Hay tres ideas que, por razones de vida y trabajo, han marcado no solo la gestión de Jill Biden como primera dama de Estados Unidos, sino que toda su adultez: educación y cáncer. Sus decisiones, pero también hechos que escapan de sus manos, así lo quisieron. Profesora de formación, amiga de cuatro mujeres con cáncer de mama y virtual madre de Beau Biden, el hijo de Joe Biden que murió por un tumor cerebral, la esposa del mandatario estadounidense se ha convertido en una figura clave para el demócrata, especialmente cuando este se encuentra en el ojo del huracán tras su pobre desempeño en el primer debate presidencial.

Ahora, la prensa estadounidense de todos los colores políticos la apuntan como una de las grandes responsables de la contención -y la incitación- para que el mandatario demócrata siga en la carrera presidencial, justo cuando aliados, donantes y políticos empiezan a dudar de la idoneidad de su candidatura.

Nada más terminado el desastroso debate del mandatario, el jueves pasado, un video se viralizó en redes sociales y puso las alarmas en el cielo, pese a que ya estaban todas encendidas luego de los silencios y pausas de Biden en su enfrentamiento ante Donald Trump, el exmandatario que también corre por la Casa Blanca.

Fue en el hotel Hyatt Regency, en el centro de Atlanta, donde la primera dama le dijo al Presidente en tono de felicitación: “Joe, has hecho un gran trabajo”, entre aplausos de los presentes. “Has respondido a todas las preguntas, conocías todos los datos. Y déjame preguntar a la multitud: ¿Qué hizo Trump?”. “Mentir”, le respondieron.

Luego se supo que, al bajar del escenario, Joe Biden se sinceró inmediatamente. “Sabes, Jill, no sé qué ha pasado. No me sentía muy bien”, relató la primera dama durante un evento de recaudación de fondos en Nueva York. “Y le dije: ‘Mira, Joe, no vamos a dejar que 90 minutos definan los cuatro años que has sido presidente’”, añadió.

De ahí que muchos empezaron a preguntarse cuán importante era el consejo de la esposa por más de 47 años del mandatario en la decisión final. Según The Wall Street Journal (WSJ), es pivotante. “La primera dama es la figura más influyente en la órbita de Biden en estos momentos. Si hubiera instado al presidente a no presentarse a la reelección, ese consejo habría tenido un peso enorme. En cambio, ha sido la mayor defensora de Biden en su búsqueda de un segundo mandato”, escribió el periódico.

Consultado sobre esta figura defensiva de Jill Biden, John Pitney, analista político estadounidense y académico del Claremont McKenna College, dijo a La Tercera que “todos los buenos cónyuges son protectores. La cuestión es si ella está protegiendo al presidente de información y opiniones que él necesita oír. Es imposible saberlo con certeza desde fuera”.

William B. Allen, politólogo y profesor emérito de la Michigan State University, añadió en conversación con La Tercera que el rol protector de Jill Biden, en términos de exposición pública, se remonta a la campaña de 2020. En aquel año, y de forma continua durante la presidencia de Biden, “la función de la señora Biden fue asegurarse de que su esposo estuviera lo más aislado posible de la exposición pública. En ese papel era como Edith Wilson, esposa del presidente Woodrow Wilson, después de que él sufriera un derrame cerebral y quedara incapacitado. La incapacidad de Biden no era tan radical como eso”, acota.

Sin embargo, “también es cierto que el presidente Wilson solo tenía que durar hasta el final de su mandato y no era un candidato que buscara la renovación en el cargo. La tarea de la primera dama es más difícil: aislar a Joe Biden de la exposición pública y, al mismo tiempo, preservar la apariencia de que tiene el control y, por lo tanto, es elegible para la renovación del cargo”.

El experto fue más allá y señaló que “es aparentemente cierto que ella protege a Joe Biden, no solo en términos de su reputación o percepción pública, sino casi como una enfermera criada”.

