Lo dice fuerte y convencido: “Díganme buenista, entreguista, pero si volviera al primer día de la Convención, volvería a intentar persuadir de la necesidad de evitar que el texto constitucional se transformara en una revancha como término siéndolo”. Hernán Larraín Matte (Evópoli) está frustrado y reconoce -a la hora de su balance del trabajo de la Convención- que los convencionales de la centroderecha que miraban con distancia el proceso y eran escépticos de que se lograran consensos amplios, “los hechos les terminaron dando la razón.
Hay quienes señalan que una de las medidas del éxito de una Constitución es cuánto es capaz de perdurar en el tiempo. ¿Cuántas posibilidades de ser estable tiene el texto constitucional cuyo borrador nos va a proponer la Convención?
Lamentablemente, muy poco. El principal desafío que tenía esta Convención era construir un pacto de convivencia, un pacto político que nos pudiera acompañar por décadas. Eso exigía un acuerdo lo más amplio posible. Pero en esta Convención hubo un sector que fue excluido del diálogo y de los acuerdos. Un sector político impuso sus términos y su programa de gobierno en el texto y más allá de quién gane el plebiscito, el cual muy probablemente va a ser ajustado, el 5 de septiembre vamos a estar igual o más divididos y el conflicto constitucional va a continuar.
Cuando se habla de exclusión, ¿a qué se refieren particularmente?
Hubo una definición política entre las izquierdas: el hecho concreto es que las propuestas si eran firmadas desde la centroderecha eran rechazadas. Esto ocurrió en forma sistemática en todas las comisiones y luego en el pleno. Hubo un veto a la derecha y con ello la exclusión a un sector muy importante en la sociedad.
¿Y qué responde a aquellos que señalan que no hubo exclusión sino que se expresaron las mayorías legítimas? Después de todo, la derecha era mínima en la Convención...
Respondería que muchos de ellos reconocieron que desde un principio hubo un grupo de convencionales de la centroderecha que quiso dialogar y ser parte de los acuerdos de la Convención y que hay muchas minorías que sí fueron parte de los diálogos, de las mesas de negociación y de los acuerdos. Hay una arbitrariedad en ese juicio y es bastante evidente que fue la condición de pertenecer a la derecha el hecho que gatilló esa exclusión. Hay convencionales de las izquierdas con más experiencia política, con más vínculo con los partidos que no tuvieron el carácter en su momento de generar la conciencia de que era importante que la centroderecha fuera parte del pacto amplio. La participación de la centroderecha en los acuerdos, aun cuando fuera minoría, era importante para la sostenibilidad del texto constitucional en el largo plazo.
¿Se volvió la centroderecha irrelevante en la Convención?
Es justo decir que desde el momento en que las izquierdas tomaron la decisión de construir el texto entre ellos, los 37 votos de centroderecha pasaron a ser absolutamente secundarios en la Convención. Hay que hacer -eso sí-, porque sí fuimos capaces de levantar una voz hacia la ciudadanía respecto de lo que estaba ocurriendo en la Convención. O sea, en nuestras críticas al espíritu fundacional y maximalista, nuestras críticas a la forma en que la plurinacionalidad iba tomando el texto de forma absolutamente excesiva. Nuestras críticas a lo que pasó, por ejemplo, en materia de pensiones, la expropiación de los fondos y posibilidad que las personas los pudieran heredar y generar un impacto. Muchas personas empiezan a tener conciencia, en parte por nuestra voz, de que la Convención no iba por buen camino y que el texto muchas veces no tenía como prioridad la salud, educación, las principales demandas sociales, sino que tenía un espíritu de reconstrucción de la República. Un grupo nuestros convencionales estuvo presente, cumplió con sus responsabilidades, hizo propuestas, votó, criticó lo que le parecía mal y eso va a ser importante a la luz de la historia.
Ustedes hablan de “las izquierdas” y estas de “las derechas”. ¿Es justo también hablar de que existieron dos derechas en la Convención?
Hubo dos actitudes en los 37 convencionales desde un principio. Eso es correcto y justo. Hubo un sector que votó Rechazo y que llegó a la Convención muy escéptica, muy distante del proceso, y dada la correlación de fuerzas, muy segura de que la posibilidad de construir un gran pacto era prácticamente imposible. Hubo otro grupo donde había una voluntad de colaborar, de dialogar, donde me atrevería a decir una gran mayoría votó Apruebo, acepto y buscó con propuestas, con cartas a los pueblos originarios, con un discurso constructivo ser parte de los acuerdos. Creo que los hechos le terminaron dando la razón al primer grupo.
Es vicepresidente de la Convención. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
Buena, pero no exenta de momentos tensos. Ha implicado representar a una minoría en un ambiente a veces hostil, pero siempre respetuoso. Buena escuela, sin duda.
¿Usted no es de los que creen que se encauzó el estallido social? ¿Volveremos a tener una conversación sobre el texto constitucional, gane el Apruebo o el Rechazo, no?
Absolutamente. El 5 de septiembre, independiente si gana el Apruebo el Rechazo, el resultado va a ser tremendamente estrecho y el conflicto constitucional va a continuar, porque va a haber una parte importante excluida de ese texto, que se supone debe ser la casa de todos y todas. Y si gana el Rechazo igual se necesita una nueva Constitución y el proceso constituyente va a continuar.
¿En qué falló la Convención?
