Primero fue un intercambio de mensajes con el Presidente Gabriel Boric. Luego, una junta con el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, a la que le siguió una sigilosa bilateral en La Moneda con el propio Mandatario.
¿El tema? La enorme pérdida de aprendizajes que tuvieron los estudiantes chilenos producto del prolongado cierre de las escuelas, el más largo del mundo, producto de la pandemia.
De ahí a que Ignacio Briones, exministro de Hacienda y militante Evópoli, aceptara integrar la Comisión de Reactivación Educativa, fue un paso casi obvio.
Su diagnóstico es brutal. “Un año de educación perdido, no recuperado, es un 8% de menores ingresos para siempre de esa persona. Es como que te quiten un 8% de tu sueldo todos los meses. O como que en tu vida laboral de 40 años, perdieras entre 3 y cuatro años de remuneración. Eso impacta la economía: mis cálculos son entre 0,2 y 0,3 puntos de menor crecimiento para siempre. O sea, ya por ese lado se justifica meterle con todo. Pero sobre todo, se justifica por una cuestión ética: ¿tiene uno derecho a sacrificar una generación?”, se pregunta.
En un momento en que las fuerzas oficialistas y de oposición aparecen duramente enfrentadas, Briones llama a su sector a “tratar de dar vuelta la página” en la desconfianza que tiene ante las fuerzas que sustentan al gobierno y que, por sobre todo, se forjó por las continuas acusaciones constitucionales que emprendieron durante el último gobierno de Sebastián Piñera. “Es grave que el actual gobierno cuando fue oposición realmente abusara de esta herramienta. Pero eso no puede dar pábulo a que hagamos lo mismo”.
Ud. se incorpora a esta comisión cuando las relaciones entre la oposición y el Gobierno no pasan por su mejor momento, sin ir más lejos, ayer se votó la acusación contra el ministro Giorgio Jackson...
Sí, es que si hay un tema que no podemos politizar es el de la educación, particularmente teniendo a la vista este terremoto. Hacer nada es condenar a generaciones de niños que no son responsables de nuestra responsabilidad de haber cerrado las escuelas y que tendrán una justificada indignación. Están en juego los proyectos vitales y por ende la libertad de millones de niños. Dicho eso, la comisión parte en un momento agitado, sobre todo con el desastre de los indultos, que la verdad es que no hay dos lecturas que generó profundas consecuencias políticas.
Por ellos se rompió otra mesa...
Yo comprendo el malestar de la oposición porque si usted está en una mesa para generar medidas para combatir la delincuencia, la violencia, es incompatible con indultar delincuentes. Pero dicho eso, espero que ese espacio de diálogo se retome, porque es la primera prioridad de los chilenos. Y hemos hecho poco y nada. Hay una serie de reformas legales que en el pasado la propia coalición gobernante, cuando era oposición bloqueó, pero lo concreto es que hay que avanzar.
¿No está rompiendo con la actitud más dura que se está instalando en la oposición hacia el gobierno, con la presentación de dos acusaciones constitucionales?
Vuelvo a insistir, yo estoy acá no por una consideración política. Siempre he pensado que lo que Chile necesita es avanzar en grandes acuerdos porque es a través de ellos que se generan las grandes reformas económicas y sociales que tenemos estancadas hace al menos 10 años. Eso es lo que hace que la ciudadanía sea crítica de la política, a la cual ven muy lejana, como un espacio de pelea entre parlamentarios y políticos que los desvían de los temas sustantivos en materia de seguridad, de educación, de salud.
Pero dicho lo anterior y volviendo al tema de la acusación constitucional, quienes sufrimos la irresponsabilidad de la oposición con nueve acusaciones a ministros o autoridades políticas sin fundamentos jurídicos; quienes vimos cómo eso encarajina las relaciones, y cómo va degradando la democracia, deberíamos ser los primeros en entender que este instrumento tiene que ser una última ratio y usado en su mérito, en un mérito jurídico. Si hay méritos, por supuesto, y el deber de los parlamentarios es presentarla e ir con todo. Pero lo que tenemos que darnos cuenta es que ese uso y abuso va deteriorando la democracia. Quienes creemos en ella, tenemos que protegerla.
¿Ve un riesgo de esa magnitud, de abrir una puerta que no se pueda cerrar después?
El riesgo de las acusaciones constitucionales es que es como un efecto bola de nieve. Por eso que es tan grave que el actual gobierno cuando fue oposición abusara como lo hizo de esta herramienta. Pero eso no puede dar pábulo a que porque ellos fueron inconsistentes y debilitaron la democracia, tengo que hacer lo mismo. Esa es la altura y la reflexión que uno debiera hacer. No le hace bien a la capacidad de buscar un mínimo espacio de entendimiento que nos permitan avanzar en las reformas que Chile necesita.
¿Hay desconfianza de Chile Vamos hacia las fuerzas que sustentan al actual gobierno?
