Cuando en algún momento de 1992 Bob Dylan reparó en la cantidad y la magnitud de las personalidades que participarían en un homenaje a sus 30 años de carrera en el Madison Square Garden -Eric Clapton, George Harrison, Neil Young, Stevie Wonder, Johnny Cash, Eddie Vedder, Sinead O’Connor, entre muchos otros-, su reacción no fue precisamente entusiasta: “Será como asistir a mi propio funeral”.
El cantautor estadounidense más influyente del último siglo ha vivido desde sus orígenes en permanente colisión con su obra, su imagen y la devoción que genera.
“Es un hombre lleno de contradicciones. Es tímido y solitario, pero un intérprete audaz y entusiasta sobre el escenario. A veces le cuesta saber qué decir en una entrevista, pero es un pensador muy original, con una mente viva y un gran ingenio. Sus canciones son sensibles y humanas, pero puede ser un personaje frío y duro sin contemplación con la gente. Es y siempre ha sido tremendamente ambicioso. Trabaja duro. Le gusta ganar mucho dinero. Es todas esas cosas y más”, enumera Howard Sounes, el último gran biógrafo del artista y autor del libro Down the Highway: The Life of Bob Dylan (2001), reeditado este mes y donde a partir de casi 250 entrevistas intenta descifrar las virtudes y los contrastes de una de las mentes más complejas de la música popular.
“Es una persona inteligente y profunda. No es una persona normal, no es convencional. Por eso es un gran hombre. No trabaja en una tienda. Él es simplemente especial”, complementa el periodista inglés en torno al músico que este lunes 24 cumple 80 años.
En su libro, usted plantea que Dylan es una suerte de gurú para millones de personas, sin embargo él ha rechazado ser encasillado como “la voz de una generación”. ¿Por qué siempre ha estado en conflicto con su propia leyenda?
Bob Dylan nunca fue muy político. Le atrajo el movimiento por los derechos civiles gracias a los amigos que hizo en sus inicios en Nueva York, como Joan Báez o Suze Rotolo, pero mostró poco compromiso. No es un idealista ni un activista. La frase “la voz de una generación” es un cliché mediático y finalmente limita a un artista de tal talento. Él es mucho más que eso. Las personas que realmente no conocen su trabajo sacan a relucir frases de ese tipo. Pero las personas que lo han escuchado a lo largo de las décadas, no dicen esas cosas. A él claramente lo irrita esa etiqueta. ¿A quién no le sucedería?
También se lo describe como el artista que impone el patrón del cantautor pensante, político y social. Sin embargo, las referencias políticas de sus canciones se remiten a un período muy breve, al comienzo de su discografía. ¿Es correcto verlo como una especie de ícono social?
A los medios de comunicación les gusta categorizar a la gente y por eso etiquetaron a Dylan desde el principio como un “cantante de protesta folk”, pero eso fue sólo un período muy corto en su primeros años, alrededor de 1962-1963, con canciones como Blowin’ in the wind y A hard rain’s a-gonna fall. Todavía canta esos temas, porque son buenos y populares. Pero rápidamente siguió adelante y ahora no suena como eso. El Dr. Martin Luther King fue un activista político. Bob Dylan es un poeta trovador. Muy diferente.
Tomando en cuenta el escenario global a fines de los 60 y principios de los 70 -Vietnam, Guerra Fría, Watergate-, ¿por qué despúes no tuvo tanto interés en esos temas y prefirió explorar tópicos más personales? Tampoco ha parecido entusiasmado en abordar los años de Obama o Trump.
En los últimos tiempos ha dicho que la política es el instrumento del diablo. No es político, aunque sospecho que es un votante demócrata y ha sido amigo de los presidentes Carter y Clinton. También pareció feliz de conocer al presidente Obama, quien le otorgó un reconocimiento hace unos años. Con Trump, nada. Tampoco me lo imaginaba pasando el rato con Reagan o con los Bush. Pero está más interesado en ideas que trascienden la rutina diaria de la vida política. Nuevamente: él es un poeta.
¿Sabía usted que Dylan estuvo en 1974 en The Friends of Chile, and evening with Salvador Allende, el primer gran evento en ayuda de los exiliados chilenos, realizado en Nueva York y donde muchas crónicas consignaron que subió al escenario borracho, lo que molestó a muchos de los chilenos presentes?
Sí, ese fue un evento memorable. Dylan aparentemente tomó unas copas con sus amigos. Bueno, ¿y por qué no?
