Homicidios en Chile: más violentos, con autores desconocidos y causas más complejas

Homicidios

En los últimos 10 años los asesinatos no sólo han aumentado, sino que también han mutado respecto de los móviles y modalidades. Si en la década de los 2000 se evidenciaban principalmente asesinatos con armas blancas en contexto de riñas y consumo de alcohol, ahora lo que predomina es el uso de armas de fuego para demostrar poderío. Como las causas ahora son más complejas, el tiempo de los juicios orales se duplicó.


Alrededor de las 18.15 del martes 8 de noviembre, un vehículo frenó en seco frente a una vivienda ubicada en calle Mónaco, en la comuna de Hualpén, Región del Biobío. Sin mediar provocaciones, desde el interior del auto los ocupantes percutaron seis disparos y continuaron su recorrido, deteniéndose nuevamente a las afueras de otro domicilio, en calle Dover. Ahí volvieron a sacar las armas y dispararon contra el inmueble.

La situación atemorizó a los vecinos del sector, quienes de inmediato alertaron a Carabineros, para posteriormente advertir que había dos personas lesionadas: una mujer de 47 años que resultó con impactos de bala en el tórax, producto de la primera arremetida de los desconocidos, y una niña de 11 años fallecida, producto de la segunda balacera.

Como comenta el alcalde Miguel Rivera (PPD), lo ocurrido constituye un hecho que no es aislado. “Hace tres semanas tuvimos una balacera afuera de un supermercado, a plena luz del día. Tuvimos dos personas que fueron a dejar a otra afuera de un consultorio con disparos en la cabeza. Antes de que falleciera la niña, mataron a un niño y balearon a una persona a las 16.00, como si nada”, relata el jefe comunal, agregando que “lo más complejo” es que esto se está “naturalizando”, ya que ocurre en todo el país.

“Nadie hace nada. Lamentamos profundamente que los niños estén mirando que la solución a sus problemas sea balear la casa de una persona o matar a quien sea. Esas cosas que nosotros mirábamos con extrañeza, que pasaban en otros países del mundo, o que nosotros en la Región del Biobío mirábamos hace dos años que pasaban en Santiago, ahora las tenemos acá, conviviendo con nosotros”, reflexiona.

Según cuenta, hace algún tiempo en Hualpén no había asesinatos, lo que cambió hace dos años. Y justamente, como dan cuenta las cifras que registra el Ministerio Público, en 2020 hubo un punto de inflexión, registrándose el peak de este delito.

De acuerdo con el análisis de los datos de la fiscalía, entre 2016 y 2020 se registra un aumento sostenido de los homicidios a nivel nacional. De 1.695 en 2016, se pasó a 2.814 casos en 2020, lo cual representa una variación porcentual del 66%. Y si bien en 2021 el número bajó a 2.427, y entre enero y septiembre de este año se contabilizaban 2.187 casos, para las autoridades se está ante un fenómeno que preocupa más que nunca.

Esto, porque como advierten especialistas en la materia, se trata de un delito que ha evolucionado bruscamente, y que si antes se podían advertir claras motivaciones por parte de los victimarios, ahora no, convirtiéndose el escenario en algo muchísimo más difuso que les ha jugado en contra a las indagaciones.

Como evidencia, el subprefecto Jorge Abatte, jefe de la Brigada de Homicidios Metropolitana Sur de la PDI, el cambio no ha sido de la noche a la mañana, sino que en un lapso aproximado de dos décadas. “El delito de homicidio en Chile ha venido variando, tanto en su modalidad como también en las motivaciones y en la violencia empleada. A principios de los 2000 o en la década del 90, este delito estaba vinculado principalmente a temas de delincuencia común, asociado al consumo de alcohol y a riñas. A temas de convivencia. Veíamos, por tanto, que existía una relación de conocimiento entre víctima y victimario, un imputado conocido. Pero desde ahí transitamos a lo que actualmente estamos viendo, casos donde aparece la brecha del imputado desconocido, lo que viene a cambiar la dinámica en la cual se generan los hechos, lo que incide en las investigaciones”, asegura.

Si bien los homicidios en contexto de delincuencia común siguen ocurriendo, el grueso de los casos ahora está asociado a bandas organizadas, las cuales en la perpetración de sus delitos base emplean un mayor grado de violencia, y que no necesariamente tiene definidas sus motivaciones para asesinar a otro.

El fiscal regional Metropolitano Sur, Héctor Barros, explica que entre 2017 y 2018 empezó una evolución del delito, pasando del “homicidio tradicional” a hechos con armas de fuego y, principalmente, por “ajuste de cuentas”. De hecho, asegura el fiscal, el 64% de los homicidios está ligado a esta causa.

Tras un estudio realizado por el Ministerio Público, dice que “llegamos a la conclusión de que, obviamente, al haber un aumento de homicidios y un mayor uso de armas de fuego, el fenómeno que está detrás tiene que ver concretamente con el tráfico de drogas y con delitos contra la propiedad, que son, en el fondo, enfrentamientos no entre personas particulares, sino que son entre bandas rivales”.

Barros señala que esos hechos de droga no se deben ni a microtráfico ni grandes organizaciones ligadas al tráfico, sino más bien a un “tráfico barrial”, un segmento intermedio. Aquello genera que bandas se enfrenten por el control territorial, demostración de poder de fuego o simplemente rencillas entre ellas.