Algunas voces critican la carga que se pone en los hombros de la primera dama, algo que no es nuevo. “Ella debería defender a su marido. Ella debería ser la mayor defensora”, dijo al WSJ Michael LaRosa, exsecretario de prensa de la primera dama. “Ella no debería ser quien tome esta decisión por el Partido Demócrata”. Antes, estaba la “Reina Nancy” Reagan, y también las críticas mordaces a Hillary Clinton. Ahora, le han dicho hasta “Lady MacBiden” a la esposa del mandatario, referenciando al personaje shakespeariano sediento de poder.

La figura de Jill Biden no es la típica de una primera dama, al menos para los estándares estadounidenses. De hecho, ninguna jamás había mantenido su previo trabajo una vez que su esposo llegó a la Casa Blanca. La educadora continuó haciendo clases algunos días en un colegio comunitario.

Siempre dijo que no le interesaba la política y, de alguna manera, no se adentró tanto en ese mundo como otras lo hicieron. Pero tampoco se quedó de manos cruzadas. Así lo cree John Pitney, quien señaló que “Jill Biden no es una política como Hillary Clinton. No es una esposa callada y comprensiva como Pat Nixon. Es una mujer profesional muy capaz que defiende la educación y ofrece consejos en privado. El Presidente Biden confía en esos consejos”, dijo a La Tercera ante la pregunta sobre el rol que tuvo la primera dama en estos tres años y medio de mandato de Joe Biden.

Su agenda política ha estado marcada por lo relacionado con el cáncer, la educación y todo lo que conlleva el entorno familiar de un soldado.

Fue Jill quien se hizo cargo de la educación de Beau y Hunter Biden, luego de que ambos quedaran huérfanos tras la dramática muerte de la primera esposa de Joe Biden, Neilia. Ella, junto a su tercera hija Naomi, fallecieron en un accidente automovilístico en 1972.

No fue la única desgracia que marcó a los Biden. Tras el regreso de Beau, militar y abogado que fue enviado a Irak en 2008 y sirvió en servicio activo en el extranjero hasta finales de 2009, fue diagnosticado de cáncer cerebral en 2013. En mayo de 2015, a los 46 años, murió. Sumado a ello, están los continuos problemas legales y de drogas de Hunter Biden, recientemente condenado por tres delitos graves relacionados con armas.

En todos esos episodios, Jill Biden estuvo ahí como madre y esposa.

Ese carácter de resiliente que se le endosa al mandatario, y que muchos argumentan, explica el que no quiera bajarse de la carrera presidencial, no es exclusivo de Joe Biden. Debido a su vida juntos, también podría explicar el comportamiento de la primera dama frente a la posibilidad de tirar la toalla.

“Cuando lo derriban, Joe se levanta, y eso es lo que estamos haciendo hoy”, dijo días después del pésimo debate de su esposo. Es casi una simbiosis. “La gente no la menciona cuando habla de los asesores clave de Biden, pero ella es su control visceral y su confidente más cercana”, señaló Katie Rogers, corresponsal en la Casa Blanca de The New York Times, a Vogue, en una polémica entrevista que salió junto con el debate.

Anita McBride, quien fue jefa de gabinete de Laura Bush cuando era primera dama, dijo a WSJ que Jill Biden “es una guerrera para el mandatario”, y que lo que más le preocupa es que el legado de su marido “sea que tenga que retirarse después de todos estos años por un mal debate”.

En 2022, cuando para sorpresa de muchos el Partido Demócrata logró un mejor resultado en las elecciones parlamentarias de noviembre, le preguntaron a Joe Biden sobre su eventual reelección. Eran tiempos en que aún no se cuestionaba de forma tan grave las idas a blanco del mandatario. Su respuesta habló de su relación con Jill. Apuntando a la primera dama, contestó, en plural: “Nuestra intención es presentarnos de nuevo”.