Usted desde el principio de su libro plantea que Dylan es un letrista sin parangón y con una obra igualable a la de cualquier poeta o novelista. ¿Le sorprendió que recibiera el Nobel de Literatura en 2016? ¿A él cree que le sorprendió?
Ya en 2001 los admiradores de Dylan estaban presionando al comité del Nobel para que le dieran el Nobel de Literatura. Personalmente, estaba seguro de que se lo merecía, pero dudaba que lo consiguiera, porque nunca se lo habían dado a un cantautor y mucho menos a una estrella de rock. Quería que me demostraran que estaba equivocado. Es un ganador muy digno. Dudo que haya un escritor más importante vivo hoy: un escritor de novelas, poemas u obras de teatro. Él es el número uno. Y él disfruta mucho de los premios, de su éxito y de la adulación. La tristeza no es algo que vaya con él. Hay algo de vanidad también en eso.
De hecho, desde 1988 su gira se llama The Never Ending Tour (El tour sin fin). ¿Por qué cree que, cerca de los 80 años, se ha resistido a dejar los escenarios?
Por supuesto que él ama lo que hace. Para Dylan, trabajar es también disfrutar. Además, le pagan bien por ello. He hablado con gente que lo conoce y me dicen que quiere volver a la carretera lo antes posible. Pero ya tiene ochenta años y luce de esa edad. No ha estado en los escenarios desde 2019. Para ser franco, no le quedan muchos años. Espero que vuelva a tocar después de la pandemia e insto a cualquiera que no lo haya visto en vivo a que lo haga mientras pueda.
A propósito de legado, en diciembre vendió todo su catálogo de canciones a Universal Music Publishing por US$ 300 millones. O sea, ya no es dueño de sus composiciones. ¿Qué buscó con esa maniobra comercial?
A los ochenta, Dylan sabe que sus días están contados. Gestionar su catálogo de canciones es un negocio que requiere una oficina, personal y un sinfín de decisiones. Ha tenido esa carga durante años. ¿Deja ese negocio para que su familia se ocupe de él después de su muerte, o arregla sus asuntos ahora y establece un fideicomiso familiar de 300 millones de dólares para cuidarlos a todos ellos para siempre? Como hombre inteligente que es, tomó la decisión correcta. Y no quiero decir que sea un codicioso o un tipo vulgar con el dinero. Pero él sabe lo que vale y, como muchas estrellas de los 60, ha tenido que librar largas batallas legales para recibir el pago adecuado por su música.
Otro de los puntos destacados de su biografía es que muestra a Dyan como un individuo pagano como cualquiera: preocupado de sus inversiones inmobiliarias o, pese a ser profundamente religioso, sumergido en aventuras amorosas. También reveló que en 1986 se había casado con una de sus coristas, Carolyn Dennis, en un segundo matrimonio que mantuvo en secreto. ¿Cómo ha sido su relación con las mujeres y con el concepto de “pareja”?
Las mujeres lo encuentran encantador, y él se ha comportado de esa forma. Por supuesto que ser una estrella de rock le da a un hombre muchas oportunidades románticas y él se ha aprovechado de eso, como hacen la mayoría de las estrellas de la música. Es una ventaja de su trabajo. También ha encontrado amor e inspiración en las mujeres y en sus esposas. Estoy seguro de que hizo todo lo posible para que su primer matrimonio (con la modelo y actriz Sara Lownds) funcionara, y durante muchos años lo hizo. Sus hijos son todo un mérito para él. Pero ha vivido finalmente la vida de un músico viajero, con una chica en cada pueblo.
Cuando en cien años se estudie la música del siglo XX, ¿qué sitio ocupará Dylan al lado de las otras dos fuerzas culturales de nuestra era, Elvis Presley y The Beatles?
Todos son figuras gigantes. De todas las estrellas del rock que llegaron a la fama en los 60, Dylan y McCartney son las dos más importantes que quedan. Es difícil decir cuál es más trascendente. McCartney ha gozado de mayor fama y éxito. Dylan es un escritor más profundo. Lo averiguaremos en cien años. Dudo que se escuche a Elvis en cien años, en parte porque no escribió canciones. Él era simplemente un intérprete. Dylan y McCartney vivirán como compositores. Puedo imaginar a niños aprendiendo Masters of war en guitarra dentro de cien años, como puedo imaginarlos aprendiendo a tocar Yesterday. Tenemos la suerte de vivir con estos artistas. Podemos aún verlos en vivo. Pero el tiempo se está acabando.