El porqué

De acuerdo con ambos profesionales, en la variación que han mostrado los homicidios, ciertamente incide la proliferación del crimen organizado, que según explica el detective, requieren de acciones para “posicionarse” y no perder espacio frente a “rivales”, por lo que irrumpen en la esfera pública con hechos que causan temor en la población, como los homicidios.

A eso, Abatte suma los efectos negativos de la globalización, pues al tener mayor acceso a información de lo que ocurre en otros países, los delincuentes en territorio nacional han ido “aprendiendo” nuevas técnicas y las han incorporado en su actuar. Y lo mismo ocurre producto del aumento de la migración irregular. Como sostiene, entre quienes han ingresado por pasos no habilitados, también hay personas que vienen a delinquir y que arrastran comportamientos más violentos.

En el mismo sentido, Barros manifiesta que, además de eso, también hay un cambio en la comisión de otros delitos, lo que puede desencadenar en un homicidio. A su juicio, “lo que hay es un uso, aparte de la amenaza, del armamento, incluso a veces injustificado, sin motivo alguno. Un aumento en el uso del arma de fuego para la comisión del hecho suele ser hoy una acción más temeraria y más violenta hacia la víctima, que anteriormente uno no la veía”.

También, apunta, existen razones ligadas a los fenómenos migratorios, precisamente al cambio en ciertos comportamientos delictivos. “Han ingresado al país ciertas formas de cometer delitos que en países centroamericanos, por ejemplo, son habituales, pero que en nuestro país no lo eran. Nos habíamos mantenido con un comportamiento, con una forma de actuar de los delincuentes que distaba mucho de lo que ocurría en Centroamérica. Sin embargo, cuando comienza el proceso migratorio, esa cultura delictual también se importa al país”, explica Barros.

Un factor que no se puede pasar por alto, de acuerdo con lo que expone el jefe de la BH, es que también se observa que sujetos que están tras los homicidios tienen “desprecio” por la vida, por lo que también esa sería una situación que incide en la ocurrencia de este ilícito.

Repercusión en investigaciones

El cambio, como se advierte, ha tenido un evidente impacto en las investigaciones, pues como se ha dicho, los casos no sólo aumentan. Dado que en muchos de los casos no hay una motivación evidente ni vínculo entre víctima y victimario, ha crecido notablemente la cantidad de causas que no registran imputado conocido.

Según cifras contenidas en los reportes del Ministerio Público, en 2012 el 15% de los imputados de las causas analizadas ese año eran “desconocidos”, pero a septiembre de 2022, esa cifra llega al 42%.

Barros explica que lo que ocurre con los homicidios “tal cual está ocurriendo ahora, por la organización, con el uso de armas, también son investigaciones mucho más complejas de lo que antiguamente ocurría, que era hecho conocido, por lo tanto, a través de testigos, incluso el propio imputado confesaba de inmediato el hecho y una causa estaba clara a las pocas horas”. Actualmente se hace más complejo ubicarlos, porque, además, también crece el número de sujetos vinculados a un hecho, y como la composición de las bandas ha pasado de una integración “familiar” a una más bien por “conveniencia” –pues se agrupan de acuerdo a las necesidades de especialización del clan-, tampoco se logran dilucidar fácilmente los nexos entre los involucrados, lo que ralentiza las investigaciones. En 10 años, el tiempo en días de un juicio oral pasó de 442 a 877 (ver infografía).

Eso, en su expresión más radical, como advierte Juan Francisco Cruz, analista del Observatorio Judicial, ha implicado que en ciertos hechos ni siquiera se pudiesen encontrar indicios del autor.

“Lo problemático es cómo esto evoluciona en el tiempo. En 2009 el 72% de las investigaciones de homicidios terminaron con sentencias condenatorias, y eso, al 2021, cayó al 57%. Eso tiene una correlación con el aumento de los imputados desconocidos, porque cuando se está ante esos casos, el Ministerio Público nunca ha logrado una condena. Entre 2001 y 2021, cuando se han investigado homicidios con imputado desconocidos, no hay condena”, alerta el abogado.

Si bien a propósito de aquello Cruz asegura que hay debilidades en las capacidades investigativas del Ministerio Público, también pone énfasis en que hay carencias a nivel de Estado, pues las políticas hasta ahora implementadas no han frenado el creciente aumento de los delitos de homicidio. No ha operado la prevención, recalca.

Los efectos

Al observar este escenario, donde la violencia ha alcanzado nuevos máximos, Daniel Johnson, director ejecutivo de Paz Ciudadana, menciona que es evidente que aumente el temor. “Es bastante plausible que la cantidad de delitos no explique directamente el temor, sino que la violencia que estos delitos tienen y el daño potencial que estos delitos tienen. O sea, no sólo me genera temor que haya más delitos, sino puede ser la misma cantidad delito, pero si yo percibo que ese delito me puede causar un daño mayor evidente, me siento más atemorizado”, reflexiona.

En la misma línea, Catalina Droppelmann, directora del Centro de Estudios Justicia y Sociedad UC e investigadora de Viodemos, señala que el hecho de que haya homicidios más violentos tiene bastante incidencia respecto de la percepción de la delincuencia, “sobre todo si el victimario es desconocido, ya que se comienza a generar una construcción en torno al imaginario de la violencia”.

Y si eso ocurre en el entorno más cercano de una persona, aunque no sea víctima directa, también “empeora” el escenario. A mayor proximidad, obviamente, mayor temor al delito. Mientras yo siento que el delito es una probabilidad más próxima, obviamente también van a aumentar mis niveles de temor”, concluye.

Estadísticas homicidios
Cambios en el delito de homicidio.

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