Pese a que María Elena Garrido (66), Vilma Fernández (50) y María Paz Rodríguez (35) han atendido más de un llamado de emergencia siendo bomberas en la Región Metropolitana (RM), fue recién la tarde del miércoles 6 de diciembre cuando las tres tuvieron oportunidad de conocerse por primera vez, en el hall del segundo Cuerpo de Bomberos, ubicada en Av. Santa María.
Vestidas con sus trajes de servicio negro con líneas fluorescentes y cascos blanco, naranjo y negro (característicos de cada compañía), las tres se distinguen de la multitud que entra y sale del cuartel. No específicamente por su ropa, sino porque todo el resto son hombres.
El motivo de la reunión fue especial: juntarse previo al aniversario de los 160 años del Cuerpo de Bomberos de Santiago, la segunda más antigua a nivel nacional después de Valparaíso. “Nunca coincidimos porque pertenecemos a compañías que están en distintas comunas. Entonces conocernos entre voluntarios de distintos sectores es complicado. Pero eso al momento de compartir no pesa, porque somos familia; juntas nos sentimos como en casa”, dice María Elena.
Las tres forman parte de las poco más de 200 mujeres bomberas en el Cuerpo de Bomberos de Santiago (CBS) un hecho que recién se concretó 25 años atrás, cuando el CBS decidió realizar un cambio en el sistema y permitir el ingreso de mujeres a la institución. Antes de 1998, dicen, aquello era impensado. “Durante esas épocas el rol de la mujer quedaba en la casa, no había ninguna institución como Carabineros o Fuerzas Armadas (FF.AA.) que permitiera mujeres en sus filas, era algo generalizado”, cuenta una de ellas.
Vilma Fernández (55) fue la primera en romper con ese paradigma en la institución bomberil, en 1998. Su ingreso, de cierta forma, fue con el fin de continuar el legado familiar: su bisabuelo, ambos abuelos, papá y hermano sirvieron como voluntarios en la Octava Compañía, en Recoleta. La misma en la que actualmente ella de desempeña como miembro honorario, además de consejera disciplinaria y académica.
“En ese tiempo, que una mujer entrara a las filas no se discutía, era un no. Aunque de todos modos uno siempre estaba con ellos; acompañándolos en actividades, desfiles, premiaciones, siempre fue algo del día a día”, sostiene. Eso, hasta que a sus 25 años su padre le comunicó algo que terminó dando un vuelco a su vida. Y a su formación profesional.
“En ese tiempo me encontraba trabajando como técnica en comercio exterior y además estaba estudiando pedagogía en enseñanza básica en alemán. Hasta que una tarde mi papá llegó con una noticia que venía esperando desde chica: ‘Hija, en la compañía están aceptando mujeres para ser voluntarias’. De la emoción no lo dudé dos veces, y junto a dos compañeras más ingresamos. Fuimos las primeras. Dos de nosotras seguimos en servicio hasta hoy”, expresa.
Pero junto con su ingreso a la institución, desde Bomberos también tuvieron que comenzar a implementar cambios en su estructura e instalaciones. Por ejemplo, las salas de guardia (espacio donde los voluntarios descansan) se dividieron para acondicionar cuartos solo para mujeres. Lo mismo sucedió con los baños y camerinos, además de integrar manuales de género con el fin de crear un ambiente de respeto y sin diferencias de trato entre un género y otro.
El superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago, Pablo Cortés de Solminihac, afirma que en los últimos cinco años la participación femenina ha ido creciendo de manera importante y se ha ido masificando en más compañías. “Para nosotros, que las mujeres sean parte de la actividad bomberil es lo más natural, no solo en Chile, sino que en todo el mundo, porque al final nosotros somos un reflejo de la sociedad. Por lo mismo, desarrollan la actividad a la par del resto”, agrega.
El legado de un mártir
En eso María Elena Garrido (66) concuerda, pese a haber ingresado a la institución formalmente hace apenas dos meses, motivada por el servicio que su padre desarrolló durante seis meses antes de morir a los 27 años al ser golpeado por una claraboya (escotilla) al atender un incendio en Matucana con Santo Domingo, en el centro de Santiago. María Elena tenía cuatro años.
“Quería seguir sus pasos como fuera. Desde que tengo memoria he asistido como invitada a todas las ceremonias de la Segunda Compañía, incluso compatibilizando mi profesión de corredora de propiedades. Tengo un espíritu por servir a la comunidad sin necesitar algo a cambio. Eso es reconfortante”, dice.
Su primer llamado lo tuvo a solo 16 días de ingresar oficialmente como voluntaria a la compañía, cuando las alarmas se encendieron para prestar apoyo al incendio que afectó al Hospital Dr. Luis Calvo Mackenna, en Providencia, la tarde del 26 de octubre. Fue su primera prueba de fuego.