Falló, en primer lugar, en la tarea de hacer las cosas de una manera distinta a la que las hacía la política tradicional. Había una esperanza depositada en que la Convención iba a dialogar, deliberar, construir acuerdos e iba a ser capaz de las distintas partes de ceder alguna de sus convicciones en pro de un acuerdo amplio y transversal, y que esa actitud de construcción de acuerdos, de alguna manera, iba a representar un reencuentro político y social. Eso iba a permitir un segundo desafío: relegitimar nuestras instituciones políticas y su capacidad de representar a la ciudadanía, de intermediar entre las personas y el poder, y lo tercero es que esto iba a abrir un nuevo ciclo. Iba a permitir que, con esta nueva Constitución, Chile iba a descansar en un pacto de convivencia que nos permitiría con este conjunto de reglas iniciar una nueva etapa. Eso, lamentablemente, también fracasó.
Vamos a temas más de fondo. Usted ha planteado serias dudas respecto del sistema político que fue aprobado, señalando que va a producir ingobernabilidad y mayor fragmentación. ¿Es esto una de las mayores debilidades del borrador constitucional?
Uno de los temas más complejos e importantes de un texto constitucional es el sistema político, porque es lo que habilita a poder cumplir con todo el resto. Lo que hay que consignar es que el diagnóstico de la propia Comisión de Sistema Político, en la cual participé, no se transformó en una propuesta de sistema político para hacerse cargo de los problemas que vive Chile. Estamos frente a un Presidente que es más débil, un Congreso que concentra fuertemente su poder en una Cámara que baja los quórums, permitiéndoles a los diputados y diputadas del Congreso Plurinacional un poder muy importante. No se avanzó en un sistema de partidos que generara coaliciones que le permitiera al Ejecutivo gobernar.
Entendiendo que el sistema político es el corazón de una Constitución, ¿usted ya decidió si va a aprobar o rechazar el texto?
Este sábado (hoy) Evópoli tiene su consejo general y voy a intervenir. Personalmente, me parece que aprobar este texto sería muy malo para Chile. Voy a fundamentar por qué creo que Evópoli debe rechazar y al mismo tiempo proponer un camino constitucional para que Chile tenga una nueva Constitución, porque el Rechazo no es una solución, el Rechazo es un acto de responsabilidad frente a un texto que es muy malo para Chile. Pero eso no resuelve los problemas de las personas. Por lo tanto, creo yo que, positiva y constructivamente, tenemos que crear condiciones para dar certeza de que el proceso constituyente continúa.
¿Se suma a aquellos en la derecha que han señalado que la actual Constitución está superada políticamente y se necesita un plan B en caso de que gane el Rechazo?
Absolutamente. El Rechazo puede ganar y así lo demuestran muchas encuestas y la centroderecha debe generar un compromiso público. Hay distintas formas para hacerlo que le dé garantías a la ciudadanía de que este proceso continúa y Chile va a tener una nueva Constitución.
Usted plantea que el borrador es más un programa de gobierno que un texto constitucional. ¿A qué se refiere específicamente?
Son dos dimensiones. Primero, aquellos que creemos en una Constitución liberal o mínima participamos de una tradición en que la Constitución son un conjunto de reglas que habilitan a la democracia para que sea ella la que tome las decisiones de política pública. La ruta del maximalismo es aquel texto, como el de la Convención, que busca en todos los detalles y aspectos de la política pública dejar consignado el detalle de lo que se hace en múltiples materias. La cuestión más evidente se hace cuando discutimos las normas transitorias y pretenden hacerlo, en lo que algunos convencionales llamamos un reseteo, esto es buscar que, respecto del sistema judicial, respecto de la regulación medioambiental y aguas, respecto del Congreso, respecto del nuevo ordenamiento jurídico constitucional. Aquí viene el segundo punto, cuyo sesgo ideológico es el de la izquierda. Aquí se produce una gran paradoja: es que aquello que criticaron respecto de la Constitución del 80, no solo respecto de lo ilegítimo de su origen, sino me refiero a que imponía en el texto un programa de gobierno, una visión doctrinal de la sociedad, bueno, ellos teniendo la oportunidad, hicieron exactamente lo mismo. Creo que la guinda de la torta son los 2/3 que buscan amarrar que el Congreso actual no pueda tocar y ponerle un candado de esa manera al texto, cuestión que creo que se va a caer, pero el solo hecho de haber, incluso, defendido esa idea, habla de al menos la poca consistencia de algunos.
¿Cree que el gobierno de Gabriel Boric debió haber jugado un rol más incidente en el devenir de la Convención?
Absolutamente. Personalmente, hice muchas gestiones privadas para transmitirle al entorno del Presidente Boric que la ruta que estaba tomando la Convención nos llevaba derecho a una fractura, a una división estructural y a un texto excluyente. Cuando mis diligencias no tuvieron mayor éxito, lo dije públicamente haciendo un llamado al Presidente Boric expresamente de que hablara con sus convencionales. Cuando el Presidente asumió dijo, en la Plaza de la Constitución, delante de todos los chilenos, que él quería que la Constitución fuera para todas y todos los chilenos y que no quería una Constitución partisana. Bueno, lamentablemente, esas dos cosas que pidió el Presidente no son parte del resultado. El Presidente pudo haber hecho más para que este texto no se transformara en un plebiscito que polarizara al país.