoria única, inimitable e irrepetible -dice a Culto-. Todo el disco tiene ese espíritu negroide: un álbum de guitarras, acústicas, eléctricas, pero en definitiva de guitarras. Con apoyaturas en teclados, en los coros, en bases sutiles, por momentos fulminantes, pero con esa identidad y marca registrada de los Stones y acompañados por más de una celebridad”.
Desde la década de los noventa los Stones priorizaron las giras. Notaron que podían salir a la carretera sin necesariamente defender un disco. El último con canciones inéditas fue el correcto pero poco memorable A bigger bang (2005), lanzado justo el año en que se fundó YouTube y en Chile se inauguraba el primer tramo de la línea 4 del metro. Desde entonces, el grupo entró de forma intermitente al estudio para registrar algunas canciones, sin mayor prisa. Pero fue Mick Jagger, como en otros momentos, quien empujó al grupo.
Con ochenta años a cuestas, el cantante decidió fijar un plazo para acabar el disco de una vez. Ya son mayores y en ese punto la vida se vuelve más frágil, tal como probó la partida de Watts. “Le dije a Keith (Richards): ‘Si no nos ponemos una fecha límite, nunca vamos a terminar este disco’”, contó al New York Times. “Entonces dije: ‘La fecha límite es el Día de San Valentín de 2023. Y luego vamos a salir de gira para promocionarlo’. Eso es lo que solíamos hacer antes. Sabes, tienes que terminar Exile on Main Street porque tienes una gira planificada”.
Aparentemente por consejo de Paul McCartney, los Stones convocaron al productor Andrew Watt para trabajar en el disco. Nunca había trabajado con ellos, pero acumulaba suficiente kilometraje con la realeza de la música popular. Pasó de trabajar con Justin Bieber, Dua Lipa y Camila Cabello, a ser el nuevo favorito de veteranos como Ozzy Osbourne, Iggy Pop y Elton John. Por ello no solo supervisó el proceso -en varios estudios de Nueva York, Los Angeles, Londres y Nassau- sino que además coescribió tres de las 12 canciones (Angry, Get close y Depending on you) junto a la dupla Jagger/Richards. “Necesitábamos involucrar a alguien que pudiera sacar el látigo”, explicó Mick al NYT.
Con el plazo corriendo y la exigencia que imprimió Watt, el grupo trabajó en sesiones breves. Como en los sesenta, el grupo llegaba, enchufaba y hacía no más de 4 o 5 tomas por canción. Richards lo llamó “una guerra relámpago”. Así, el álbum gana en un sonido orgánico y crudo que rememora los días más gloriosos de los Stones, al recuperar la fibra vibrante de su sonido de directo. Incluso, con el deadline a la vuelta de la esquina, Jagger y Richards, lograron escribir juntos una canción, Driving me too hard, tal como lo hacían en los viejos tiempos; sentados frente al otro en una habitación.
Además, el grupo decidió convocar un selecto grupo de invitados. Acaso rememorando los años en que los acompañó el pianista Ian Stewart, en Live by the sword, pudieron sentar al piano a Elton John, quien le proporcionó un elegante acompañamiento al tema. Además, reúne a la sección rítmica más clásica de los Stones: la pista de batería fue grabada por Charlie Watts antes de su muerte y en el bajo está Bill Wyman (quien dejó al grupo en 1992). Watts también grabó en Mess it up. En el resto de los temas, fue el baterista Steve Jordan el que tomó las baquetas.
También pasa un compañero de generación. Paul McCartney, otro que ya superó los 80 años, aporta una agresiva línea de bajo distorsionada para Bite my head off. Todo, cortesía de un Höfner modelo 64′, regalado por Watt, el que tenía incorporado un circuito Univox Super Fuzz. Según él, una vez que lo activó “¡fue una carnicería total! Todo el mundo decía: ‘¿Qué carajo fue eso?’.” Aquel fue un encuentro memorable.
Además, Stevie Wonder se suma a los teclados en la ambiciosa Sweet sounds of heaven, un tema de aire gospel que se emparenta con cortes clásicos como You can’t always get what you want. Y por cierto, para darle un guiño al público más joven, convocaron a Lady Gaga, quien hace una correcta voz de acompañamiento, aunque resulta evidente que intentó emular el legendario trabajo de Merry Clayton en Gimme Shelter.
“En muchas etapas invitaron a grandes celebridades, a colegas y amigos a sus discos como a sus conciertos -explica Perri-. Y esta no es la excepción. Creo que lo nutre de más calidad aún y le ofrece variantes. Habla también de como sobrevivieron a todo y supieron reinventarse década tras década, en un abanico que va de músicos históricos y legendarios como McCartney, Stevie Wonder o Elton John, a grandes figuras contemporáneas como Lady Gaga”.
En sus doce pistas, Hackney Diamonds -cuyo nombre viene de una expresión del slang inglés para referirse a vidrios quebrados- recorre buena parte del territorio musical de los Stones. La fantasía country de Dreamy skies (que puede recordar a No expectations); los clásicos riffs cortantes de Richards en Get close (pasados convenientemente por efecto); la balada Depending on you de clara reminiscencia setentera; hasta llegar a la canción final, una cruda versión de Rolling Stone Blues de Muddy Waters, la canción que dio nombre a la banda, solo con Richards machacando la guitarra y Jagger a la armónica. “Rolling Stone Blues es la raíz, la matriz original sobre la que construyeron toda su carrera: el blues -apunta Perri-. Resalta el maravilloso sonido de las guitarras entremezclándose con el sonido de la armónica”.
Un guiño a sus primeros días que de alguna forma puede funcionar como un eficiente cierre de círculo, pese a que el guitarrista Ron Wood aseguró al NME que tienen más canciones grabadas y que “no creo que pase tanto tiempo” antes de un nuevo lanzamiento. Pero si este es el final, es más que digno para una carrera monumental.
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