Su expresión la madrugada del 15 de noviembre es recordada hasta hoy. Sentada en uno de los salones de la sede del Congreso, en Santiago, minutos después de firmar el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, la entonces presidenta de la UDI Jacqueline van Rysselberghe estaba molesta.

Ad portas de conmemorar el segundo año del inicio de las protestas que derivaron en ese acuerdo, la senadora recuerda esos momentos y realiza una severa crítica sobre la forma en que la Convención Constitucional está desarrollando su labor.

¿Cuál es su balance del proceso constitucional que derivó tras el estallido del 18 de octubre?

La verdad es que está bastante lejos de lo que uno hubiese pensado que iba a ocurrir. El acuerdo fue un hecho en donde la política dio un respiro y demostró que el diálogo y no la violencia es el camino para acercar posiciones. Pero lo que hemos visto con la Convención Constitucional está bastante lejos de eso.

¿Se arrepiente de haber firmado el acuerdo?

No, no me arrepiento. Hay que recordar que Chile se estaba quemando por los cuatro costados, venía una fuga de capitales masiva -eso es lo que los economistas decían- y, por lo tanto, yo sigo creyendo que el diálogo tiene que ser el camino. De repente, uno piensa si era necesario o no el plebiscito de ingreso, y yo sigo pensando que era bueno que la gente que pensaba que no había que cambiar la Constitución tuviese dónde participar.

¿El país estaría mejor si hubiera ganado el Rechazo?

Yo creo que sí, que estaría mejor, porque el Rechazo no era dejar las cosas inmóviles. Era simple y sencillamente hacer los cambios a través de las vías institucionales que existían. Pero no se dio así, la gente lo entendió de una manera distinta y, bueno, hoy día tenemos una Convención que se disfraza de Pikachu.

¿Con la perspectiva del tiempo, no ve una alternativa distinta a ese acuerdo?

No, la alternativa, en ese minuto, no se veía. Y recordando todo lo que vivimos, no creo que hubiera habido otra salida.

¿Qué recuerda de ese momento?

Lo que recuerdo y que, de alguna manera, augura lo que pasó ahora, es que después de llegar a acuerdo en prácticamente todo, esperaba que la conferencia de prensa hubiese sido un momento de grandeza, donde todos hubiésemos reconocido que habíamos cedido por el bien del país. Lo que escuché en la mayoría de los discursos fueron descalificaciones. En ese minuto, y esa es la razón de la cara que yo tenía, me di cuenta de que probablemente esto no iba a terminar bien.

A dos años del estallido social, la polarización parece haberse instalado en el país. ¿Ve como un déficit del acuerdo el no haber logrado temperar el clima político y social?

Absolutamente. Pero no sé si es solo del acuerdo, es un poco más profundo. Es el déficit de ciertos sectores de la sociedad por no condenar la violencia y justificarla. Lo que vimos el 18 octubre fue un estallido de violencia y, hasta el día de hoy, no se condena abiertamente y lo vemos en la Convención a cada rato.

¿Y quiénes incentivan esta polarización?

Está incentivada por sectores radicales de izquierda. Les conviene esto, porque mantienen las conversaciones en un nivel donde es blanco o negro, bueno o malo, o estás conmigo o estás contra mí. Es como lo que le pasó a la “tía Pikachu”: se salió de la revuelta y se puso institucional, probablemente con las mismas ideas que tenía antes, y la funaron. Esa polarización sirve a los que no están institucionalizados.

La regla de los 2/3 fue el principal elemento que la derecha “amarró” en el acuerdo. En su sector cuestionan que se la van a poder “saltar” con el plebiscito dirimente. ¿Cuál es su visión?

Aquí hubo un acuerdo firmado por todos los sectores políticos, se hizo una reforma constitucional y hay que cumplirlo. Y dentro ese acuerdo, no existen los plebiscitos dirimentes y la Convención no tiene ni el poder ni las facultades para llevarlos a cabo. Yo espero que, por lo menos, quienes suscribieron el acuerdo en el Congreso mantengan la palabra empeñada y no empiecen a borrar con el codo aquello que escribieron con la mano.

Se requiere una reforma constitucional y, por eso, algunos afirman que esto podría ser letra muerta...

Y espero que así sea, pero lo que pasa es que la Convención está tratando de ir más allá de lo que el mandato constitucional le permite. Ellos tienen que escribir una Constitución, no tienen que evaluar si les dan libertad a los presos de la revuelta ni si ponen más plebiscitos o cambian mecanismos. De lo contrario, no van a alcanzar.

Eso quiere decir que si se cumple el plazo máximo de un año, ¿no respaldaría una nueva prórroga?

Creo que si se les acaba el plazo, se les acaba. Lo discutimos en su momento y se estableció de esa manera: nueve meses con un plazo adicional de tres meses, y si no regía la Constitución actual. Eso es lo que se estableció, ese es el acuerdo y es lo que se tiene que cumplir.

La norma de los 2/3 se mantuvo en el reglamento. ¿Contribuye para que el resultado sea una “Constitución moderada”?

La idea era justamente esa, que no fuera una Constitución de derecha, pero tampoco de izquierda, que fuera una Constitución de los chilenos, que sea la “casa de todos”. La regla de los 2/3 va a ayudar en la medida en que se respete, pero ya se está tratando de soslayar.

¿Tiene esperanzas en torno al proceso?

Soy bastante pesimista. Cuando en una institución como esta no hay capacidad de escucharse, el resultado es difícil que pueda ser bueno.

¿Se siente representada por los convencionales de la UDI?

Sí, y creo que debe ser muy frustrante estar ahí cuando quieres buscar acuerdos y no hay capacidad ni siquiera de que te escuchen, no te dan la palabra. Si el Parlamento hiciera la mitad de lo que hacen los constituyentes, estaríamos colgados en la plaza pública.

Usted es pesimista respecto del resultado...

(Interrumpe) Va a ser una Constitución de izquierda.

¿Y qué actitud tiene que tomar la centroderecha en la Convención, mantenerse hasta el final o poner algún límite y abandonarla si ese límite se traspasa?

Mantenerse hasta el final y denunciar cada una de estas cosas.