En su calidad de miembro del Grupo Libertad y Democracia, ente que busca compartir los conocimientos de exautoridades ligadas a la derecha y la centroderecha de habla hispana, Iván Duque, exmandatario entre 2018 y 2022 en Colombia, habló con La Tercera con el fin de desmenuzar la actualidad latinoamericana, tanto de su país natal como la de Chile.
Duque fue uno de los asistentes -en su caso, a través de videoconferencia- del primer encuentro oficial de este grupo, el que se realizó ayer en Santiago y que contó con la asistencia también de exgobernantes como el anfitrión Sebastián Piñera (Chile), Jorge Quiroga (Bolivia), Mauricio Macri (Argentina), Mariano Rajoy y José María Aznar (España), Andrés Pastrana (Colombia) y Felipe Calderón (México), entre otros, de forma presencial o telemática.
La mayoría de los presidentes en la región hoy son de izquierda. ¿Por qué cree que ocurrió?
Esta no es la primera vez que la región tiene gobiernos de izquierda. Si miramos 20 años atrás, veíamos en América Latina a figuras como Fernando Enrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Ricardo Lagos en Chile y los Kirchner en Argentina. Figuras como Pepe Mujica, Tabaré Vázquez y Hugo Chávez. No es la primera vez que esto ocurre. Ahora, lo que sí creo es que en América Latina se han anquilosado sentimientos de demagogia, de populismo, de posverdad y de polarización que están afectando la democracia. Muchas personas que aspiran a llegar al poder le venden a la ciudadanía la idea de que apenas lo consigan, al otro día aparece el bienestar. Le dicen al pueblo que nunca se ha logrado nada, que todo está mal, que todo está destruido, y después fracasan estruendosamente por no tener capacidad ejecutiva. Más que un debate entre izquierda y derecha es un debate entre demagogos y pedagogos. Los demagogos proponen soluciones fáciles, mientras que los pedagogos muchas veces tienen que asumir decisiones impopulares, pero necesarias para hacer grandes cambios en los países.
Una de las preocupaciones del grupo apunta a discutir estos problemas con miras hacia el corto y mediano plazo. ¿Cuál será la forma de operar del organismo?
Queremos llevar adelante esta iniciativa no solo como un foro de debate y discusión, sino como uno de acción que trascienda nuestra figura de expresidentes. Sí, estamos dándole la concepción a este proceso donde el Presidente Piñera ha tenido un liderazgo importantísimo, pero esto se trata de que trascienda a nuevas órbitas de liderazgo en la región. La democracia se está afectando. Desafortunadamente la posverdad, el populismo y la polarización han tratado de llevar a mucha gente a votar con odio. Yo lo debo decir de manera clara, y lo digo, además, respetuosamente, por ejemplo frente al caso chileno. Chile es un país que seguramente todavía tiene desigualdades, pero también ha sido el país con mejor desempeño en términos sociales y económicos de nuestro continente en los últimos 30 años: ampliación de la clase media, cobertura en la educación, en salud, infraestructura, exportaciones como porcentaje del PIB, conexión con los mercados internacionales. Pero a una generación se le vendió que nada de eso había ocurrido, que todo había sido un fracaso. Lo que buscamos en este espacio es, justamente, que partamos de la base de información veraz, pero que también aportemos a la formación de líderes que defiendan la democracia.
¿Qué ideas podría impulsar la derecha y la centroderecha para proyectar al grupo, o cree que debería tener un eje apartidista? ¿Se deberían incluir ideas como la defensa del medioambiente, por ejemplo?
Esa es una buena pregunta, porque en algún momento el pensador Ortega y Gasset dijo que uno no puede definirse solamente en un hemisferio. Él decía que si nosotros nos definimos de derecha o de izquierda, estamos negando la posibilidad de encontrar enriquecimientos intelectuales en el otro lado. Desde el centro hay que buscar los equilibrios democráticos de nuestro tiempo. Hay que defender el espíritu empresarial, pero ese espíritu empresarial debe ser fraterno con los trabajadores. Hay que hablar del desarrollo productivo industrial, pero siempre con estricto apego al medio ambiente. Hay que hablar de la seguridad como valor democrático, pero con estricto apego a los derechos humanos. Cuando a mí me hablan de la crisis climática, no lo veo como algo ni de izquierda ni derecha. Este es uno de los principios que desde este grupo queremos estimular: mejores políticas públicas y grandes consensos sociales para enfrentar la crisis climática.
El fenómeno migratorio ha sido central en la discusión política en los últimos años. ¿Considera que lo debería solucionar cada país, o se debería resolver en conjunto?