Eso es parte de la naturaleza humana, pero uno pide a los líderes, cuando son verdaderos líderes, la capacidad de dar vuelta a la página. Hay que tratar de dar vuelta la página, al menos en parte, de la desconfianza hacia el gobierno de forma tal de lograr grados de entendimiento razonable. No digo que vayan a celebrar todos los días juntos. Pero es dejar atrás aquello que choca a nuestras emociones y preguntarse en base a la razón cómo proyectar el Chile que necesitamos.
Esta es la gran oportunidad que ofrece esta Constitución, la de cambiar el sistema político disfuncional que tenemos, que tiene reglas que no fomentan la colaboración ni los acuerdos. Con estas reglas, vamos a seguir viendo una política más compenetrada en sus propias pugnas internas que en los problemas que la sociedad reclama. Es fundamental cambiar las reglas del sistema político, particularmente del sistema electoral, de forma tal que haya menos fragmentación política, menos actores, y mayor disciplina partidaria. Sin reformas estructurales, económicas y sociales, tenemos un problema.
¿Chile Vamos ha sido colaborativo con el gobierno?
O sea, creo que Chile Vamos en su tono, en su forma y en su actuar ha sido a mi juicio -quizá es una mirada sesgada- infinitamente más colaborativo de lo que fueron quienes nos gobiernan hoy cuando fueron oposición. Quizás es insuficiente, pero veo en dirigentes importantes de Chile Vamos -el presidente de la UDI, Javier Macaya; Diego Schalper; en el mismo Evópoli- un ánimo de querer aportar, no de destruir por destruir, que es el mal que se nos puede enquistar y solo daña a la democracia. Entonces tenemos que aportar siendo crítico y siendo firme, con propuestas. Hoy estamos en una suerte de tensa calma donde parece que se nos olvida lo que ha pasado en años recientes, la peor crisis política que hemos tenido en 30 años, y estamos en medio del libro de historia. Está en nosotros cerrar bien este libro y esto pasa por cerrar bien el proceso constituyente que hoy no es una prioridad ciudadana, lo que hace difícil este proceso, pero que es fundamental.
¿Ve genuino el ánimo del gobierno, del Presidente, de tender puentes?
No sé si es por convicción o pragmatismo, pero claramente lo necesita porque no tiene mayoría en ninguna de las cámaras. Los acuerdos, y es una obviedad, supone una cierta disposición de las personas que participan. En cualquier caso, el camino de llamar a los acuerdos es siempre bienvenido. No hay que olvidar, además, que el Presidente Boric, a diferencia de su coalición, estuvo en dos acuerdos importantes. El del 15 de noviembre, en que fue muy valiente, le costó la crítica de su sector y sanciones políticas. Y estuvo también en la mesa por la infancia que convocó el Presidente Piñera, lo que muestra una intención natural de abogar por acuerdos, pero no bastan las buenas intenciones. El problema de fondo es de reglas.
“Tenemos una bala y no podemos quedarnos cortos”
Briones da detalles de lo que fue su conversación a solas con el Presidente Boric en La Moneda, hace un par de meses.
-Nos juntamos, estuvimos como una hora. Cuando el Presidente salió electo, ocupó esta frase de la UNESCO de que las escuelas van a ser las primeras en abrir y las últimas en cerrar. Yo me esperancé, pensé que sería la prioridad en educación. Y no. Vimos que la prioridad era la condonación del CAE, la deuda histórica de los profesores. Durante un año no existió esta prioridad. Hicieron un “plan seamos comunidad” que no tenía recursos. Para la foto.
¿Él compartió la urgencia?
Lo vi genuinamente interesado. Me dijo algo en línea de lo que dijo esta semana, una suerte de mea culpa de que a este tema no le habían dado la importancia que tenía. También me dijo algo respecto a una autocrítica de cuando fueron oposición. Yo le planteé que esto es muy grande, que él lo tiene que empujar, y que debe tener una épica país. Acá tenemos una bala y no nos podemos quedar cortos.
¿Cómo se condice esta urgencia con la poca claridad que existe respecto de los 250 mil millones que el Mineduc ha dicho que hay para un plan de reactivación educativa?
Hoy no hay un plan para abordar esta catástrofe. Esto requiere varias etapas. El objetivo principal, a mi juicio, es mitigar al máximo la pérdida de aprendizaje y el daño emocional que tuvieron los alumnos producto del prolongado cierre. ¿Cómo van a ser las intervenciones? ¿Quién las va a hacer? ¿Hay acuerdo sobre utilizar un instrumento de medición si durante años la izquierda más dura ha levantado críticas respecto de su uso?
Hoy no hay plan ni recursos. Estos 250 mil millones en realidad son líneas contables de un presupuesto que fue diseñado antes de que el gobierno le diera prioridad a esto y que salió básicamente como entró. De hecho, la plata asignada al proyecto “seamos comunidad” eran 12 millones de dólares. Totalmente insuficiente. Pero no hay que llorar sobre lo que ya fue. Esto tiene que ser de verdad, no puede ser un saludo a la bandera, sería un error fatal.