Iturriaga: el general del Ejército que sobrellevó el estallido social
El próximo comandante en jefe es “irónico”, de “humor negro” y, a diferencia de otros altos mandos, no quiere tener un batallón de asesores. Su desafío será afrontar el caso por fraude en el Ejército y buscar la legitimidad de la institución castrense ante la sociedad.
No tiene asesores directos, no tiene un círculo íntimo que maneje su agenda, ni menos la intención de responder los requerimientos de quien quiera hablarle por WhatsApp, aunque en su avatar se lee el mensaje: “Siempre disponible y alerta”. Lo catalogan de irónico y destacan que tiene un humor negro..., “demasiado negro”, advierten. Sobre su personalidad no hay una definición transversal al interior del Ejército que retrate a su próximo comandante en jefe, Javier Iturriaga del Campo (56).
Lo que sí, están conscientes al interior de la institución castrense, la nueva máxima autoridad -que asumirá el 9 de marzo- no es un desconocido para el ciudadano común. El militar se hizo conocido para el estallido social, cuando, 24 horas después de que el Presidente Sebastián Piñera sostuviera que estábamos “en guerra”, fue consultado en su calidad de jefe de la Defensa Nacional por los dichos del Mandatario. Con una leve sonrisa en su rostro respondió simplemente que él era un “hombre feliz” y que no había tal conflicto.
Nacido el 26 de octubre de 1965 en Santiago, Javier Iturriaga fue el segundo hijo del matrimonio conformado por el general del Ejército Dante Iturriaga Marchese y Gloria María del Campo Ortiz. “Es de ADN militar”, dicen sus cercanos. Ahondan que “está muy marcado por su padre, Dante, quien también fue general del Ejército, y se caracterizaba por su sentido de rectitud y justicia, y de asumir costos por su postura inclaudicable”.
El progenitor del nuevo mandamás del Ejército fue un militar que alcanzó el generalato como brigadier por los años 70. Durante la crisis de 1978 comandó las unidades militares de Arica e Iquique, que estaban reforzadas y expectantes ante el posible ataque de Perú en medio de un reinante escenario de tensión en el país. Luego, durante la crisis de las Malvinas estuvo a cargo de distintas secciones en Punta Arenas.
En esa época, Iturriaga tenía 13 años, pero ya anhelaba seguir los pasos de su padre: dos años después ingresó a la Escuela Militar, graduándose con el grado de alférez en el arma de Infantería en 1984. Sus compañeros lo apodaron “Ícaro”, porque en general la “chapa de combate” suele ser un concepto con la inicial de su apellido y coincide con el personaje de la mitología griega que tenía alas.
Y es que lo de Iturriaga eran las alturas. Conocida era su pasión por los paracaídas y los comandos, por lo que se formó en la rama de Fuerzas Especiales. Ahí, dicen, definió un perfil transversal con la tropa. En simple: no tiene un sesgo de clase con los suboficiales. Tanto en el Ejército como en el Estado Mayor Conjunto, cuentan, nunca se le vio con un “séquito de asesores, como acostumbran otros altos oficiales”.
En enero de 2014 fue designado como agregado militar en Brasil. Hasta allá llegó con su familia para estar un año, antes de ser designado como general de brigada en Operaciones Especiales.
Este viaje, sin embargo, podría acarrear alguna situación “incómoda” para el general, dado que es una de las tantas salidas del país que la ministra Romy Rutherford indaga en la arista “empresas de turismo” del caso judicial denominado “fraude en el Ejército”. En este se indagan diversas irregularidades cometidas por militares con arcas fiscales.
Sin ir más lejos, todos los comandantes en jefe tras la llegada de la democracia están procesados o vinculados en el caso. Por eso quienes lo conocen saben que esta indagatoria seguirá siendo una pesada sombra para la institución, donde Iturriaga deberá liderar, al menos, un año más con las pesquisas que requiera la magistrada, quien ha mantenido más de una situación tensa con el Ejército, debido a las diligencias que ha desarrollado en la investigación.
“Un hombre feliz”
En noviembre de 2018, Iturriaga alcanza el grado de general de división, entrando así en la composición del Alto Mando del Ejército, que es liderado actualmente por el general Ricardo Martínez.
Al perfilarlo, todos recuerdan el día en que Iturriaga dejó de ser un militar más y saltó a las primeras planas de los medios del país. Era el 21 de octubre de 2019 y tres días antes, el Presidente Piñera lo había nombrado como jefe de la Defensa Nacional en medio del estado de excepción que se vivía entonces por los desórdenes del 18 de octubre de ese año.
“No hay que apagar el incendio con bencina”, repetía por esos días, dado que la presencia militar en las calles era para muchos una exageración. El entonces diputado Gabriel Boric -hoy presidente electo- llegó esa vez hasta Plaza Italia a pedirles explicaciones a los uniformados por portar “armas de guerra”.
El 20 de octubre, el Presidente Piñera durante la noche decía estar “en guerra frente a un enemigo poderoso”. Iturriaga salió al día siguiente a entregar un reporte sobre los desmanes y se le consultó por las declaraciones del Mandatario. El general se tomó cuatro segundos, miró el piso y lanzó: “Mire, yo soy un hombre feliz y no estoy en guerra con nadie”.
Tanto en el Ejército como en La Moneda algunos llevaron sus manos al rostro en señal de reprobación y se manifestaron incómodos frente a algo que se interpretó como una “quitada de piso” al Jefe de Estado. Una de las tres primeras antigüedades del Ejército en esa época recuerda el episodio: “No fue lo más adecuado, claro, porque de alguna manera le llevó la contra al Presidente. No se nos informó de nada oficial, pero varios escuchamos que el comandante en jefe tuvo que llamar a La Moneda para dar explicaciones y excusas”.
Algunos pensaron que sería el fin de su carrera, pero el tiempo dijo otra cosa. El propio Piñera el 3 de noviembre lo nombró comandante en jefe del Ejército, cargo que asumirá el 9 de marzo.
Críticas y loas
Uno de los críticos al nombramiento de Iturriaga es el exjefe del Estado Mayor del Ejército John Griffiths. “Es un buen militar, eso sin duda. Yo le veo habilidades más en el hacer que en el pensar. Yo esperaría que se asesorara bien, es que si no… no se puede ser tan simple en las resoluciones”, dice a La Tercera. Agrega que “se requiere de un buen manejo y para eso hay que hacerse asesorar y formar un equipo, siempre y cuando el líder sea quien resuelva finalmente, pero siempre escuchando al resto”.
Quien alcanzó un alto grado de confianza con Iturriaga durante los últimos años fue el ministro de Defensa, Baldo Prokurica. En su puesto de jefe del Estado Mayor, el alto oficial debió viajar mucho con la autoridad de gobierno.
Desde Defensa descartan que Iturriaga sea un general alejado de la doctrina y la “intelectualidad” militar, pues fue jefe de Educación y Doctrina, plan donde se generan los planes de estudio en las ramas castrenses. Prokurica señala que “tengo un gran aprecio por el general Iturriaga, por ser un soldado muy profesional, eficiente, con un ejemplar comportamiento. Es valorado por sus altas capacidades estratégicas, su trato directo y cercano con sus pares y subalternos”.
Sobre los desafíos que enfrentará, Prokurica pronostica que “deberá seguir avanzando en la modernización, profesionalización y alto nivel de alistamiento, y en lograr un mayor reconocimiento y legitimidad social”.
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