Uno de los puntos a trabajar en el grupo es la migración fraterna, ver al migrante con ojos de hermano, no como un problema. Hay muchas personas que emigran ante la destrucción de la democracia y el aparato económico, como es el caso de Venezuela. Siete millones de hermanos y hermanas venezolanas han salido a ese país con desesperanza. Hemos acogido dos millones en Colombia con un estatuto de protección temporal que tiene la tarjeta de reconocimiento donde hay plena información sobre la persona, pero ahí pueden acceder a una cuenta bancaria, a comprar una casa o a ingresar al sistema de seguridad social, porque hemos sido fraternos en eso. Si un país como Colombia, que no es un país rico, lo puede hacer, ese debe ser un referente para que en otros países entendamos que la migración fraterna es un deber, mucho más sabiendo que los fenómenos migratorios no van a parar. Hoy tenemos migración por estas crisis económicas y políticas, pero vendrán migrantes por la situación climática.
Miembros de la oposición y del oficialismo chileno han coincidido en que fue un error el viaje de Sebastián Piñera a Cúcuta, en 2019, donde se dio también el evento Venezuela Aid Live. ¿Considera que fue un error la visita conjunta de usted y el expresidente chileno?
Nosotros no fuimos a un concierto, acudimos a defender la libertad, y eso nunca será un error. Fuimos a atacar y a denunciar toda la desolación que ha traído esa dictadura. Ustedes, que también la han experimentado, saben que nunca será un error enfrentarlas. Millones de hermanos venezolanos estaban cruzando la frontera con frío en los huesos, y mostramos al mundo que su situación no genera indiferencia, sino que tenemos que estar a su lado. Defender al migrante inerme nunca será un error. Sebastián Piñera estuvo allá como lo que es: un demócrata y líder convencido de la libertad y yo siempre apreciaré ese gesto, porque él estuvo allí, a mi lado, como también estuvo el Presidente Mario Abdo Benítez y el secretario general de la OEA, Luis Almagro. Fuimos a dejarle claro al mundo la desolación que Nicolás Maduro ha generado, pero también a darle un mensaje a los migrantes de que estamos unidos para protegerlos.
Gustavo Petro y Lula da Silva se han mostrado abiertos a integrar a Nicolás Maduro a la región. ¿Está de acuerdo con esta forma de hacer política regional?
Nicolás Maduro es un dictador, y uno no puede ser demócrata selectivo. Maduro es un dictador, Ortega es un dictador y Pinochet fue un dictador. Uno tiene que llamar a las cosas por lo que son, con nombre y apellido. En este caso, me parece que ha sido mucho más consistente el Presidente Boric, que ha mantenido una firme declaración, que ya es política de Estado en Chile, de llamar a Nicolás Maduro como lo que es: un dictador. Cuando uno trata con complacencia a los dictadores, se termina convirtiendo en cómplice de ellos.
Boric cumplió su primer año en el poder, mientras que Petro llegó a su sexto mes. ¿Qué evaluación hace de ambas gestiones?
Hemos visto muchos fenómenos, y esos dos son fenómenos similares. Es muy fácil ser oposición. Es muy fácil sembrar en la conciencia colectiva elementos de rabia. Es muy fácil decir que nada ha funcionado de lo que ya existe, y que viene el renacer. Pero después, cuando se pasa a la administración, se da uno cuenta cómo la lengua termina siendo el azote de la conciencia, porque ahí es donde uno ve que los avances no se dan solo por una sola persona, sino por un trasegar histórico de políticas públicas. Cuando se tratan de hacer cambios cimentados en populismo y demagogia, solamente traen resultados adversos. La demostración es la inflación de los dos países, la evidencia también es la caída de la inversión en ambas naciones. La evidencia también es la salida de capitales de Chile y Colombia. También se ve en la pérdida de confianza de la fuerza pública, o la desazón y el desánimo de la ciudadanía. Por eso lo más importante cuando uno va a hacer estas evaluaciones es fijarse en los indicadores, pero sobre todo en los que tienen que ver con la realidad de un país: ¿Crecieron o decrecieron las economías? ¿Contuvieron la inflación? Esas son las preguntas correctas para analizar ambos casos.
¿Ve un ánimo refundacional en ambos gobiernos?
Yo siempre he creído, en mi humilde opinión, que Chile necesita una reforma constitucional. Claro que la necesita. Me parece que todos los chilenos están de acuerdo en tener una nueva Constitución más adecuada a nuevas realidades políticas y sociales. Pero a lo que el pueblo chileno dijo que no, era a tener una Constitución revanchista que fracturara el país, que fuera anti empresarial, que estuviera llena de prejuicios. Y eso fue lo que se dio en las urnas. Y veo una cosa en común: un prurito estatizador, que cree que el Estado es el que hace todo y lo hace mejor, y resulta que ya dos países, como lo son Chile y Colombia, han visto que en los sistemas de pensiones, que en los sistemas de salud, que en los sistemas de concesiones viales, que en los sistemas minero-energéticos la convivencia entre el sector público y el privado es necesaria para tener grandes transformaciones. Pero si se trata de atacar, cuestionar, cercenar y estigmatizar al sector privado, el Estado no es capaz de resolver todas esas necesidades y por eso la armonía de dos de los países con mejor comportamiento económico ha sido justamente esta convivencia entre lo público y lo privado. Cuando viene el ímpetu estatizador, lo único que genera es desconfianza en la inversión, desconfianza en el crecimiento y desconfianza en la generación de nuevas empresas.