“Hasta ese momento yo me había formado con cursos básicos como RCP y pequeños apagones de fuego originados por quema de basura, pero nada tan grande como eso. Las alarmas sonaron y recuerdo que mi corazón latía al 100%. Pero no estaba asustada, sino emocionada”, cuenta.
María Elena recuerda que desde la Segunda Compañía, en Avenida Santa María, demoraron solo cinco minutos en llegar al hospital, y su tarea fue ayudar en el rescate de recién nacidos que estaban en la UCI.
“Nunca me sentí mirada en menos por mis compañeros que son 40 años menor que yo. Me sentí capaz y con fuerza, y con ánimo de poder seguir perfeccionando mi labor”, recalca.
A nivel nacional existen 314 cuerpos de Bomberos. El Cuerpo de Bomberos de Santiago agrupa a 22 compañías de nueve comunas de la Región Metropolitana. A diferencia de otras instituciones, como Carabineros o la Policía de Investigaciones, los bomberos no se rigen bajo una estructura nacional, sino que su forma de funcionar responde a las demandas y características de cada territorio. Aunque entre todos ellos existe un factor común: la disciplina, tradición y el servicio a la comunidad.
El aporte desde la salud
El acercamiento de María Paz Rodríguez (35) con el mundo bomberil no es tan distinto al resto de sus compañeras. Aunque hay un matiz.
“Vengo de una familia voluntaria. Desde pequeña acompañaba a mi papá al cuartel de la 22 Compañía de Independencia, y para mi familia era costumbre que cada Navidad o Año Nuevo mi papá saliera corriendo cuando escuchaba la alarma de incendio. En ese momento no comprendía, hasta ya más grande”, afirma.
Lo que la diferencia de sus otras dos compañeras es que María Paz se ha abocado al servicio desde el área de la salud. “Primero ingresé a la brigada juvenil, que acepta a niños y jóvenes que quieran ingresar desde los 12 a los 17 años. Ahí aprendes lo básico y te adentras a este mundo del servicio. Pero mi llegada oficial a la compañía se concretó en 2015, cuando ya me había recibido como médico general y al poco tiempo integré la guardia médica del departamento médico de la institución, donde nos encargamos de atender a compañeros con ciertos problemas de salud y también a personas en algún tipo de emergencia. Esta experiencia se la debemos a quienes estuvieron antes que nosotras, como la doctora Marcela Díaz (primera bombera en integrar el departamento) y la doctora Marcela Álvarez (primera cirujana general). Sin ellas este espacio no existiría”, agrega.
Actualmente, Rodríguez cuenta con formación en Salud Pública, además de realizar otros estudios para perfeccionar su profesión, por lo que compatibilizar los tiempos entre su voluntariado y su formación profesional a veces suele ser abrumador. “Termino a las 18:00 aproximadamente y el tiempo libre lo dedico a trabajar en los proyectos de salud y estudiar. Puede ser difícil a veces, pero reconforta saber que esto lo haces por un bien mayor. Al final del día vale la pena”, dice.
Con su casco naranjo, moño y traje completo, de pie a un costado de uno de los carros de Bomberos, María Paz comenta que su cargo en la compañía hoy ha cambiado un poco. Desde 2021 lidera como inspectora de comandancia en el Departamento de Salud Preventiva de su compañía, donde se busca tratar de prevenir enfermedades en bomberos que derivan de exposiciones a sustancias tóxicas, como, por ejemplo, el humo, o enfermedades cardiovasculares demandantes que se deben cumplir al atender una emergencia.
“Estoy orgullosa de la labor que realizamos como equipo y como institución, porque esto se traduce en instaurar medidas para proteger la salud de los más de 2.500 hombres y mujeres que componen la institución. Y ha sido un trabajo muchas veces silencioso, pero muy gratificante”, sostiene.
Pese a que Bomberos es una de las instituciones a nivel nacional mejor valoradas por la comunidad y con alto porcentaje de confianza desde la población, con un 86%, seguido por Conaf (47%) y PDI ( 46%), según datos de una encuesta de Criteria de diciembre de 2023, aún persiste la inquietud por la falta de apoyo económico desde el Estado hacia la institución. En principio, porque Bomberos busca financiamientos propios a través de aportes particulares, mientras que el Estado confirmó en noviembre un aumento de $3.160 millones para 2024.
“Con los años hemos visto que la valoración hacia nuestra labor ha aumentado, pero aún falta apoyo, sobre todo para regiones”, sostiene María Elena. Y agrega: “En Santiago somos privilegiados en comparación con otros cuerpos de bomberos. Afuera es más fuerte la falta de apoyo. Ojalá hubiese una ley que obligara al Estado a entregar una cantidad fija en el presupuesto anual a los bomberos. Nuestra esperanza y continuación recaen en ello”.